Un retrato de Juan Ruiz Peña, nueva obra del pintor Miguel Elías

Miguel Elías, "El pintor de los poetas", prosigue dejando una estela de obras perdurables, especialmente de su ya larga serie de retratos que ha hecho de poetas de España, Portugal y América Latina, obras entre las que destacan los dedicados a Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Fray Luis de León, José Hierro, Rubén Darío, Astrid Cabral, António Salvado, Gastón Baquero, Jesús Hilario Tundidor, Olga Orozco, Ramón Palomares, José Brines, Álvaro Alves de Faria, José Jiménez Lozano, Antonio Colinas o Alfredo Pérez Alencart, entre los cerca de ciento cincuenta retratos que ha hecho hasta la fecha.

Como "un acierto y acto de justicia poética" estiman, desde la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes, el que en este XVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos se rinda homenaje a León Felipe y al andaluz-salmantino Juan Ruiz Peña (1915-1992), fundador de la Revista Álamo, de notable presencia aglutinante para los poetas de la posguerra, y autor, entre otros, de los poemarios 'Libro de los recuerdos' (1946), 'Vida del poeta' (1950), 'La vida misma' (1956), 'Andaluz solo' (1962), 'Nudo' (1966), 'Maduro para el sueño' (1970), 'Versos juntos' (1974) o 'Arco iris' (1983).

La amplia muestra antológica de su obra permitirá, según Alfredo Pérez Alencart, coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, "rescatar del olvido a un poeta destacable, cuyos versos dejan mayor impronta que otros muchos de autores supuestamente renombrados". Para ello, se publicará la antología "Umbrales de la memoria", que llevará prólogo de Carmen Ruiz Barrionuevo, catedrática de Literatura Hispanoamerica de la Universidad de Salamanca y cuya selección y edición está a cargo de Blanca, Juan, Pilar y Marta Ruiz Barrionuevo, todos ellos hijos del homenajeado.

Aquí acercamos a nuestros lectores un texto del fundador de la revista "'Alamo":

ESTOY POBLADO DE ÁLAMOS

Estoy poblado de álamos

que su temblor reflejan en un agua amarilla,

porque en aquellos días

la felicidad iba conmigo por un puente,

y en mis ojos había un brillo de cristales

con luz de atardecida sobre el balcón amado,

y sentía caer las hojas secas

o desgajar al viento una rama ya rota,

naturaleza es cruel

al desgarrar el velo de la vida;

todo pasa, lo sé, pero la huella

es el musgo del puente aquel por donde corre

aguas abajo tu felicidad

que ya no volverá como aquel cielo

de tan intenso azul,

la niñez de tus hijos

o la sonrisa blanca de la mujer que amabas.