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Natillas carmelitanas para el rey Alfonso XIII
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HOMENAJE A LA HOSTELERÍA EN EL DÍA DE SANTA MARTA

Natillas carmelitanas para el rey Alfonso XIII

Actualizado 29/07/2015
Manuel Diego

ALBA DE TORMES | Fueron cocinadas por el Hermano Joaquín de Santa Teresa, natural de Galinduste

[Img #369903]En un largo trabajo sobre los vínculos teresianos de Galinduste que estoy preparando, se hace referencia a un hermano lego natural de allí, el Hermano Joaquín, que colaboró tanto en la restauración y mejora de la finca de las Batuecas, tuvo un papel importante en la programación de la visita real a las Hurdes (1922) y también fue solicitada su presencia en Alba cuando ésta sería visitada por los reyes con motivo del doctorado "honoris causa" de santa Teresa concedido por la Universidad de Salamanca. El 8 de octubre de 1922 visitaron la villa (primera visita real moderna conocida) y comieron en la Hospedería teresiana de "La Guía", hoy Hostal América. Allí probaron como postre las natillas del Hermano Joaquín, y sucedió un percance muy simpático.

Hablemos del Hermano Joaquín María de santa Teresa, cuyo nombre secular era el de Joaquín María Flores Martín, hijo de Gaspar y de Rosaura, natural de Galinduste (n. 19.2.1876). Imagino que entraría de fraile en el cercano convento de Alba de Tormes en torno al 1900 y desde allí marcharía a Medina del Campo (Valladolid) a hacer el noviciado canónico en lo que era entonces seminario menor de candidatos, tomando el hábito el 24.2.1901. Se requerían dos años de noviciado para los hermanos legos y, al menos uno había que cumplirlo en el convento en que estaba establecido el noviciado canónico; por estos años lo era Segovia, sepulcro de san Juan de la Cruz, por lo que allí el Hermano Joaquín hizo sus primeros votos (27.8.1903); enviado luego de Segovia a Alba de Tormes, allí hizo sus profesión solemne ante el sepulcro de santa Teresa (8.9.1906), ceremonia a la que asistirían familia, amigos y vecinos del cercano Galinduste; imposible que pasara desapercibida esta fiesta carmelitana de la villa teresiana. Lo que sabemos es que dentro de la Orden siempre estuvo ligado su trabajo a la cocina (también era un buen gestor y mandadero, lo mismo que organizador de tareas agrícolas), aunque en la etapa de Batuecas también tuvo que ocuparse de todo lo referente al cultivo de la amplia finca y huerta, dirigiendo a los obreros. Sus conventualidades fueron las de Medina del Campo (1901-1902), Segovia (1902-1904), Alba de Tormes (1904-1908), Madrid (1908-1915) y Batuecas (1915-1926), aquí durante aquellos años en que la Orden compra todo el terreno del antiguo convento-desierto con el fin de restaurar la vida carmelitana en este lugar histórico, pero fue una utopía y el proyecto no marchó adelante; es más, fue un fracaso que ocasionó gastos y no pocos disgustos.

Allá por los años 1911-1912 el hermano Joaquín prestó una válida colaboración en el asunto de la colocación de las monjas carmelitas portuguesas refugiadas en España, y que se distribuirían por toda la geografía española; él las acompañaba y seguía en los viajes en tren hasta sus destinos conventuales, afrontando no pocas dificultadas, como el mismo relata en el amplio carteo que mantiene con el P. Miguel de la S. Familia (1865-1947), encargado de la Orden en este asunto. En un viaje que tiene que hacer entonces desde Salamanca a Alba (abril 1911), solicita permiso para acercarse en el día al pueblo con el fin de saludar a su madre, sólo ida y vuelta. Imaginamos que sí lo pudo hacer, y esta noticia nos avisa de que su madre seguía viviendo todavía en Galinduste, porque por el mismo año (18.6.1911), en otra carta al mismo destinatario, solicita billetes de viaje desde Madrid a Espejo (Córdoba), adonde se traslada su sobrino Leopoldo Oreja casado con Josefa Flores y ?parece- también su madre Rosaura Martín. Le dice al P. Miguel que "ya ha dado Goitia una plaza a mi sobrino en Espejo; le da 2 pesetas, 18 gallinas, 3 cerdos y dos yeguas, que es un salario muy bueno, con casa y leña". Puede ser que sea ésta la ocasión en que su familia abandonó Galinduste emigrando a tierras andaluzas.

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La restauración del desierto carmelita de las Batuecas (1915)

Cuando se restaura la vida carmelitana en la soledad de las Batuecas (1915-1920), la marcha de la comunidad carmelita desde el punto de vista económico depende del trabajo y de la perspicacia del Hermano Joaquín, como así lo reconoce el mismo historiador general de la Orden, Silverio de Santa Teresa, que trató mucho con este religioso:

"Con la permanencia de algunos hermanos, singularmente de Fr. Joaquín de santa Teresa, la finca comenzó a mejorar de modo notable. Se arregló una casita, capaz para una docena de religiosos, se arreglaron los antiguos caminos, se comenzó la repoblación del arbolado y se emprendieron otras obras de reconstitución que después de algunos años habrían podido devolver a las Batuecas parte del esplendor perdido" (Historia del Carmen Descalzo 13, Burgos 1946, p. 817).

