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Fin de Fiesta
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Fin de Fiesta

Actualizado 31/12/2016
Rubén Sánchez Parazuelo

Y por fin se acaba este 2016. El año de la fiesta de la democracia. El año en el que el voto ha representado la falsedad de la opinión pública, el de la rabia y el hastío, el de la ruptura con lo institucional y el de la pérdida de las formas. Se atreven a decir que la democracia empieza a ser una fórmula con fallos, con errores. Y provienen de los que siempre ganaban. Esta expresión vienen de los que, ostentando el poder, estaban acostumbrados a dirigir el voto y a los votantes.

Tras la tan cacareada expresión política en las citas electorales "la fiesta de la democracia" llega toda resaca. El resacón que fue para Alfonso Fernández Mañueco de perder 6 concejales, a razón de 1,5 concejal por año de mandato, le siguió el golpe del PSOE por 2 veces y al bloque gubernamental PP-PSOE con la fuerte entrada de los nuevos. Pero quienes se llevan la palma, los protagonistas del Resacón en las Vegas electoralmente hablando, han sido Renzi, Clinton y Cameron. Los tres están unidos a una verbena en la que se veían dentro de la cadena del Paquito chocolatero y en el apogeo de la conga, se descolgaron de la fiesta.

Vieron los toros desde barrera, pero no supieron ver el envite. Cameron y Renzi unidos por la aventura de un referéndum en el que no ponían en juego lo votado y sus consecuencias, si no su propia persona y eso, en este y en cualquier país abre la puerta a que, hasta los tuyos, suelten la cuerda que sujete la guillotina. Rajoy no esquiva ya el debate constitucional, pero busca sortear el referéndum, porque ahí, ni Pablo Casado le salva, hasta los jóvenes del PP piden ya un nuevo país. Una nueva España no sólo en la que quedarse, si no a la que poder volver. Una España llena de Mercadonas donde la gente cobre un sueldo digno, donde se trabaje una jornada laboral lógica y productiva y proponga un modelo productivo integrador.

No crean que me desvío mucho de mi propósito, pues esta es una columna de política económica y de la economía de la política. Así que medir consecuencias económicas de las decisiones políticas o de cómo la economía condiciona la política es vital. Tras la elección de Trump, los mercados y las economías más locales y empobrecidas de américa dieron un respiro y, al momento, un impulso. De cómo grandes potencias económicas como China y grandes empresas como Apple tiemblan ante un gobierno que piensa en América y los americanos y les saca de la dormidera que estableció Obama. De cómo las fuertes economías inglesas pedían un Brexit de Europa para volver al sistema anglosajón y miraran su papel en el mundo con vistas a su modelo y no al europeo. En Italia ha ocurrido justo lo contrario. El empujón al abismo de Renzi por parte de los populismos de verborrea fácil de Beppe Grillo, de los estratos de la derecha clasista de intereses difusos y de los cainitas del propio partido de Renzi, lo que han provocado es el hundimiento económico de Italia. Intervención de su banco más querido Monte dei Paschi, de la imposición para ya del Banco Malo y la tutorización de la economía italiana por su compatriota Mario Draghi bajo la amenaza de la Troika.

Una resaca tras la fiesta de la democracia que consigue pueblos más encrespados, coacciones a la democracia por los partidos más institucionalizados, miedo del poder, decisiones improvisadas de los Gobiernos y cabreo monumental de las economías locales. Es nuestro caso, el español. La falta de ánimo en el baile de las elecciones, bajo la amenaza de un tercer pasodoble con aires de réquiem, dejó una oportunidad perdida para la renovación del Gobierno y del Partido Popular. Vivimos la crónica de un Yo Claudio, con un Rajoy protagonista. Bajo aquella imagen de afable y compungido ministro de la etapa de Aznar, hoy mataría hasta su propio maestro. Y no solo eso, también a quienes, en teoría, están en la galaxia de la derecha electoral: empresarios, grandes y pequeñas empresas, emprendedores, sector energético, sector industrial, sector primario? A todos ellos les ha clavado la puya que haya sido necesaria para sangrar sus esfuerzos. Subida del IVA, subida del impuesto de sociedades, del alcohol, del tabaco, de los carburantes. Retirada de primas energéticas, bloqueo de tasas aeroportuarias, impedimento de salida a bolsa de sociedades estatales como Loterías y Apuestas, desprestigio de la industria cárnica porcina, asesinato de la industria láctea y remolachera en Castilla y León, por no hablar de la minera. Ha empujado a los españoles a vivir en la usura y encender los ánimos de los perros sarnosos que se agreden en la calle.

A toda fiesta le llega su resaca y, con ella, quien pague las consecuencias. Otro año más que acaba con Nochevieja universitaria donde ya ni existen las actividades culturales o dinamizadoras entre los jóvenes que vayan más allá del alcohol. Donde por mucho que se anuncie el pago de la organización de limpieza y seguridad local, dónde quedan los gastos de asistencia sanitaria, hospitalaria, de Guardia Civil o Policía Nacional. El alcalde piensa que lo que nos importa a los ciudadanos es qué cuestan las cosas y lo que importa es lo que vale tu ciudad. Valor asociado únicamente a lo que ingresan Carrefour o Mercadona, grandes ganadores del saqueo etílico.

Si quieren una buena educación en el consumo del alcohol, sólo se conseguirá como en la seguridad vial. Las imprudencias las paga el infractor, o lo que es lo mismo, la borrachera y la resaca la paga el mal bebedor. Si algunos padres lanzan a sus hijos a Salamanca sin educación cívica ni de consumo de alcohol o estupefacientes, que lo paguen con la factura sanitaria. Que pasar la borrachera en el hospital o en la camilla de una ambulancia sea lo que nos haga ver el valor de ser un sanitario ayudando a quien lo necesita, no a quien provoca la necesidad. Igual que una multa, una receta por asistencia sanitaria debida al alcohol o las drogas será un importante sistema educador en consumo, como lo es para la conducción. O lo han sido esas elecciones tan sonadas.

En definitiva, 2016 se acaba, por fin. Muchas fiestas ha habido y algunas resacas ya se han cobrado víctimas. Aún quedan fiestas por acabar o resacas por pasar.

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