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PORTUGAL
Actualizado 19/07/2023 18:14:29
Raquel Martín-Garay

El papel de Portugal en la acogida de refugiados de la Segunda Guerra Mundial, las vicisitudes en la aduana y las anécdotas de la primera oficina de turismo que abrió en el país, no por casualidad, en la frontera

"Memorias de Vilar Formoso" es una historia de viajeros que llegan en tren, de trámites en la aduana, -cuando Vilar Formoso era la principal puerta terrestre de entrada o salida de Portugal-, de viajes al estilo de otros tiempos, sin prisas. O con mucha prisa por dejar cuanto antes el viejo continente, perseguidos por los nazis.

De diciembre de 1939 a julio de 1940, el Servicio de Propaganda Nacional (SPN) de Portugal abrió delegación en la primera localidad portuguesa que los pasajeros del Sud Express encontraban al atravesar la frontera: Vilar Formoso. Su Libro de Oro, con las firmas de las más ilustres personalidades que por allí pasaron, y los diarios del responsable de la oficina de turismo constituyen hoy un valioso testimonio de la historia reciente de Portugal y de Europa.

Consciente de la importancia de la imagen que los extranjeros se llevasen del país, Portugal abrió su primera oficina de turismo a finales de 1939, no en una encantadora villa costera, sino en Vilar Formoso, una humilde localidad de frontera, pero por donde estaban obligados a pasar los extranjeros más influyentes. Allí eran especialmente agasajados por el jefe del Puesto de Propaganda, António Hartwich Nunes, elegido personalmente por el director del SPN, António Ferro, para esta labor.

António Hartwich Nunes no era un portugués común de la época: era culto, hablaba cinco idiomas, había trabajado en puestos directivos para multinacionales como Philips o Michelin, había vivido en La Haya, donde había ejercido como cónsul de Portugal, y en París, trabajando en la Grand National Films. Era un hombre de mundo, pero patriota y leal al régimen.

Hartwich Nunes se enteraba de la impresión que el país había causado en quienes lo abandonaban, -pudiendo, de esta manera, corregir errores-, y se esmeraba por ser el mejor representante de la hospitalidad portuguesa al recibirlos.

Vilar Formoso es uno de los protagonistas de esta historia. El Sud Express es otro. Y António Hartwich Nunes, el tercero. ¿Qué unió a estas tres variables desde finales de 1939 a mediados de 1940? Principalmente, dos cosas: La Segunda Guerra Mundial y la mejor propaganda al servicio de Portugal.

Hablemos de "Memorias de Vilar Formoso", el libro que recoge el diario de António Hartwich Nunes durante los meses que permaneció en la frontera.

La cortesía de Portugal empieza en la frontera

La joven Alva representaba, probablemente, las virtudes con que Portugal quería vincularse: modestia, una belleza sencilla y espíritu de servicio. La "menina Alva" era la ayudante de Nunes en la oficina de turismo y, según éste deja patente en sus diarios, su presencia era tal, que no había extranjero bien viajado que no elogiase su fisonomía y actitud.

António Nunes subía al Sud a buscar personalmente al viajero ilustre de que se tratase, pero sólo a aquel o aquella que "fuese alguien", como él decía. Tenía la lista de pasajeros previamente en su despacho, por tanto, sabía si a bordo viajaba un director de orquesta austríaco, una periodista norteamericana, el embajador de un país de la Europa del este, un actor británico o el presidente de un banco suizo.

Una vez en el puesto, le proporcionaba una atención personalizada en cinco idiomas. No era usual en la época encontrar un funcionario que hablase perfectamente inglés, francés, alemán y holandés, además de portugués.

António H. Nunes tenía una madre alemana y había vivido en el extranjero. Su mujer, Eva Wilhelmine Cohen, era holandesa.