La Orden decidió de nuevo suspender la vida conventual (1920) y desprenderse del desierto de las Batuecas; lo vende y es aquí donde entra en seria crisis el Hermano Joaquín, porque no está de acuerdo con este abandono de Batuecas y menos todavía con la venta del lugar (1925). Existen unas cartas terribles suyas a los superiores y a cuantas personas pudo escribir para impedir lo que él consideraba un atropello legal (no le faltaba razón por la forma en que se llevó a cabo la venta). Incluso enfermó del disgusto y llegó hasta el peligro de caer en una demencia por la obsesión continua que tenía con el asunto Batuecas.

Por este motivo deja la Orden solicitando el indulto de secularización, y así le fue concedido (6.12.1926), medida que le favoreció en el sentido de que no abandonó el lugar de Batuecas y el nuevo amo lo adoptó como encargado o guardián, porque verdaderamente Joaquín era quien mejor conocía el terreno, las posibilidades de explotación que tenía, las gentes del lugar y alrededores? Era la persona más indicada para ser puesto al frente de una finca tan difícil de llevar y sacarla provecho. Luego se

pierde la pista de él, aunque allí debió seguir todavía por los años de la guerra civil, que es cuando la Madre Maravillas de Jesús (hoy santa) compra de nuevo el desierto de las Batuecas con el fin de refugiarse allí con sus monjas del Cerro de los Ángeles. Y allí debió seguir hasta que las fuerzas le fallaron y fue trasladado a la Alberca, en donde ?creemos- debió morir en torno a los años 40 del siglo XX.

La visita real a las Hurdes (1922)

En la famosa visita del rey Alfonso XIII a las Hurdes (1922), acompañado de Gregorio Marañón y del obispo de Coria, Pedro Segura, luego cardenal, los anfitriones carmelitas que estuvieron aquellos días en el convento de las Batuecas (ya abandonado desde 1920), fueron los PP. Silverio de santa Teresa y Gabriel de Jesús, grandes teresianistas, pero también estaba el Hº Joaquín que había ido unos días antes con el fin de preparar las habitaciones de la hospedería y lugares que ocuparía el rey. Pero es que además tuvo su parte en la búsqueda de una solución humanitaria para las Hurdes, aunque no salió esto en las crónicas de prensa del viaje. Porque el historiador carmelita, P. Silverio, que estuvo acompañando al rey en esos días, dice expresamente que la visita real a las Hurdes se debió al influjo del Hermano Joaquín: "Aquella gira tuvo unos orígenes simpáticos y sencillos: la insistencia santa y veraz de un lego del Carmen, Hermano Joaquín de Santa Teresa" (Valentín de la Cruz, Fray Silverio de Santa Teresa, Burgos 1962, p. 76). Y añade el biógrafo remedando las memorias del P. Silverio:

"El citado Hermano Joaquín fue el adelantado de la posesión [de las Batuecas]. Rápidamente, el leguito comprendió la triste situación de las gentes en poder del hambre, de la miseria, del paludismo y de la usura. Y en su sincera rebeldía contra aquella vergüenza nacional escribió una carta detallada, terriblemente acusadora en su verdad, al mismísimo secretario del rey, Marqués de Torres de Mendoza, con la súplica de que informase de todo a su Majestad" (ibid., p. 77).

En la visita real programad a las Hurdes, constaba expresamente la ida a las Batuecas; era su intención el visitar el monasterio, pernoctar, pero además encontrarse con el personaje, es decir, "para hablar de paso con el Hermano Joaquín, el mejor apreciador de las necesidades de las Hurdes y el que más sincero empeño tenía en remediarlas" (ibid.). Y así lo hizo.

"Con gran atención (el rey) oyó al Hº Joaquín la exposición que le hizo de lo que en las Batuecas debería emprenderse para la restauración del convento, que podría ser escuela muy útil donde los hurdanos adquiriesen conocimientos agrícolas y cuanto pueda contribuir al mayor rendimiento material posible de su ingrato suelo y para su elevación social y cultural" (Revista "Monte Carmelo" 24 [1923] pp. 16-17).

Y en medio de la cena servida en el recinto del monasterio, algún político quería congraciarse con el monarca sacando el tema de las Hurdes, hasta que harto el rey, le espetó: "No me hables más del asunto. Estoy muy bien enterado por el Hermano Joaquín de todo cuanto debemos hacer, y su parecer es el más autorizado, y el que más interés tiene con estos pobres hurdanos" (Valentín, Fray Silverio? p. 82).

Después de pernoctar también en una humilde celda del monasterio, que aún se conserva hoy, a la mañana siguiente, antes de abandonar el recinto, le encargo al mismo Padre Silverio: "Dígale al Hermano Joaquín que venga, que quiero darle la noticia, que le alegrará mucho, todavía secreta, de que está aprobada una buena carretera que atravesará toda la región hurdana. Así lo hice" (ibid.).

