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Terremoto informativo
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Terremoto informativo

Actualizado 26/02/2015
Alberto López Herrero

Somos muy dados a la exageración, también los periodistas. El empleo de las palabras todo, siempre, nunca y nada nos delata. Cualquier partido de fútbol tiene un golazo, cualquier informativo lleva un notición y también un leve temblor es catalogado como un terremoto.

Ciertamente esto último es todo un acontecimiento. Lo que no se puede predecir y se desconoce su duración e intensidad causa, cuando menos desasosiego, e incluso temor y pánico. El que sufrió Lorca deja bien claro que las consecuencias son impredecibles y pueden ser terribles.

El pasado lunes por la tarde fue la noticia que arregló el día a los medios de comunicación entre la marcha atrás de las promesas de Grecia, las vacaciones ("para descansar") a todo trapo de Bárcenas sin tener un euro, el caloret de Rita Barberá y las cábalas sobre la chistera de Rajoy en el debate sobre el estado de la nación del día siguiente. Pero también fue la comidilla del martes, entre réplicas y batallitas particulares.

Yo he vivido cuatro seísmos (sismos, dicen en Hispanoamérica), pero como todo en la vida, la primera vez te sorprende y te deja sensaciones encontradas. El primero me pilló solo en la redacción de un periódico, de madrugada, y lo recuerdo como una ola con un zumbido que se acercaba e iba moviendo las mesas hasta que llegó a la mía y después pasó de largo. El epicentro recuerdo que estuvo en Sárria, Galicia. El segundo, sentado frente al televisor en casa, fue un leve movimiento de una lámpara y una sensación de mareo... el tercero, muy fuerte según las crónicas, pero imperceptible al estar en una carretera por los Andes, y el cuarto, a primera hora de la mañana, en Bolivia, de película: movimiento de la cama, caída de libros de las estanterías y tintineo de cristales acompañados de un rugido ronco... resulta imposible predecir la duración porque se hace eterno, pero la sensación es que a los pocos segundos todo el mundo está en la calle con cara de susto...

Son experiencias emocionantes y de mucha adrenalina, pero que cuanto menos veces se vivan mejor.

Lo del lunes, por tanto, es una anécdota más para contar entre amigos o a los nietos, pero hay verdaderos terremotos, a veces incluso tsunamis, cuya intensidad no mide la escala Richter ni los damnificados tienen la atención mediática ni las ayudas que merecen. Son las víctimas de la crisis económica, de las circunstancias, de malas decisiones y de la falta de sensibilidad del resto de ciudadanos, y a ellos, desgraciadamente, los terremotos físicos e informativos, siempre les pillan en la calle.

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