Un político en la luna

Que sepan que me afilié a ciudadanos hace poco más de un año por influencia de los yihadistas, cuando cometieron la imprudencia de entrar en la redacción del Charlie Hebbdo. Me explico, que a mí me gustaría ser sátiro, y la sangre de las paredes, si es la de tus compadres, cuando no acobarda da un arrojo.

El plan de entonces era meterme en la política para saltarme sus reglas, llevar siempre la contraria, meter el dedo en la conciencia y pedir después el voto.

Porque no quería soportar por más tiempo esta histeria colectiva de enfadarse por todo y de nunca sonrojarse. Que la responsabilidad siempre sea de otro, que se le encasquille el arma a un terrorista y que otra vez nadie sea capaz de reaccionar. Que?

Perdónenme el sermón, que desde que soy concejal ya no estoy en disposición de exigirles a ustedes auto soluciones sino en la obligación de mandar a la policía local a los problemas.

Entonces, el año pasado, con lo de Charlie Hebbdo, yo era todavía traslúcido y decía lo que me venía al pairo. Lo digo, porque la política pesa, y te aplasta el habla contra un titular de prensa. Y por supervivencia me guardo libertad bajo el paladar, con la esperanza puesta en la vuelta de las modas, la de aquellos anárquicos ochenta con los políticos del rock and roll. ¿Se acuerdan de aquél famoso discurso de Tierno Galván?:

Que los muchachos y las muchachas puedan abrazarse sin que eso signifique deshonestidad. Hay más deshonestidad en el que mira que en el que hace.

Ya sé que no conocían esta cita. Yo tampoco. La he encontrado en you tube por casualidad rescatando esa más famosa del: Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque... y al loro.

Entonces los políticos eran como indios, que se montaban sobre los pelos de la lengua y se fumaban las pipas de la paz. Ahora, si no quieres ser nominado a la hoguera, tienes que comportarte como un colono inglés: protestante en la intimidad y puritano para afuera. Y el puritanismo no es una mosquita muerta, es aquel ejemplo de decencia en que los buenos someten a los malos a la combustión.

Yo mismo no puedo siquiera ofrecerles el artículo (nunca publicado) que realicé entonces a razón de presentación de mi afiliación, sin salirme de la carretera por aquél exceso de transparencia. Y me gustaría. Aunque, al menos, todavía me atrevo a arriesgar entre los límites de la velocidad.

Pero cuando es de ley, el destino empuja los tabúes y el testigo lo cogen los jóvenes afiliados, que todavía corren más que el viento:

Lo que pasó anoche en París nos hizo llorar a todos, odiar un poco más y querer un poco menos.

Que lo que pasó anoche en París nos duela pero no nos mate: que el dolor merezca la pena.

(Natalia Robledo Carranza)

Esto son nuestros cachorros: los viejos rockeros que nunca mueren, se reencarnan. Si entonces tuvimos que salir de una dictadura, ahora de una herencia envenenada. Y a los rencores saltar la hoguera de san juan.

(Natalia se va a atrever a escribir aquí conmigo, con lo que pronto la tendrán para ustedes.)

En este tiempo la política me ha puesto en el lado oculto de la luna, y me ha dejado compuesto y sin novia (literalmente, pero no voy a entrar en detalles). Y entonces, ¿porque no me dejo de tanta altura?

Porque desde el alunizaje en el ayuntamiento me he dado cuenta que parte de la libertad guardada era libertinaje, y que es bueno rascarse el ingenio y aprender a doblar las palabras con la naturalidad con que se doblan las esquinas.

Y la luna parece fría, pero el sol de medianoche, que no quema pero enseña lo más sensible. Por eso desde que soy concejal la ciudad se me hace interactiva. Sonrío y las calles me devuelven la sonrisa. O las sientes mustia, como cuando le falta un columpio a un parque.

Y porque sé que ahora mismo alguno de ustedes me toma por cursi sin merecerlo, les contaré la satisfacción de participar de las cosas grandes, como que el 59% del presupuesto del Ayuntamiento sea destinado a gasto social, y abierto ilimitadamente a cualquier emergencia. Que sobre el papel significa que ninguna familia en la calle, y en la práctica que tenemos el despacho abierto para dar inmediata solución a cualquier fallo en el sistema.

Y puede resultar excitante que te salude por la calle marcial un policía local, pero pronto te acostumbras y le pierdes el valor a ser don importante. Lo que te queda para siempre es su dedicación cuando te pasas por la nochevieja universitaria (sin entrar a valorar) y ves cómo se cuida aquí de yihadistas a los jóvenes de toda España. Y de todo lo que pasa te sientes un poco parte.

En fin, que les espero aquí regularmente. A cambio, y en la medida de las normas políticas de tráfico, les daré lo mejor de mí cuando los semáforos estén en ámbar. Un fortísimo abrazo.

Fernando Castaño Sequeros

Concejal de Ciudados en el Ayuntamiento de Salamanca