Y es que él no se resignaba, una vez que los frailes habían claudicado, a perder aquel sitio histórico, sino rescatarlo como fuera, incluso destinándolo a escuela agrícola para provecho de aquellos lugareños y promoción social de una zona tan deprimida.

[Img #369905]Las natillas carmelitanas del Hermano Joaquín

El Hermano Joaquín era además un afamado cocinero carmelita que había sido educado en la más pura tradición culinaria del Carmelo, y además tenía trazas y valor para el oficio, cosa que a nadie le pasó desapercibido, ni siquiera al entonces rey de España Alfonso XIII, que cuando visitó las Hurdes (1922) y la villa de Alba de Tormes (1922) pidió el postre del Hermano Joaquín, es decir, el arroz dulce y las natillas carmelitanas. Así lo narra el ya citado historiador carmelita, P. Silverio, que también acompañó en octubre de este mismo año a los monarcas a Salamanca y Alba de Tormes con motivo del doctorado "honoris causa" concedido a santa Teresa por la Universidad. Era el 8 de octubre del 1922 y en Alba de Tormes:

"De la clausura (los reyes) fueron a comer a la casa llamada "La Guía" (hoy "Hostal América"), junto al puente, por el extremo opuesto a la villa. El Padre Cámara la había destinado para hospedaje de peregrinos. Sus majestades sentaron a la mesa a los señores obispos, al alcalde de Alba y a alguna que otra persona. No creo interesará el "menú" del banquete regio, pero a mí sí que me interesa decir dos palabras de las natillas del Hº Joaquín. El Hº Joaquín es un modesto leguito, muy benemérito de las Batuecas y las Hurdes, donde le conoció su Majestad, y enterado de sus trabajos por la redención de aquellos desgraciados, le alentó en sus caritativos desvelos y le tiene en particular aprecio. El P. Prior de Alba ofreció a sus Majestades, a falta de plato más exquisito, una fuente de natillas, en cuya confección es una especialidad el Hº Joaquín, y sus Majestades tuvieron la dignación de aceptarlas. Las natillas gustaron, pues la fuente alcanzó los honores de esa repetición tan ambicionada de los que algo producen para el público, y que tan pocas veces se logra. El ingenio de santa Teresa se necesitaría aquí para dar gracias adecuadas a tanto favor" (Revista "Monte Carmelo" 23 [1922] pp. 498-499).

En una forma más exacta y precisa lo contará después en sus memorias el mismo Silverio, diciendo:

"Era el Hermano un especialista en natillas y regaló a sus Majestades sendas fuentes de ellas para el banquete. Algún adulador palaciego dijo al oído de la Reina, que, seguramente, aquellas natillas serían de leche de cabras, a las que Doña Victoria Eugenia no era muy aficionada. Dióse cuenta el rey de la impertinenciadel palaciego y quiso enseñarle algo delo que debía saber y no sabía. Apenas se presentaron las natillas a la mesa, su Majestad hizo un elogio de ellas y del Hermano que las había preparado y se sirvió una porción mayor que sin la impertinencia dicha habría tomado. Y no se contentó con eso, sino que repitió y con él todos los comensales" (Valentín, Silverio?, p. 121).

Queremos, además de las fotografías antiguas logradas de este personaje tan benemérito, añadir el retrato moral que hizo de él un periodista que le conoció, también allí, en las Batuecas. En la revista costumbrista de Salamanca, "Estampa de Castilla y León", además de fotografiarlo en vestido seglar, se hace este elogio de él:

"¡Excelente hermano Joaquín! Le hemos conocido hace unas horas, anoche, al llegar de Salamanca, y ya nos parece un viejo amigo? Es un antiguo lego carmelita, que formaba parte de la comunidad que había en este convento de las Batuecas. Cuando la comunidad se marchó, el hermano Joaquín quedó aquí, solo, entre las ruinas del monasterio, adherido, con una obstinación de labriego, a esta tierra que tantos años había labrado, a este rincón, tan escondido y tan suyo. Ahora está al frente de la hospedería que ha instalado el nuevo propietario de las Batuecas, el Sr. Hernández Barrera": J. I. de ARACELU, Una semana en las Hurdes. En el umbral de la tierra misteriosa, en Estampa de Castilla y León. Ed. facsímil (Salamanca 1986) p.19.

Escribo con emoción este recuerdo del Hº Joaquín porque él, como tantos religiosos del tiempo, fueron contrarios a la decisión de los superiores de vender las Batuecas (el procedimiento no fue correcto canónicamente y trajo sus consecuencias legales), pero fueron sacrificados en aras de la voluntad y de la orden superiores. Puede ser que él no estuviera apegado solamente a esa tierra, aunque por nada del mundo quería salir de allí (como pensaban tantos carmelitas), sino que percibió el atropello que se cometió, y que aquello fue contra la voluntad de toda la provincia carmelitana de Castilla. Bien merece este reconocimiento que le hacemos ahora desde el convento de Alba, adonde residió tiempo, y desde su lugar natal, Galinduste, del que siempre debió sentirse muy orgulloso.

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