Con una actitud genuinamente empática, sus dotes de escucha y su bagaje cultural, acompañados por una copita de Oporto -o más de una si lo pedía el devenir de la conversación-, la parada de media hora del Sud en Vilar Formoso dejaba el mejor recuerdo para los que partían y entusiasmo por conocer el país en los que llegaban.

El Sud Express realizaba el trayecto París-Lisboa y permanecía en la estación el tiempo imprescindible para la realización de los trámites de aduana. Así lo había hecho antes en Fuentes de Oñoro, una localidad que no sale bien parada en los diarios del funcionario políglota.

La constante comparación con España

En Fuentes de Oñoro todo siempre peor. Un caos. Suciedad en las instalaciones, ineptitud de los funcionarios y un espíritu de servicio que brillaba por su ausencia. Ya sólo comparado con eso, Vilar Formoso parecía la puerta de entrada al paraíso, pero es que había más, estaba la diligente propaganda portuguesa atenta para agasajar a los visitantes más influyentes, como siempre, sin atosigar, pero muy servicialmente.

Según reflejan los diarios de A. Nunes, hoy vertidos en "Memorias de Vilar Formoso", los viajeros relataban la sucesión de demoras y mala actitud que habían sufrido desde la entrada en España por Irún hasta la salida por Fuentes de Oñoro. Desde el desconocimiento de idiomas hasta la suciedad de los baños públicos.

Según Nunes, en el puesto de Vilar Formoso, hasta el inspector Magro, de la policía de fronteras, se defendía en inglés y hablaba correctamente francés, demostrando una educación y cultura superiores. Los policías a su cargo iban perfectamente uniformados, no como los de la aduana de Fuentes de Oñoro, desaliñados y con uniformes desiguales, según Hartwich Nunes.

Muchas veces, el propio Nunes, junto con el jefe de policía Luís Magro, iban a buscar a alguno de estos pasajeros ilustres a la estación de Fuentes de Oñoro, para ayudar a los funcionarios españoles a agilizar los papeles. Normalmente, encontraban a los viajeros molestos por la demora. Después, para evitar incomodidades, los llevaban en su coche a Vilar Formoso y Nunes los agasajaba con vino de Oporto, conversación en su propio idioma sobre cualquier tema de actualidad del panorama mundial, figuritas típicas y folletos turísticos de Portugal. Les ayudaba poniéndoles en contacto con quien necesitaban en el país y, según él, todos salían encantados de la Oficina de Turismo de Vilar Formoso, con recobrada buena disposición al subir de nuevo al Sud.

En su diario, António Hartwich Nunes no deja nada bien a España, que siempre salía perdiendo en comparación con cómo se trataba a los extranjeros en Portugal, y no pierde ocasión de comentar la ineficacia de la burocracia española.

No obstante, el director de la primera oficina de turismo de Portugal, no se ahorra algunos calificativos un poco más realistas sobre Vilar Formoso. En algún momento se siente como exiliado en una localidad atrasada, en los confines del país, donde la mejor casa que había era la suya, que describe como una casita modesta, acogedora, aunque sin ningún confort, que habían acondicionado para él y su familia al lado de la estación.

Muchos de los ministros extranjeros y empresarios que pasaban por su oficina le aseguraban que hablarían excelencias sobre él cuando visitasen el Secretariado de Propaganda en Lisboa, y del buen trabajo que estaba desempeñando en la pequeña localidad fronteriza. Nunes temía que, con tan buenas referencias, le dejasen allí para siempre. Era un hombre con algunas ambiciones, un ciudadano de mundo, estaba a gusto en Vilar Formoso, pero no pensaba eternizarse allí.

De Vilar Formoso para el mundo a través de la propaganda

El término "propaganda" es hoy denostado y peyorativo, por haber quedado para siempre vinculado a los regímenes fascistas.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Portugal, al igual que España, lo abandonará, sustituyéndolo por "información". Más allá de moldear las mentes, ahora se trata de controlar la información, lo que se dice y cómo se dice. El término "información" aparecerá casi siempre vinculado al turismo, a la publicidad territorial. En 1945, el Secretariado Nacional de Información (SNI) sustituye al antiguo Secretariado de Propaganda Nacional (SPN) en Portugal.

