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Políticos poliédricos
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Políticos poliédricos

Actualizado 21/02/2016
Francisco López Celador

En política, como en cualquiera otra faceta de la vida, se sobreentiende que las personas de bien se caracterizan por manifestarse fieles a los principios que proclama su ideario. Por desgracia, los que no vivimos de la política ?pero mantenemos a quienes sí viven de ella- cada día estamos más desilusionados al comprobar que, salvo rarísimas excepciones, los llamados líderes - en algún caso con muy poco acierto- de los partidos han desarrollado tal nivel de desvergüenza que no dudan en faltar a la palabra dada, sin tratar de justificar las razones que les han llevado a dar el "volantazo".

[Img #568040]Tirando de hemeroteca, aparecen numerosas afirmaciones efectuadas en medios de máxima difusión que, más de una vez, han tenido una vigencia de horas. Si es que en alguna ocasión pudo existir una razón que justificara ese cambio de actitud, el político "chaquetero" se encargará de enmascararla para, sin reconocer su infidelidad, tratar de magnificarla y quedar siempre bien. Después está la corte de aduladores que, esperando participar del posible reparto de sinecuras, aparecerá al lado de su jefe, asintiendo a cada una de sus justificaciones y batiendo las palmas con renovado entusiasmo. ¡Ah! Si alguno es tan osado como para hacer constar, pública o privadamente, que lo que se pretende va en contra de la línea del partido, más le valiera haber callado, porque toda la organización se lanzará a su cuello y habrá terminado cualquier probabilidad de medrar entre los suyos. El jefe siempre tiene razón, sobre todo cuando no la tiene.

En muy pocos días deberá sustanciarse el acuerdo ? si es que no está todo el pescado vendido- que posibilite la formación de un gobierno medianamente estable. Cuando estudiábamos aritmética en el bachiller, nos enseñaron que las magnitudes conmensurables no son susceptibles de crecer o menguar por sí solas; para variar su valor es necesario relacionarlas con otras homogéneas por medio de operaciones sencillas. Hay políticos que, o no aprobaron las "mates", o quieren explicarnos la cuadratura del círculo. Si nos declaramos partidarios de los principios inamovibles de nuestra Constitución, para tratar de sumar cantidades homogéneas- es decir, partidos constitucionalistas- las posibles soluciones están claramente definidas: coalición PP, PSOE y C,s; o la unión de dos de ellos, con la abstención del tercero. Si la suma es heterogénea -constitucionalistas y antisistema-, las soluciones son varias, pero siempre habrá algún partido que estará prostituyendo su ideario. Sí, ya sé que se aduce como motivo del desacuerdo aquello de que la corrupción es algo despreciable. Yo también la aborrezco, pero ¿es que el PSOE está en condiciones de asegurar que es menos corrupto que el PP? Si nos atenemos a las cantidades "distraídas", sencillamente no hay color. Sin embargo, hay algo muy claro. Es precisamente ahora cuando más casos están aflorando a la luz pública. Es decir, el Estado de Derecho funciona. No podemos decir lo mismo de la lentitud con que se sustancian algunos procedimientos judiciales que, a la larga, están consiguiendo que más de un encartado se esté librando de la "pena de telediario". Así pues, la disculpa de tanto "NO" al PP, porque tiene mucho corrupto ?que es verdad- ya no vale.

De ahí viene el título de este comentario. Como los poliedros, hay políticos que tienen varias caras y, en aras a alcanzar el poder, no dudan en disfrazarse con una careta que no va con su fisonomía política y que, más que careta, se convierte en carota. Si después de lo manifestado, tanto por Pedro Sánchez como por Pablo Iglesias, dejando bien claro las líneas rojas que debería respetar el contrario para poder cohabitar en un programa susceptible de ser aceptado por ambas fuerzas, ahora descubrimos que donde dije digo?., llegaremos a la conclusión de que ambos pillos pretenden llegar al poder sin importarles una higa lo que piensen sus paisanos. Pero claro, el verdadero problema no está en que ellos pretendan tomarnos el pelo sin más; lo verdaderamente triste está en ver que, quien pretende llegar al Palacio de La Moncloa, parece ser el único que no ha comprendido que es a él a quien van a tomar el pelo, para, después, desalojarle de La Moncloa y, a continuación, del PSOE. Antes pensaba que el PSOE era un partido con una idea muy clara del sentido de Estado, que apostaba por la unidad de España y la igualdad de los españoles; ahora tengo que llegar a la conclusión que, o ha cambiado, o quienes lo dirigen no son verdaderos socialistas. No es posible que estén todos tan ciegos como para no darse cuenta del precipicio al que se está asomando España. Esto, señores, no es apostar al miedo, es predecir lo que ya ha sucedido allí donde se ha intentado desafiar las leyes de la lógica. Aún se está a tiempo de recobrar el sentido común. Después no valdrá decir que no se tenía suficiente información, o que la culpa es de los demás.

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