Cómo y por qué se nombró a San Roque, Patrón de Macotera

Desde que el mundo es mundo, ha sido mordido por la parca de la peste: peste mortal, que se ha ensañado con la humanidad en todas las épocas de la historia, diezmando, sin compasión, a pueblos y ciudades. Cuando la peste negra asoló a Europa, entero, a mediados del siglo XIV, llevándose tras de sí un tercio de su población, Dios se compadeció de la tierra y envió a San Roque para remediar y consolar a los hombres. El portal de belén de Roque fue Montpellier y la destino, que no era otro que viajar a Roma, recorrer Italia a sanar a todos los infectados de la peste. Falleció en loor de santidad.

Y, desde entonces, se le fue encomendando la tarea de perseguir la peste por todos los rincones del mundo, y se convirtió en uno de los abogados más activos del Reino.

Y Macotera no fue menos: había sufrido los efectos de la peste a principios del siglo XVII y después, y el único remedio, ante la impotencia e indefensión macoterana, fue guarecerse bajo el manto de San Roque, y hubo que oficializar su nombramiento como titular de Macotera.

Y un día, a mediados del XVII, el alcalde, los regidores y el pueblo en masa, con la anuencia del señor cura párroco de la localidad, congregados a campaña repicada, según costumbre en la dicha villa, dijeron que, "por cuanto muy grandes favores y buenos días habían recibido del Santo, acuerdan hacer procesión y guardar el día de San Roque, y de no hacer en él labor alguna, porque lo habían tomado y escogido por abogado, para que suplicase por ellos al Señor Dios, que les había retirado el dicho padecimiento, según como muchos lo habían experimentado y comprobado; y les había traído buenos tiempos de paz y salud a los cuerpos y a las ánimas y bonanzas de frutos materiales; y les había salvado de los daños de la peste y había guardado las viñas del pulgón".

El dicho señor San Roque le halagó la decisión popular de Macotera y aceptó ser su abogado, y prometió su intercesión ante el Señor Dios, quien, por su ruego y petición, nos proveerá a cerca de las dichas cosas y les quitar el padecimiento. "Por ende dijeron y mandaron que, de hoy en adelante, para siempre jamás, se haga de cada año una procesión en dicha villa, en su día, en cualquier día que caiga en cada año. Y que, a la dicha procesión, estén obligados a ir todos los de la dicha villa so pena de seis maravedís a cada uno de ellos, y que todos los vecinos sean tenidos de guardar, en cada año, el día de san Roque, en el día que cayere, y se priven de todos oficios y labores, y que lo guarden ellos y sus mozos de soldada y obreros y obreras, carreteros y todas las otras personas, según se guarda y han de guardar el día del domingo".

Así lo cuenta la historia y, por devoción, os lo saco a colación para vuestro conocimiento.