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Ya todo está pactado. Colombia se sueña en paz.
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Ya todo está pactado. Colombia se sueña en paz.

Actualizado 31/08/2016
Marcelino García

Los libros de historia colombiana van a tener de ahora en adelante una nueva fecha fundamental, equiparable a la fecha del grito de independencia, a la del Bogotazo, o a la fecha de la Constitución de 1991.

Diego Sánchez Soto. Activista por los Derechos Humanos.

El 24 de agosto de 2016 quedará consagrado como el día en el que por primera vez, tras más de cincuenta años de guerra, el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC llegaron a un acuerdo total de paz que acabará por fin con el conflicto interno más longevo del hemisferio occidental

Nada está pactado hasta que todo esté pactado, es la consigna que hemos venido oyendo hace ya casi cuatro años desde que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos anunció que había iniciado unos diálogos de paz con la guerrilla de las FARC. El poeta Mario Benedetti dijo alguna vez que "cinco minutos bastaban para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo". Así de relativo es, pues cuatro años pueden significar desde un simple ciclo político en una legislatura hasta el tiempo que tarda un estudiante en acabar una carrera universitaria. Cuatros años han pasado desde entonces y hoy por hoy, por fin, podemos decir que todo está pactado. Los libros de historia colombiana van a tener de ahora en adelante una nueva fecha fundamental, equiparable a la fechadel grito de independencia, a la del Bogotazo, o la fecha de la Constitución de 1991. El 24 de agosto de 2016 quedará consagrado como el día en el que por primera vez, tras más de cincuenta años de guerra, el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC llegaron a un acuerdo total de paz que acabará por fin con el conflicto interno más longevo del hemisferio occidental ¿Qué son entonces cuatro años de negociaciones para acabar con cincuenta de guerra?

Ya todo está pactado. Colombia se sueña en paz. | Imagen 1 Cincuenta años que nos dejan unos saldos catastróficos en términos de violación y quebrantamiento de los derechos humanos. Con un número de víctimas que alcanza los 8 millones, de los cuales se habla de más de 200 mil muertos, 45 mil desapariciones forzosas, casi 7 millones de víctimas de desplazamiento forzoso, 27 mil secuestros, 3 mil ejecuciones extrajudiciales y 1700 víctimas de violencia sexual. Son cifras que han alarmado por años a la comunidad internacional y pusieron a Colombia por mucho tiempo en la lista negra del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Han sido cincuenta años en los que por un lado los colombianos nos hemos acostumbrado a ciclos de violencia interminables, a las noticias diarias de catástrofes humanas que en otros países serían imperdonables. Quizás por comodidad o por la saturación del terror nos deshumanizamos a causa de la guerra. Por un lado la sociedad colombiana se acostumbró a ser víctima, pues lo somos todos de alguna forma, pero por otro, quedaron en ella heridas profundas y mal cicatrizadas que hoy polarizan políticamente al país en torno al proceso de paz. Respaldado por amplios sectores de la política colombiana, por parte de la sociedad, por la sociedad internacional y por organizaciones como Amnistía Internacional, es un proceso que ha sido foco también de importantes críticas de parte de la oposición, que ve con escepticismo ciertos aspectos que se han negociado en la Habana. La crítica fundamental tiene que ver con los acuerdos a los que las partes beligerantes llegaron en materia de justicia transicional y acceso a la participación política. La oposición ve en este acuerdo una inaceptable impunidad en los delitos de las FARC.Ya todo está pactado. Colombia se sueña en paz. | Imagen 2

Hoy, tras dos meses de la firma del cese al fuego bilateral (23 de junio de 2016), la primera vez que ambas partes callaron las armas y que contó con la presencia del secretario general de Naciones Unidas y de algunos jefes de Estado de la región, nos encontramos ante dos retos paralelos dentro del proceso.

Por un lado, tras la aprobación por parte de la Corte Constitucional del Plebiscito como mecanismo para refrendar los acuerdos de la Habana, Colombia se ha convertido ya en un escenario electoral. Hoy sabemos que dicho plebiscito tendrá lugar el día 2 de octubre. Así pues, queda por tanto en manos de la participación democrática, en manos de los colombianos mismos decidir sobre el futuro de este proceso. Esto se hará a través de una pregunta que se planteará de tal forma que los ciudadanos respondan en la papeleta SÍ o NO y los resultados de este plebiscito marcarán el destino del país, como pocas veces lo ha hecho un proceso electoral. En este sentido, y por la relevancia que ocupa en el escenario político se han empezado a mover ya grandes maquinarias de campañas por lado y lado. En un país con una histórica baja participación electoral es primordial que el 2 de octubre hagamos uso de la pequeña parte de la soberanía que nos corresponde y decidamos, por lo que nos diga el corazón, pero decidamos ya que se nos ha dado la opción para ello.

Por otro lado, y a modo paralelo de todo este proceso electoral por el plebiscito, 5 días después de la firma del acuerdo final en ese histórico 24 de agosto dará comienzo el arduo proceso de dejación de armas por parte de las FARC. Proceso que implica, según lo pactado en los acuerdos, que los guerrilleros se concentren en campamentos ubicados en 23 zonas rurales pequeñas y delimitadas donde no podrán portar armas ni hacer manifestaciones políticas ante los civiles con los que convivan en estas áreas. Allí se instalarán unos contenedores donde, bajo unos plazos determinados, se irán depositando las armas. Así, se prevé que este proceso tenga una duración de 180 días (6 meses) a partir de ese 24 de agosto y será monitoreado y verificado a través de un mecanismo tripartito conformado por delegados de gobierno colombiano, delegados de las FARC y delegados del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Este último componente es fundamental ya que al final del proceso de dejación de armas será esta organización quien reciba las armas y las destruya.

Ya todo está pactado. Colombia se sueña en paz. | Imagen 3

Así pues, hemos llegado a un verdadero sprint final de un proceso de cuatros años que no son nada comparados con los años de sufrimiento. Cuatro años que han puesto a prueba la paciencia de un país esperanzado que hoy ve los primeros rayos de sol en este nuevo a amanecer del país. Generaciones enteras nacidas en un conflicto que parecía interminable, aun preocupadas por los altos índices de impunidad, sonríen hoy porque pueden permitirse soñarse una vida en paz y darle vida al sueño, soñarse que va a terminar una guerra que no iba a ganar nadie. Pues, en palabras de Santiago Gamboa, "las guerras no se ganan ni se pierden, sobre todo se sufren" y Colombia está harta de sufrirla.

El "basta ya" que se gritaba en las manifestaciones por la paz hace casi diez años, que como mareas blancas inundaban las calles del país, hoy late más fuerte que nunca.

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