OPINIóN
Actualizado 12/07/2025 10:08:46
Juan Ángel Torres Rechy

El cielo más alto, arriba del cielo que vemos, alinea su luz con la del corazón cuando la encuentra semejante.

Nueva era para las humanidades y las artes NJ
En días recientes, he atestiguado dos hechos que, de manera indirecta, pero no aislada, han confirmado una intuición concebida tiempo atrás. La calidad en la ejecución de una tarea implica tiempo. En algunos casos, además, la persona termina por convertirse en la tarea, la profesión, misma. Esos hechos son la traducción del poema Quetzalcóatl, de Rómulo Pardo Urías, al chino, y el comentario de una profesionista china del español sobre el ensayo Lección de estética, del filósofo mexicano Roberto Meyer Vega. La traducción y el comentario los han hecho Fátima y Zoe, respectivamente. En sus publicaciones agregaremos sus nombres chinos y referencias completas.
Sus trabajos no tomaron una semana, implicaron más tiempo, pero una vez presentado ha dejado al autor de la columna sin palabras. La iniciativa que articula las colaboraciones, puesta en marcha por quien firma el escrito, recibe el nombre Nueva era para las humanidades y las artes NJ. Sobre Zoe, de ella contamos con una colaboración anterior, Un caso de agudeza de ingenio en el mercado de capitales chino histórico.

Limpieza en el trabajo
Una característica que se desprende de la consumación de los procesos referidos la identificamos como limpieza. Lo explicaremos con otra imagen. El maestro artesano encuadernador, grabador, pintor, calígrafo, hace gala, sin proponérselo, de la tinta y el polvo en sus manos. En el taller de bicicletas lo vemos también. Los maestros lucen las huellas de su trabajo manual con cadenas, estrellas, piñones, frenos, llantas. El trabajo que presentan estos maestros (cuando decimos maestros nos referimos igualmente a las maestras), luce limpio.
La mirada acostumbrada a ver la belleza, se vuelve capaz de reconocerla en el entorno. Tengo en el escritorio un libro obsequiado por el maestro grabador Carlos Garibay (México), Estampa y paisaje. Obra completa de Carlos Garibay. En China, su trabajo ha sido ponderado en términos excelsos. Lo hemos llevado como presente para amistades que, sensibles a las obras perfectas, lo han colgado en recintos nobles de una ciudad con una acendrada vocación histórica, Nanjing, Jiangsu, capital del país en la dinastía Ming y la República de China.

La causa
Hoy por la tarde, tomé un café con el filósofo Roberto Meyer Vega (México). Nos encontramos por casualidad. Habíamos acordado una cita en un café céntrico de la ciudad de Xalapa, Veracruz, pero tres o cuatro horas antes, al salir a la calle a hacer otro recado, lo encontré de frente al girar a un costado del parque Juárez. El café lo adelantamos a ese momento, claro está. La ciudad misma, echando mano de su cualidad orgánica de ser viviente que actúa a favor de la gente que la habita, quiso concedernos ese guiño del destino, con su consiguiente suministro de tiempo adicional, para recrearnos en el entramado de una conversación que podría resumirse con cuatro palabras clave: café nuevo, cerveza en lugar de café, arte o vida en lugar de literatura solamente, y ser humano.
Desde mi punto de vista, cuesta trabajo no dejarse arrastrar por el caudal del siglo hasta dar con la escollera de la contrición. Según cuenta la literatura de iniciación, eso antecede a la reforma de la persona convertida en iniciada. Décadas atrás, me lo refirió una amistad cuando dijo que debía encontrar la cuadratura del círculo. Ese profesor de la Facultad de Letras Españolas aseguraba que la virtud no necesariamente se encontraba en las antípodas de la aventura y el misterio.
Esa virtud es la que se echa en falta en las profesiones de la urdimbre de los pueblos. Si cada profesionista la tuviera como seña distintiva, no habría cabida para la desconfianza ni la injusticia. Los abogados protegerían a los desamparados y estos mismos, o sea nosotros, no guardaríamos ningún recelo en ir a una consulta médica con un profesionista con la mente clara y la inteligencia despierta.
En el libro de filosofía que tengo a la mano, se lee en el diálogo de la página 83 que un personaje le pregunta al otro cuál es la finalidad de la obra narrativa que escribe. La obra la ha escrito en un arco de tiempo de dos años y medio y se acerca al final. Como respuesta, el personaje responde que no puede hablar de la finalidad, pero sí de la causa que la origina: poner en el mundo algo que no existía antes. Tal respuesta la ilustra, además, con un pasaje de Borges, donde una persona lleva puños de arena de un lugar a otro, para mudar al desierto.
Un día en Nanjing, una estudiosa del budismo me dijo que el universo cabe en un poro de la piel. Esto me brindó esperanza, nos conforta a quienes sabemos que no terminaremos de leer los libros que aún no hemos comenzado. Yo me dedico a esa práctica en la actualidad. Abro un libro y leo no una página, sino un párrafo, o en el mejor de los casos un renglón, un epígrafe. Otra característica esperanzadora la recogemos de la pedagogía estética de Aby Warburg. El orden de las cosas no siempre responde a un modelo preestablecido. El conjunto de relaciones entre los elementos dispone de una natural apertura a la influencia de cada genio. Un conjunto orgánico, por lo tanto, cobra su sentido debido a la mente que lo organiza. En Warburg, lo vemos en relación con su Biblioteca y Atlas de la memoria.

