Hubert de Givenchy, un genio de la Alta Costura

La sala del Museo Thyssen-Bornemisza que exponía la obra del diseñador francés cerraba sus puertas el pasado domingo, día 18 de enero. Durante casi tres meses, la conocida pinacoteca madrileña ha presentado 90 piezas procedentes de colecciones privadas, museos y fondos de la Maison Givenchy.

Nacido en 1927 en el seno de una familia aristócrata, Hubert de Givenchy ha sido uno de los grandes diseñadores de la época dorada de la Alta Costura. En contra de las opiniones de los que le rodeaban, se marchó a París a estudiar Bellas Artes. Siempre tuvo clara su vocación y gracias a ello se rodeó de los más grandes del mundo de la moda. Desde Jacques Fath hasta Elsa Schiaparelli, empezó su carrera profesional en los estudios de los couturiers más importantes de la época. Allí aprendió lo que años más tarde pondría en práctica en su propio taller: estilosas creaciones y cortes transgresores. Con tan solo 25 años abrió su propia firma Casa de Moda

Givenchy. Ha vestido a mujeres de Estado como Jacqueline Kennedy, Grace Kelly o la duquesa de Windsor, así como actrices de la talla de Liz Taylor y Audrey Hepburn, la cual merece una mención especial. Tras vender su marca en 1989 a LVMH, holding de lujo más grande del mundo, quiso seguir siendo el director creativo de la firma hasta 1995, fecha en la que finalmente se retiró del mundo de la moda. A sus 89 años puede presumir de haber creado una de las maisons más representativas de la segunda mitad del siglo XX.

Como si de un viaje a un lugar idílico se tratara, el recorrido por la exposición se hacía a través de contenidos temáticos. El primer espacio se viste de las primeras colecciones del diseñador francés, donde destaca la blusa blanca Bettina, denominada así por una de las modelos más bellas de la época; tela de algodón, cuello abierto y mangas adornadas con bordado inglés componen su primer gran creación. Después, su referente y amigo Cristóbal Balenciaga protagoniza una sección en forma de tejidos de distinto tipo, pues fue él quien le enseñó la admiración por las telas: piel, seda y lamé formando creaciones únicas e irrepetibles. La historia del cine y la memoria visual del siglo pasado son el núcleo de la muestra: el vestido que lució Jackie Kennedy en el Palacio de Versalles en la visita oficial a Francia o el traje que vistió la duquesa de Windsor para el funeral de su marido son algunas de las piezas clave. Esta ha sido la ocasión perfecta para que Hubert de Givenchy homenajeara a su musa y mejor amiga, Audrey Hepburn. Desde que se conocieron en 1952, la actriz belga siempre acudía a él, no solo para ser vestida en sus películas u ocasiones especiales, sino para disfrutar de los pequeños momentos de la vida. El antifaz de encaje que diseñaron conjuntamente o el icónico vestido de seda negra con el que Holly Golightly se para ante el escaparate de Tiffany en Desayuno con diamantes son algunas de las creaciones que aparecían en el museo. También sorprenden los bordados, brocados, lentejuelas y pailletes que decoran algunos de los vestidos del couturier. Influenciado por los grandes pintores de la historia, otro de sus puntos fuertes es la elegancia en el uso del color. La última puntada de la exposición la ponen los trajes de novia y los vestidos de noche: el blanco se funde con el negro perfilando seis vestidos de boda llenos de encanto y detalles vanguardistas y algunas creaciones negras, su color fetiche.

Aunque definir el estilo de Hubert Givenchy resulta ser una tarea difícil, refinado y elegante son dos de los adjetivos que califican su auténtica obra arte. Belleza y distinción se han unido gracias al gran diseñador francés de Alta Costura, que ha dejado un legado maravilloso e inigualable para la moda.