¡Fuera caretas!

No hace muchos días, una dirigente populista, modelo de parlamentaria lactante, manifestaba que, si en España sólo votaran los menores de 35 años, el presidente del gobierno sería hoy Pablo Iglesias. Es una pena que la Ley Electoral sea tan caprichosa, porque, si al legislador se le ocurre aprobar que únicamente tienen derecho al voto los mayores de 35 años, esa misma señora no tendría hoy asiento en el Congreso.

Resulta bochornoso el espectáculo ofrecido el pasado día 19 en la Universidad Autónoma, pero sirve para aclarar dudas y abrir los ojos a quienes no quieren ver lo que se está cociendo. No hay que ser un iluminado para afirmar que la defenestración del obcecado Pedro Sánchez ha tenido como consecuencia inmediata un par de banderillas negras en todo lo alto?de Podemos. Cuando ya se veían sentados en el banco azul, a un "fascista" ex presidente socialista se le ocurre desenmascarar los planes encubiertos orquestados por Sánchez, Iglesias, Homs y algún otro advenedizo. Planes urdidos para que Pedro Sánchez se trasladara a la Moncloa, para que los populistas pudieran acceder al gobierno, y para que ese gobierno se mostrara dispuesto a aflojar la soga que, hasta hoy, tiene inmovilizada cualquier maniobra de secesión. De repente, todo se fue al traste. Algunos socialistas que aún no han perdido el sentido común, conscientes del peligro de esa intentona, cortaron por lo sano: Sánchez cesó como Secretario General del PSOE, Iglesias se quedó sin coche oficial, y el separatismo catalán vio alejarse la posibilidad de celebrar un referéndum con bendiciones oficiales, a la vez que empieza a comprobar cómo la justicia va estrechando el cerco a sus abusos de ayer y a sus arrogancias de hoy.

Como era de esperar, los responsables de Podemos se han apresurado a negar cualquier protagonismo como muñidores del escrache. ¡Faltaría más! El campus de la Complutense y Rosa Díez son testigos de que las huestes de Pablemos, lo que se dice una acción como esa, "no la harían nunca,? ni la volverán a hacer". Es cierto que las consignas que se gritaban forman parte del "manual de acción" que se ha empleado en otras muchas ocasiones, pero?. eso es mera coincidencia. Las pancartas también abundaban en el mismo lenguaje, pero es lógico, porque las proclamas, de tanto repetirlas, acaban grabándose en el subconsciente. Pues será por eso. Hasta es posible que entre los manifestantes hubiera algún estudiante. Cuando se está cargado de razón y se emplean modales correctos ?sin acudir a la violencia- se puede, y se debe, ir a cara descubierta. Pero claro, eso no viene en los manuales. Hay que dar caña porque, según el profeta de la tribu, "la violencia es otro camino para llegar a la democracia" ?y lo vamos a comprobar muy pronto-. Si así se concibe la esencia de la democracia, ahora me explico cómo serán sus clases en la facultad de Ciencias Políticas. El "no va más" de la vesania, es asaltar la sala que lleva el nombre del catedrático y magistrado Tomás y Valiente, asesinado allí mismo por ETA, protegidos con caretas que llevaban el nombre de alguno de sus terroristas. Claro que, como han llegado al uso de la razón en plena época democrática, no saben ?o no quieren saber- que habría sido más apropiado rotular sus caretas con el nombre de Stalin, su padre ideológico, de cuyo bigote pende la responsabilidad haber mandado ejecutar a millones de inocentes..

En España, hemos padecido demasiados "a quien corresponda" que no han sabido, no han podido, o no han querido asumir su responsabilidad de establecer límites a quienes han convertido su medio ambiente poco menos que en coto privado donde todo vale, incluida la violencia, para alcanzar sus metas. Uno de los campos más adulterados es el universitario, donde reina una dictadura estudiantil, dirigida por un populismo crecido, y amparada bajo el paraguas de la inviolabilidad universitaria, jaleada también por algún rector sospechosamente parcial. Convertir el aula en espacio hábil para el mitin y sustituir la cátedra por la arenga, es algo que siempre ha sucedido. La diferencia estriba en que, hasta ahora, los profesores que hicieron uso de estas herramientas demostraron una categoría humana e intelectual de la que carecen los nuevos salvapatrias. Al fin y al cabo, allí donde han adquirido responsabilidad de gobierno, lo único que ha quedado claro es su incapacidad para solucionar las primeras necesidades de los ciudadanos, aquello que verdaderamente tiene trascendencia y lo que, después de tanta promesa, se esperaba de ellos. A pesar de su juventud, siguen obsesionados con el 36. Parece que, después de 80 años, no hubiera otro tema más acuciante. Es verdad que, por desgracia, este período democrático se ha visto salpicado por demasiados lamparones vergonzosos, que nunca debieron suceder, y que todos repudiamos, a la espera de que sean juzgados los culpables. Pero, excepciones aparte, la Transición le debe mucho a políticos y gobernantes que, con la mejor voluntad, convirtieron España en una democracia moderna, una nación próspera y respetada, y un pueblo con más libertades y mayor bienestar social que nunca. Siempre habrá quien se ponga las gafas de ver las cosas de otra forma, repitiendo la misma cantinela. Es inútil que sigan por ese camino. La prueba de que no les toman en serio es que, cada vez, tienen menos votantes. Olvídense de esa táctica; quítense la careta y arrimen el hombro de una vez para acabar, entre todos, con este déficit de responsabilidad.