Liturgia de un amor también material
¿Se han detenido a pensar en el camino al amor? El amor resulta al cabo de un proceso que pudo haber tenido como inicio, quizá, una intuición, un destello. El amor se encuentra al otro lado de la página. El amor implica un acto de voluntad, mas no por ello conlleva una carga: lo contrario, libera. Es una costumbre, que lejos de tornar en materia inerte la intuición original, multiplica con su liturgia cotidiana la cantidad de belleza sencilla. El amor guarda silencio también, cuando sabe que su máquina avanza sin necesidad de pedirle a las estrellas que arrimen el hombro. El amor destella no solo en el vínculo entre dos personas, sino también entre una persona y un objeto, como Warburg y su Biblioteca y Atlas de la memoria.
Los rituales de la mujer y el hombre absortos en sus profesiones repiten lo mismo del día anterior, pero lo actualizan. Retiran de la superficie el polvo acumulado en las 24 horas y dejan a la vista un ejercicio rico en esmero y devoción. El brillo de la superficie anuncia un misterio oculto, que en ocasiones ni siquiera el artífice calcula. A veces, esa parte oculta, inaccesible, confiere su valor al objeto.
El cielo más alto, arriba del cielo que vemos, alinea su luz con la del corazón cuando la encuentra semejante. Los párpados despiertan. Debido a esa enseñanza, que no he leído todavía, ni menos aún he aprendido, quisiera retirar del espejo de tinta de mi pluma las cosas acumuladas del pasado; quisiera llevar mi página en blanco al taller de un maestro zapatero, costurero, para recoger con su fonética los sonidos de la creación; quisiera aprender a escribir con el sigilo y tiento del policía que inspecciona el Callejón del Infiernillo desde el otro lado de la calle. Quisiera convertirme, en definitiva, en un libro encontrado en una manta del mercado, que al ser inspeccionado en casa, a la luz de una lámpara cansada, junto a una ventana debajo de la noche oscura, revele una tipografía bien impresa, que pague con el tacto áspero de cada carácter, del grabado no inserto en la página 37, las cinco monedas pagadas.

Un nombre propio conseguido
Copiaré, a continuación, el inicio del primer párrafo. “En días recientes, he atestiguado dos hechos que, de manera indirecta, pero no aislada, han confirmado una intuición concebida tiempo atrás. La calidad en la ejecución de una tarea implica tiempo. En algunos casos, además, la persona termina por convertirse en la tarea, la profesión, misma.” Por este motivo, debido a la urdimbre social que nos sostiene, lo que quede fuera del alcance de las manos será proporcionado por alguien más. Convertirse en el ser al que uno fue invitado por la oración de Giovanni Pico de la Mirándola comprende interrelacionarse con todo lo que de verdad existe en la creación.
torres_rechy@hotmail.com

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