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A la espera de que encuentren una palabra
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A la espera de que encuentren una palabra

Actualizado 01/01/2016
Luis Miguel Santos Unamuno

[Img #519050]La importancia del lenguaje en la construcción del mundo está a punto de mostrar su fuerza una vez más. Dos partidos políticos condenados a unirse para que no triunfe un tercero, independientemente de la mayor o menos afinidad de sus programas pero dependientemente de la poca afinidad entre sus líderes, se están devanando estos días la sesera y pidiendo creatividad a sus mentes pensantes para que encuentren un palabra que no suene mal y permita superar un gran escollo conceptual que en principio los separa. Una expresión al estilo de tolerancia cero. Una palabra como afroamericano o sobrepeso. Una palabra que sustituya a referéndum o consulta para no herir susceptibilidades ni provocar bajadas de pantalones. Y la encontrarán.

Encontrarán una manera de ignorar lo que ya aburre decir: que solo el hecho de que se realice una consulta implica que se acepta ese corpus electoral como una parte con entidad propia a la hora de tomar decisiones. Me recuerda los tiempos revueltos del tardofranquismo en las asambleas de facultad: vamos a votar para ver si se vota, que tanta risa nos daba y que nos entorpecía llegar a algo pero que estaba cargado de sentido porque era otorgarse a sí misma, la asamblea, el derecho a tomar una decisión que repercutiría en todos y para la que quizá no estaba legitimada. Si la Generalitat actual quiere la independencia, que por los pronunciamientos que se oyen me malicio que sí, debe buscarla por su cuenta y a espaldas de las instituciones estatales, que es lo que está haciendo y a mi modo de ver con una estrategia impecable. Mira, para empezar ya encontraron su palabra: desconexión.

Pero volviendo al tema, perdón que me lío, está claro que el deseo de poder va a poder con el deseo de mejorar posiciones en unas posibles nuevas elecciones ante las que todos sienten el mismo canguelo de asomarse al abismo, como los concursantes que en la tele deben decidir entre plantarse con lo ganado o seguir. Por mucha sonrisita que esbocen ante la prensa. Me gustaría verlos a solas. Así que a los líderes del PSOE y Podemos yo les hago ya una propuesta inicial: que dejen de hablar de líneas rojas y pasen a llamarlas amarillas. Como aquello tan mondante del amarillo auto y el amarillo selectivo que todos nos aprendíamos cuando sacábamos el carnet de conducir. Y eso que eran de color naranja o ámbar. Pero las palabras son las palabras. Porque no me digan que no es bonito el anglicismo de sobrerrepresentados para referirse a nosotros, los habitantes menguantes de Castilla y León que no nos merecemos tanto diputado. Aunque en el fondo sí que creo que lo estamos, sobrerrepresentados digo, porque con los poquitos que somos no es lógico exigir que haya como mínimo un diputado por Soria o por Salamanca, un poner, en las Cortes del mismo modo que no nos toca nunca el Gordo ni hay demasiados concursantes de Gran Hermano en el pueblo de al lado. Pero sí es lógico que en la elaboración de las leyes se tenga en cuenta la dispersión tanto como el grosor poblacional. Una especie de fusión de un Congreso más proporcional y un Senado más territorial en una cámara única estaría bien.

A mí me importa bien poco de dónde sea un ministro siempre que desarrolle las políticas para las que le he votado (si he tenido la suerte de que gane el mío, lo que no me suele suceder) y sea eficiente. Lo que se piensa de la acogida de refugiados, del aborto, de las energías, del Tratado de libre comercio, del despido libre, del despliegue internacional de tropas, de la cultura, del trato a los mayores, de las becas universitarias, de la privatización de la Sanidad, etcétera, etcétera, debería configurar el programa de un partido y el perfil de un político. Que sepa pasar del ¿Qué hay de lo mío? al ¿Qué hay de lo nuestro? Eso debería ser lo importante y no dónde haya nacido ni cómo se lleva con sus compañeros de promoción. Para eso está el Facebook. ¿Seré un iluso?

Me gusta dejar correr la vista de vez en cuando por el viejo diccionario ideológico de Julio Casares y no veas la cantidad de palabras que allí encuentras y que te llevan de una a otra y te hacen pensar. Él las agrupó por "ideas" sin que sean exactamente sinónimos. Iglesias y Sánchez (no me refiero a Tania no la vayamos a liar, aunque ya le hizo algo parecido a IU) podrían utilizarlo para hacer creer a sus partidarios que pactan sin pactar y así no alejar a futuros votantes por lo que pueda venir. Les listo algunas relacionadas con enredo y engaño (encontré las conocidas mentira y falsedad que me trajeron a la memoria un fandango de El Sevillano, "Di mentira y falsedad y dirás género humano"): embeleco, mixtifori, alicantina, cancamusa, changüí, mohatra, socaliña, picardía, morisqueta,enjuague, gatuperio, baruca, trapisonda, tinglado, engaritar (mi padre usaba mucho ésta), imbunche, añasco, candinga. No me digan que no es hermoso el lenguaje.

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