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La gloria y la distancia
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La gloria y la distancia

Actualizado 07/02/2016
José Román Flecha

[Img #553685] "¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al rey y Señor de los Ejércitos". Esta exclamación del profeta Isaías (Is 6,5) se sitúa en el marco de una profunda experiencia religiosa, que podría articularse en tres momentos.
En primer lugar, el profeta se ve inundado por el esplendor de la majestad de Dios, que no es accesible a los sentidos humanos. Inmediatamente, a la luz de esa gloria percibe también su pecado, entendido como una distancia insuperable, es decir como la falta de dignidad ante la santidad de Dios. Pero en un tercer momento, de Dios mismo le llega la purificación.
Una vez purificado, Isaías puede recibir la misión que Dios le confiere. Él ha de ser portavoz de su mensaje. Es verdad que no ha de ser fácil. En las palabras divinas del envío se prevé la dureza de las gentes a las que el profeta es enviado. Pero nada puede amedrentar al que ha sido tocado por el fuego que arde ante el santuario.
DE LA MISERICORDIA A LA MISERIA
El evangelio de este domingo 5º del Tiempo Ordinario refleja una experiencia semejante, aunque vivida en un ambiente diverso. Ante una pesca desacostumbrada, Pedro se arroja ante los pies de Jesús (Lc 5,8). Isaías es de Jerusalén, Pedro es de Betsaida. No está en el templo, sino en el mar. Ahora la gloria de Dios se manifiesta en Jesús de Nazaret.
Pero algo muy importante une a los dos relatos. En nuestra sociedad se piensa que las religiones procuran suscitar en sus fieles el sentido de la culpa para ofrecerles a continuación el remedio del perdón. Tal vez sea ese el estilo que adoptan la propaganda política y la publicidad comercial. Pero no es ese el proceso auténticamente religioso.
El camino de Isaías y de Pedro es exactamente el contrario. No va de la culpa a la gracia, sino de la gloria divina al descubrimiento de la verdad humana. No va de la angustia a la súplica. Va del esplendor de la misericordia a la confesión de la propia miseria. Isaías y Pedro descubren que el pecado es siempre la "in-dignidad", es decir, la distancia ante el Santo.
DEL FRACASO A LA MISIÓN
El hermoso relato evangélico que hoy se proclama subraya la dignidad de Jesús de Nazaret, la exhortación a escuchar su palabra que nos envía a los mares, y la promesa de una misión que ha de dar sentido a la vida del discípulo. Todo ello apoyado en el diálogo entre Jesús y Pedro. Son cuatro frases que nos interpelan:
? "Rema mar adentro". Jesús necesita la colaboración de Pedro para su misión. Pero, al aceptar esa ayuda, suscita la generosidad del discípulo y hace posible un futuro inesperado.
? "Por tu palabra echaré las redes". El discípulo ha de estar dispuesto a reconocer su propio fracaso. Pero hace bien al confiar en la palabra de su Maestro.
? "Apártate de mí, Señor que soy un pecador". La arrogancia no es buena consejera del discípulo. Descubrir la presencia del Señor sólo puede suscitar asombro y humildad.
? "No temas: desde hoy serás pescador de hombres". La generosidad del Señor ofrece apoyo a la debilidad del discípulo, al tiempo que aprovecha su capacidad y la transforma.
- Señor Jesús, agradecemos que hayas querido disponer de nuestra pobre capacidad. Humildemente reconocemos la distancia que nos separa de tu grandeza. Pero, asistidos por tu gracia y tu misericordia, estamos dispuestos a aceptar la misión que nos confías.

José-Román Flecha Andrés

CON MARÍA JUNTO AL ENFERMO
Confiar en Jesús misericordioso como María: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2,5) Ese es el lema del mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo. Como es habitual se celebrará el día 11 de febrero. Pero este año 2016 tendrá como escenario la ciudad de Nazaret, en Tierra Santa.
Aprovechando esa circunstancia. El Papa nos recuerda el episodio evangélico de las bodas de Caná. En aquella ocasión, ante la falta del vino, la atención de María hizo posible el primero de los signos obrados por su Hijo Jesús.
Bodas%2Bde%2BCan%25C3%25A1.pngCabe preguntarse qué enseñanza nos proporciona aquel acontecimiento con relación a la Jornada Mundial del Enfermo. Pues bien, el Papa responde a esta pregunta, invitándonos a fijar nuestra atención en tres protagonistas del relato evangélico.
1. En primer lugar está María. En ella "tenemos una Madre con ojos vigilantes y compasivos, como los de su Hijo; con un corazón maternal lleno de misericordia, como Él; con unas manos que quieren ayudar, como las manos de Jesús, que partían el pan para los hambrientos, que tocaban a los enfermos y los sanaba".
Hay una frase del Papa que vale por un discurso: "En la solicitud de María se refleja la ternura de Dios". Pues bien, esa ternura de María se refleja y ha de reflejarse en los sentimientos y en las personas que "se encuentran junto a los enfermos y saben comprender sus necesidades, aún las más ocultas, porque miran con ojos llenos de amor".
2. El puesto central del relato corresponde obviamente a Jesús. "Él es Aquel que socorre al que está en dificultad y pasa necesidad. En efecto, en su ministerio mesiánico curará a muchos de sus enfermedades, dolencias y malos espíritus, dará la vista a los ciegos, hará caminar a los cojos, devolverá la salud y la dignidad a los leprosos, resucitará a los muertos y a los pobres anunciará la buena nueva (cf. Lc 7,21-22)".
En el día de hoy la actividad de la Iglesia y la presencia afectiva y efectiva de los que siguen a Jesús ha de manifestar "no sólo el poder mesiánico de Jesús sino también su misericordia".
3. Además de Jesús y de su Madre, en Caná estaban también los «sirvientes». Estos personajes anónimos del Evangelio "no sólo obedecen, sino que lo hacen generosamente? Se fían de la Madre, y con prontitud hacen bien lo que se les pide, sin lamentarse, sin hacer cálculos".
También hoy, es impagable la profesionalidad y la cercanía de tantas personas que mantienen la esperanza de los enfermos, alivian sus dolores y hacen posible su reinserción en la comunidad.
Según el Papa Francisco, cada vez que se ayuda discretamente a quien sufre, o cuando se está enfermo, se tiene la ocasión de cargar sobre los propios hombros la cruz de cada día y de seguir al Maestro (cf. Lc 9,23); y aún cuando el encuentro con el sufrimiento sea siempre un misterio, Jesús nos ayuda a encontrarle sentido".
En este año, María de Nazaret nos enseña a llevar la ternura de Dios a todos nuestros hermanos que sufren.
José-Román Flecha Andrés

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