Mostrar la mejor cara de una realidad, vincularla a conceptos de "belleza" o "charme" era algo que ya se hacía cuando se creó el SPN en 1933. En su discurso inaugural, Salazar resumió en una afirmación su esencia: "sólo existe aquello que se conoce".

La primera misión del SPN fue preparar lo que para el Estado Novo sería una gran efeméride: las conmemoraciones del doble centenario, los 800 años de la nación portuguesa (1140-1940) y los 300 de la restauración de la independencia de España (1640-1940). Se trataba de una ocasión única para enaltecer el sentimiento de pertenencia de los portugueses, que el régimen de Salazar quería aprovechar para consolidar su imagen también en el exterior.

Incluso la guerra que comenzaba en Europa no fue obstáculo para que el régimen emplease sus energías en mostrar su mejor versión, pues la vida seguía y las clases pudientes continuaban viajando, mientras en el centro del continente la realidad se oscurecía por momentos.

Portugal estaba inmersa en la preparación de la Exposición del Mundo Portugués, que tendría lugar en Lisboa, de junio a diciembre de 1940. Gracias a ella, turistas privilegiados y personalidades vendrían a Portugal y había que causar buena impresión. El pabellón de Portugal en la Exposición General de Nueva York de 1939 había sido todo un éxito, y el camino de la promoción internacional estaba marcado.

Los norteamericanos, un mercado ya en aquel entonces muy importante para Portugal, podían ahora llegar en el Clipper, el hidroavión de la Pan American World Airways, que realizaba el trayecto Nueva York-Lisboa, con parada en las Azores, amerizando en el aeropuerto marítimo de Cabo Ruivo.

La entonces denominada 'Costa del Sol' o 'Costa de Oro' portuguesa (Estoril, Cascais, Sintra) y sus buenas infraestructuras hoteleras recibió a mucha de esa "gente bien", como la denomina Hartwich Nunes en su diario, mujeres con "sex appel" y "sportman" de la época. Después, continuaban viaje hacia Francia en el Sud Express.

Desde su puesto en Vilar Formoso, Nunes constata recurrentemente la poca preparación del personal de los hoteles y de las agencias de viaje para dar informaciones correctas y relevantes a los viajeros que desean conocer el país. Comunica todo ello al Secretariado de Propaganda, aportando algunas ideas para mejorar un desconocimiento sobre Portugal que él considera inadmisible; algunos viajeros le confiesan la imagen deplorable del país que tenían antes de llegar: atrasado, sucio, inseguro y con pésimas condiciones de salubridad.

Hartwich Nunes apunta que, simplemente con que hoteles y agencias de viaje dispusieran de folletos y supieran dar algunas informaciones certeras, la imagen ya mejoraría mucho. Despectivamente, él mismo denomina a los folletos turísticos "papeluchos", pero no deja de ofrecérselos a los pasajeros del Sud suficientemente honorables como para invitarles a visitar la Oficina de Turismo de Vilar Formoso, compensándoles con afabilidad y un excelente "very old Port" el tedio de la media hora que tardaban en tramitar los papeles en la aduana.

El puesto que António Hartwich Nunes dirigía en Vilar Formoso era un centro de recepción de visitantes cuya máxima era el buen gusto y la sencillez, a caballo entre la modernidad y el viejo estilo portugués, un pintoresquismo muy apreciado por los que venían de fuera.

Junio de 1940 es un mes clave en "Memorias de Vilar Formoso", pero todo había comenzado antes, en los días apacibles en que un diligente funcionario obsequiaba con vino de Oporto, figuritas de cerámica de Barcelos y folletos turísticos (una novedad mundial) a los más ilustres viajeros del Sud, que entraban en Portugal o dejaban el país después de una estancia por placer o negocios. Normalmente, negocios. Habitualmente, ambos. Quién sabe si quizá, espionaje.

