La educación pública, cercada

El empeño del gobierno del Partido Popular, y especialmente del antiministro Wert es acabar con la enseñanza pública y poner en bandeja de sus amiguetes y de la Iglesia Católica el negocio de la enseñanza privada. Desde que este funesto personaje llegó al gobierno no ha descansado en su empeño, ha trabajado a tiempo completo para destrozar todo lo que por su cargo debería cuidar y defender.

Nunca le ha importado tener en contra a todos los sectores implicados en la educación, profesores, alumnos, familias, porque siempre ha tenido claro su objetivo. Es enemigo de la educación pública y por lo tanto va a acabar con ella, y para eso no necesita contar con el apoyo de nadie relacionado con ella, le basta su control del Boletín Oficial del Estado y la connivencia de quienes se están lucrando y esperan lucrarse aún más.

La malhadada LOMCE ha venido a subvertir las más elementales bases de cualquier sistema educativo. La educación ya no se concibe como un derecho universal, como el principal camino hacia una sociedad más igualitaria, sino que de nuevo se convierte, como en el franquismo, en un instrumento segregador, en un modo de selección y de diferenciación, y en el camino para la mayor desigualdad social. Vuelve a establecerse una educación para ricos y una educación para pobres, vuelve a dibujarse por una parte una estructura de colegios privados en manos de grandes empresas y de la mayor de ellas, la iglesia que durante tantos años ha seguido manteniendo un monopolio que se fraguó como recompensa a su infame apoyo a la dictadura, y por la otra una educación pública marginal, depauperada, sin medios, casi benéfica (al estilo de las antiguas escuelas nacionales). Es cierto que la política de estos buitres neoliberales es la principal responsable de este desaguisado, pero no es menos cierto que es inmensa la responsabilidad histórica de la falsa izquierda representada por el Partido Socialista que durante años mantuvo en vigor el Concordato firmado con El Vaticano y permitió el desarrollo de una escuela concertada que no tiene sentido y que no es equiparable a los sistemas educativos de ningún otro país europeo.

Hoy los estudiantes se enfrentan a la última puñalada que se ha asestado desde el gobierno a la educación pública, que esta vez ha caído sobre la espalda de la Universidad; el cambio del sistema de grados, por el que se permite obtener el título de graduado en tres años es un salvaje atentado contra la Universidad Pública y tiene la finalidad de volver a expulsar a los hijos de los trabajadores de la Universidad (así lo ha declaro claro la impresentable secretaria de estado de educación, que ya ha dicho que la Universidad Pública es inviable), y de paso regalar otro trozo de pastel a las universidades privadas.

Al mismo tiempo completa otro atentado contra la escuela pública, anunciando que después de haberse cargado 24.000 puestos de profesores y de haber hecho desaparecer todo vestigio de educación compensatoria y de medios para los que tienen más dificultades, va a cubrir el enorme socavón que han provocado sus recortes con la contratación de 2.000 jóvenes becarios. ¡Cuanta caradura!, es alucinante la desfachatez con la que faltan al respeto a los alumnos y a sus familias, atacan los derechos laborales de los profesores y explotan a licenciados que buscan un empleo y no una beca.

La educación es mucho más que un servicio público, es la columna sobre la que se asienta una sociedad libre y democrática; los ataques a la educación son ataques al conjunto de la sociedad, y tenemos que reaccionar. Un ministro de educación que se dedica a atacar la educación debe ser juzgado por traición.