Las fiestas de los pueblos

En mi caso estoy a caballo entre Moralina de Sayago y Muga de Sayago de donde es mi mujer.

Son pueblos tradicionales de Castilla y León, mañana la fiesta de la Asunción y pasado mañana la de San Roque.

En Moralina mañana se organiza una gran feria de artesanos, alimentación, etc. Pero desde la asociación cultural de la Veiga, se recuperan oficios perdidos como la parva, la matanza, etc. En Muga son más de Misa y Santos, tienen un bonito coro y bailan la bandera, es un pueblo que conserva más folklore.

Por lo tanto estamos de verbenas y discoteca móvil. Yo soy más de pasodobles, rumbas y tangos.

Son épocas en que los pueblos desiertos se llenan de hijos pródigos, algunos le traen los nietos a los abuelos y otros ya no tienen abuelos y la casa está más desangelada.

A pesar de la edad y los botellones de los coches seguimos disfrutando las verbenas. Nos vemos con amigos de la infancia, de esos de verdad, que tuvieron la valentía de quedarse en el pueblo y que saben un montón de cosas. Igual sueldan, que hacen la matanza, que siembran un huerto, que levantan una pared de piedras, etc. Qué poco se valora tanto saber y una vida más austera y más cercana a la tierra.

Si conseguimos proyectos de Garantía Juvenil e inclusión para jóvenes que ni estudian, ni trabajan, intentaremos construir con ellos una oportunidad en la vuelta al campo a recuperar viñas, olivares, colmenas, ganadería, etc. Hace tiempo que no pronuncio la frase de que ser agricultor es una profesión y no una condena.

Este verano después de estar en Marruecos y en Rusia, veo menos diferencias entre los países. La gente que vive del campo sobre todo es más generosa y más auténtica. A veces aquí en España ya es más desconfianza por las veces que la han pisoteado.

Bien decía Milani que la verdadera cultura es la del que perteneciendo a la masa domina la palabra.

Hoy el artículo lo escribo en un sobrao con historia de la buena, de familias valientes y unidas de la posguerra. Casas hechas de piedra y que en el tejado tenían un ripio de escobas y barro, que en las paredes interiores tenían adobes y que no podían estar mejor aisladas. El espíritu de estas personas mayores es más luchador que el de los propios olímpicos ellos trabajaban por sobre vivir y sacar a sus hijos adelante, no creo que nuestra generación esté a su altura. Todos mis respetos y admiración.