Refugiados de la Segunda Guerra Mundial: Portugal como meta

Los viajeros que cogían el Sud Express para pasar a Francia y al resto de Europa iban a encontrar un continente en pleno comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pero esto parecía pasar de lado para los visitantes de Portugal, en el mundo cosmopolita y bon vivant de A. Nunes.

No obstante, en la primavera de 1940 la alegría se tornó drama y las situaciones vividas en Vilar Formoso fueron de gran estrés a partir de la toma de París el 14 de junio de 1940.

Decenas de miles de ciudadanos se agolparon en la frontera sudoeste de Francia, en una huida acelerada del régimen nazi, que amenazaba su vida por los más diversos motivos. Cuando los puertos del sur de Francia fueron clausurados, la única opción para salir de Europa era llegar a Portugal atravesando España, un país devastado por la reciente Guerra Civil.

Portugal, al igual que España, se había declarado no beligerante en la guerra. No le interesaba enemistarse con Alemania admitiendo personas perseguidas por el régimen, pero, además, se le planteaba un desafío logístico, pues no tenía infraestructura para acoger a tanta gente.

En ese contexto de neutralidad oficial, Portugal conversaba con los aliados al mismo tiempo que vendía wolframio a los alemanes, y la llamada de los exiliados a su puerta era un asunto a tratar con la máxima delicadeza diplomática. Altos funcionarios del Estado, como Agostinho Lourenço, el jefe de la PVDE (Policía de Vigilancia y Defensa del Estado), llegó a Vilar Formoso alertado por la gran confusión acontecida en las dos últimas semanas de junio de 1940.

Vilar Formoso, finales de junio de 1940: la tormenta

El cónsul portugués en Burdeos, Aristides de Sousa Mendes, contraviniendo órdenes superiores, del Ministerio de Asuntos Exteriores, que ocupaba el propio presidente del Consejo, António de Oliveira Salazar, emitió miles de visados para entrar en Portugal, salvando la vida de muchas personas, que se agolpaban a las puertas de su consulado.

Los Habsburgo y los Borbón-Parma, el barón de Rothschild o el escritor y piloto Antoine de Saint Exupéry, pasaron por Vilar Formoso, junto con miles de personas anónimas en huida de Europa. Cada viaje del Sud traía cientos de refugiados, y se demoraba horas y horas en la estación, mientras se tramitaban todos los papeles y eran distribuidos por el país, no donde ellos querían sino donde se podía. Los últimos días del mes de junio de 1940, llegaron más de 10.000 personas a Vilar Formoso.

Según relata el diario, el 80% de los que llegaban venían con pasaporte diplomático, que les servía exactamente para lo mismo que el pasaporte común, para esperar en la frontera durante días. Portugal estaba desbordado ante la distribución de refugiados.

Ese ambiente de nerviosismo, de urgencia, de intentos por hacer prevalecer el estatus de clase, en un escenario donde la clase ya poco importaba, -menos aún si estaba basada en un poder económico ahora inexistente, con divisas que habían perdido su valor-, es reflejado en las páginas finales de "Memorias de Vilar Formoso", los días de la tormenta, en sentido metafórico y literal, por la avalancha de refugiados y porque parece ser que el 23 y el 24 de junio de 1940 una ola de frío se apoderó de Vilar Formoso, haciendo aún más difícil las noches pasadas al raso, en los andenes de la estación.

La llegada masiva de refugiados a Portugal, el último puerto libre de la Europa invadida por los alemanes, convirtió al país en tierra de acogida para muchos de los que ingenuamente pensaron que la partida hacia América sería inminente, y acabaron por pasar en Portugal meses y años.

