La incultura del agua o cómo perder el tiempo en el Congreso de los Diputados

Han sido muchos los comentarios que ha suscitado el alejadísimo debate del estado de la nación en los medios, tan proclives a hablar de cualquier cosa con iPad y frutas incluidas, los propios políticos de dentro y fuera del hemiciclo, más preocupados de los votos que lograrán en las costosas citas electorales próximas, que de resolver los problemas reales de los ciudadanos(?), la soflama valenciana de Rita Barberá envuelta en los efluvios del poder omnímodo, o el propio debate en sí, hundido en ese pozo de enmohecido pensamiento -por obsoleto- del "y tú más" o lo que es lo mismo: ver la paja en ojo ajeno y no la corrupción en el propio, a la par que en el día a día siguen destrozando familias que no pueden seguir pagando sus casas, sacándolas de ellas sin piedad y por la fuerza bruta, incluso con excavadoras y antidisturbios y con los dueños dentro, o los estudiantes echándose a las calles para protestar por la política de recortes y la expulsión de los estudios de los más desfavorecidos. Si además añadimos que el gobierno no sólo no les hace ni caso, sino que amenaza con estrechar el pensamiento ofreciendo en el BOE un desarrollo curricular de la nueva -o viejísima- asignatura de religión que huele o sabe a un neo-nacional-catolicismo demostrando una vez más que el poder va por un lado y las personas por otro. Sí, ha leído Ud. bien, el poder y todos los que lo alientan, persiguen o detentan, han dejado hace tiempo el mundo de la realidad de las personas que sienten y padecen sus consecuencias, cabe pensar, por tanto, que ya no pertenecen al mundo de abajo, que han trascendido su propia existencia, que ya no son de aquí, se han convertido en un ente, en una casta intocable, en unos parásitos criminales, especuladores y corruptos.

Intentando eludir esta nefasta realidad, estuve hace unos días de viaje de estudios por Cataluña con los que otrora fueron mis alumnos. Nos hartamos de ver arte viejo y nuevo, que de eso saben mucho por allí, pateamos su capital desde Parque Güell hasta la Barceloneta, visitamos museos y ruinas romanas tanto en Barcelona como en Girona intentando comprender cómo actuaban y vivían nuestros antepasados, aquellos que nos trajeron por Ampurias esto que llamamos democracia y civilización. Vimos sus aciertos y sus errores en eso de la ubicación y diseño de sus ciudades y de vuelta a casa paramos a comer en otra ciudad romana: Caesaraugusta, Zaragoza para los amigos. El autobús nos dejó en el otro lado de la basílica del Pilar. Al cruzar el Ebro vimos que venía amenazador, por la orilla izquierda estaba a punto de desbordarse, ha vuelto a ser ese gran río que erosionó hace miles de años los acantilados junto a Los Monegros que delatan tal hecho no lejos de la ciudad y que a pesar de que el hombre se empeñe en domar la naturaleza haciendo villas y ciudades en los terrenos del agua, se nota que no hemos aprendido mucho sobre la ubicación idónea de las ciudades. La propia Zaragoza es una muestra de ello, su futuro depende del trato que el agua tenga con ella y por eso mismo realizó su particular y poco rentable Expo 2008 dedicada al agua, y ahí está, llena de edificios inútiles, mastodontes de diseño inhabitables, pero que hicieron correr el dinero de todos hacia unos pocos, los mismos de siempre.

El Ebro se puede convertir en un río amenazador porque la necedad del ser humano no ha aprendido que elterreno del agua no se debe alterar, el cambio climático es un hecho irrefutable y sus consecuencias van ser muy dañinas, pero siempre con los mismos. Los programas electorales de los partidos pasan de puntillas por este, más que preocupante asunto, es lógico, a ellos no le va a llegar el agua al cuello y nos enredarán una vez más, porque les seguimos dejando, en discursos, dialécticas, iPad's con frutas o "caloret's" mientras la naturaleza se cobrará, con absoluta certeza, nuestra inoperancia y nos engullirá junto a nuestra incultura del agua vinculada a la corrupción de nuestros gobernantes.