Las 50 sombras de Grey han puesto de actualidad una diversidad sexual, en sí misma con muchas variantes: Ataduras/Disciplina; Dominación/Sumisión y Sadomasoquismo.
En la actualidad somos mucho más tolerantes con numerosas diversidades sexuales, en parte porque somos más sexofílicos (tenemos menos miedo al sexo, que hoy es bien aceptado) y en parte, sobre todo, porque la sociedad comercial de consumo se sirve del sexo como publicidad para vender productos de todo tipo (también literarios o cinematográficos, aunque no soy más competente que el lector para evaluar el valor literario o cinematográfico de la novela y película que hemos citado) y vende productos sexuales directamente, incluso la propia actividad sexual, como ocurre con la pornografía y la prostitución, por citar dos entre numerosos ejemplos.
Por otra parte, las variantes sexuales más minoritarias y aquellas que pueden estar en la frontera de salud tienen especial atractivo comercial. La normalidad no es noticiable.
En este contexto y para ayudar a reflexionar al lector me atrevo a sugerir varios criterios que, a pesar de la dificultad para trazar una línea entre la salud y los comportamientos que tienen su origen en problemas de salud los participantes (¿explica el comportamiento de Grey un posible trauma anterior, por ejemplo?) o consecuencias negativas para la salud (¿puede tener para el personaje femenino consecuencias negativas esta experiencia, por poner otro ejemplo?
El primer criterio de salud es que esta diversidad en las prácticas sexuales no sea la única forma de excitarse y gozar de la sexualidad, porque limitaría la vida sexual y amosoxa, haciendo de la práctica sexual una especie de "manía" que impediría justo ser mucho más libre y abierto en las relaciones de contacto tierno, cariñoso, íntimo, etc.
El segundo es que estas practicas requieren consensuar, contratar, unas formas de relación y unos límites, justo porque entrañan peligro si no hay un control que señale las fronteras que no pueden pasarse. Siendo estos peligros reales, una cosa es aceptar estas diversidades dentro de ciertos criterios, y otra ensalzarlas o promocionarlas, en nombre de la libertad, cuando precisamente exigen un control rígido de la libertad. Por otra parte, exigir por contrato que no haya afectos románticos en una relación es imposible, más bien podrían contratar que si surgen no se acepta ningún compromiso derivado de ellos, cosa bien distinta. No hay conducta sexual sin emociones y sentimientos y no s ele pueden poner paredes al campo afectivo, aunque sí limitar los compromisos que pudieran derivarse.
El tercero es que no se produzcan daños físicos, cuyo límite no es fácil de precisar, aunque podríamos usar para ello el concepto de maltrato físico a menores o a la pareja.
El cuarto criterio de salud es que no haya daño emocional. Un concepto también difícil, pero en el que podríamos servirnos de los criterios referidos al maltrato emocional infantil y al manteado emocional en la pareja.
Aun así, evaluar las variantes sexuales es siempre difícil y, de hecho, la comunidad científica ha cambiado o perfilado mejor sus criterios en relación a estas y a otras diversidades. En todo caso, aconsejamos al lector que reflexione por sí mismo y no se deje llevar sin más por consejos comerciales como el que comentábamos el sábado pasado referido a publicidad de esta película, porque finalmente cada uno debemos descubrir nuestra autenticidad y sentirnos responsables de nuestra biografía sexual y amorosa, como única y personal, pero también saludable: gozosa y llena de bienestar.
Experimentar, porque eso nos sugieren quienes quieren vendernos algo, lo que no se reconoce y siente como propio no es le mejor camino, sea este convencional o heterodoxo.
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