Lisboa y la Costa del Sol, así como Oporto, quedaron rápidamente saturados. Se comenzó a enviar a los refugiados a localidades termales, por las infraestructuras hoteleras con que contaban, como Caldas da Rainha, Curia o Luso. También a villas costeras, como Ericeira o Figueira da Foz.

Hasta conseguir el visado para embarcar vivieron meses y hasta años en Portugal, una experiencia de la que, a pesar de la incertidumbre, confesaron guardar gratos recuerdos durante toda su vida. Aunque no era el destino definitivo, se sentían a salvo, la población era hospitalaria y el clima, agradable. Algunos de estos testimonios están recogidos en los audiovisuales que el Museo Vilar Formoso Frontera de la Paz exhibe.

El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, cuando inauguró este espacio museístico en agosto de 2017, dijo "los portugueses sabemos recibir tan bien porque sabemos lo que es la aventura de partir".

Las olas del museo aluden a esas olas de refugiados y al mar que encontraron en Portugal, cerca del cual todos querían estar, para continuar viaje.

António Hartwich Nunes, un hombre hecho para el Turismo, cuando éste aún no existía

Políglota, hombre mundano, leal al régimen, con inclinaciones artísticas, con ganas de prosperar, su única motivación para sobrellevar la estancia en un pueblo como Vilar Formoso fue el ambiente cosmopolita vivido a través de las personalidades que llegaban en el Sud Express: artistas de cine, intelectuales, políticos, diplomáticos, periodistas, escritores… Con todos ellos mantenía la refrescante "media hora de conversación", que le daba más vida a él que el mucho entusiasmo que António Hartwich Nunes podía entregar a los que partían.

Le gustaba pintar, escribir, la música, la fotografía, … y realizó algunas películas caseras donde los protagonistas eran familia y amigos.

En el Museo Vilar Formoso Fronteira da Paz pueden verse las fotos que realizó a su mujer Eva y a su hijo Eduardo en Vilar Formoso, ilustradas con los dibujos y textos con los que las acompañó. El pequeño Pinoca, como cariñosamente llamaban a Eduardo en casa, es protagonista de casi todas ellas. El dibujo del Sud Express, traspasando la frontera luso española, fue elegido para la portada del libro del que hablamos.

A finales de julio de 1940 los alemanes llegaron a la frontera española de Irún y los visados emitidos por el cónsul de Portugal en Burdeos fueron anulados, por lo que dejaron de llegar refugiados a Vilar Formoso y Hartwich Nunes regresó a Lisboa.

De 1941 a 1945 fue subjefe y jefe de la sección de Turismo del SPN. Contaba con todas las cualidades para dedicarse al sector, en una época en la que el Turismo estaba en pañales y el mundo llamado "desarrollado", recuperándose de una guerra mundial.

En 1946 ejerció como jefe de publicidad de la KLM en Portugal, la compañía de aviación holandesa.

En 1947 regresó al SPN, ahora llamado SNI, Secretariado Nacional de Información.

A principios de los sesenta, una tuberculosis le llevó a tratarse en el sanatorio para tuberculosos que había en la Serra do Caramulo, donde murió en el invierno de 1966, con sesenta años.

El libro

Eduardo H. Nunes, hijo de António H. Nunes, fallecido recientemente, cedió todos los derechos sobre el libro que recogía el diario personal de su padre al Museo Vilar Formoso Frontera de la Paz (VFFP), gestionado por la cámara municipal de Almeida. Antes de su inauguración en 2017, Eduardo Nunes ya había donado el Libro de Oro a este espacio, que hoy podemos ver expuesto en una vitrina del museo. António H. Nunes pedía a los viajeros célebres que firmaran en él, y todos dejaban palabras amables.

Fue escribiendo, siempre en pequeñas hojas sueltas y papelitos, sus impresiones sobre los días vividos en el puesto de Vilar Formoso, para dejar constancia para él, pero quien sabe si también para ir informando al régimen sobre las impresiones que le producían las personalidades ilustres que entraban o dejaban el país o aquello que le contaban.

El libro está compuesto por dos partes diferenciadas: el "Diario de las Medias Horas", donde recoge las anécdotas vividas con los viajeros que, antes de la caída de París el 14 de junio de 1940, viajaban por placer en el Sud y paraban durante media hora en la aduana; y "Memorias de Vilar Formoso", los hechos dramáticos acontecidos en la frontera durante las dos últimas semanas de junio de 1940.

Su hijo, Eduardo Hartwich Nunes, junto con su esposa Isabel, terminaron de compilar estos escritos en 2017, bajo el título "Memorias de Vilar Formoso", la localidad donde Eduardo H. Nunes vivió con sus padres aquellos meses, en una casita al pie de la estación, cuando contaba cuatro años de edad.

El libro tiene prefacio de Margarida de Magalhães Ramalho, la historiadora que dotó de contenido al Museo Vilar Formoso Fronteira da Paz, un centro maravillosamente bien contextualizado, con fotografías y recortes de periódico de la época, publicidad institucional, así como fotografías, documentos y opiniones personales de muchos de los que pasaron aquellos días difíciles por Vilar Formoso, decisivos para sus vidas.

El texto trata sin dramatismo, y hasta con cierta frivolidad, el alud de refugiados llegados a Vilar Formoso en junio de 1940. Relata cómo les atosigaban o les intentaban sobornar a los funcionarios, incluido él, para que acelerasen la emisión del visado que les permitiese proseguir viaje, algo que tardaba igualmente en producirse días. Y de cómo iban dándole largas a los desesperados.

El diario también refleja que en tiempos de guerra, la urgencia, la escasez y el miedo engordan el negocio. El pequeño restaurante de la estación de Vilar Formoso cobraba a precio de oro las comidas y cenas. Para los que podían pagarlas. Muchos venían con dinero que ya no valía nada y a otros ya sólo les restaba la dignidad o el orgullo de otro tiempo, viéndose obligados a acomodarse para pernoctar en el andén de la estación, como todos, o dentro del automóvil en el que viajaban, los más afortunados.

"Memorias de Vilar Formoso" es un libro que no nos podemos permitir el error de juzgar desde el contexto actual. Muestra la diligencia de un funcionario público en elevar la imagen de su país, ofreciendo la versión más internacional, algo para lo que tenía aptitudes y absoluta vocación.

El museo Vilar Formoso Frontera de la Paz y el libro "Memorias de Vilar Formoso" cuentan la historia de Portugal, por alusiones también la de España, y de Europa en esos convulsos inicios de la Segunda Guerra Mundial, de la posguerra española y de la consolidación del Estado Novo en Portugal. Ambos merecen el tiempo empleado en conocerlos.

HARTWICH NUNES, António: "Memórias de Vilar Formoso: 1 Dezembro 1939 - 24 Julho 1940"

Edición: Cámara Municipal de Almeida, 2022.

Páginas: 80.

Idioma: Portugués.

Textos: António Hartwich Nunes, Eduardo Hartwich Nunes y Margarida de Magalhães Ramalho.

Precio: 10 euros. Museo Vilar Formoso Fronteira da Paz y Oficina de Turismo de Almeida (Portugal).

MUSEO VILAR FORMOSO FRONTERA DE LA PAZ

De martes a viernes: de 9:00 a 12:30 y de 14:00 a 17:30 horas

Sábados, domingos y festivos: de 10:00 a 12:30 y de 14:00 a 17:30 horas

Entrada general: 3 euros.

Visita guiada mediante solicitud previa: +351 271 149 459 fronteiradapaz@cm-almeida.pt

Parte de las fotografías de este reportaje han sido tomadas en el interior del museo Vilar Formoso Fronteira da Paz, y forman parte de la documentación del mismo.

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