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No esclavos sino hermanos
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No esclavos sino hermanos

Actualizado 28/12/2014
José Román Flecha

Por decisión del Papa Pablo VI, el día primero de enero celebramos la Jornada Mundial de la Paz. Es esta una preciosa invitación a sepultar los rencores e indiferencias que hacen difícil la convivencia humana. Y es también una exhortación a iniciar el nuevo año en armonía, con sinceros deseos de reconciliación y de fraternidad.

En el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2013, el papa Benedicto XVI nos recordaba la conocida bienaventuranza evangélica que proclama dichosos a los que trabajan por la paz. Afirmaba él que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana, que requiere un esfuerzo para fomentar la convivencia en términos racionales y morales.

El nuevo Papa Francisco eligió la llamada a la fraternidad como lema de su mensaje para la Jornada del año 2014. En él nos recordaba ese "anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer".

Con el lema que el Papa Francisco ha elegido para la Jornada del 2015 nos exhorta a considerar a todos los seres humanos no como esclavos, sino como verdaderos hermanos. Esa hermanandad se fundamenta en el origen común, puesto que todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.

Sin embargo, no olvida que el pecado se manifiesta bien pronto en el asesinato de Abel por parte de su hermano Caín. Evidentemente, el cainismo, de tanto en tanto viene a ensangrentar nuestra convivencia, revela que hemos olvidado el proyecto inicial de Dios.

Nuestra convivencia se ve fracturada con frecuencia por brotes de violencia y por el intento de sustituir la fraternidad por la esclavitud. Los creyentes sabemos que el pecado de la separación de Dios trae consigo el "rechazo del otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales e institucionalización de la desigualdad".

El Papa recuerda además un texto del Nuevo Testamento que deberíamos meditar más a mmenudo. En su carta a Filemón, San Pablo le exhorta a recibir a Onésimo, como a un verdadero hermano, ahora que se ha hecho cristiano como él.

Onésimo era esclavo de Filemón. Huido de su casa, llegó hasta Pablo, tal vez buscando refugio y consejo. Junto a él encontró la fe y de él recibió el bautismo. Las leyes del Imperio Romano eran duras para los prófugos. Así que Pablo le aconsejó que regresara a casa de su amo.

Pero en su breve escrito, Pablo recuerda a Filemón que su antiguo esclavo es ahora su hermano en la fe. No podían modificar las leyes, pero podían vivirlas con un estilo nuevo, es decir con un nuevo espíritu.

Por eso, afirma el Papa Francisco, "la conversión a Cristo, el comienzo de una vida de discipulado en Cristo, constituye un nuevo nacimiento, que regenera la fraternidad como vínculo fundante de la vida familiar y base de la vida social".

LA FAMILIA Y LA GRACIA

Fiesta de la Sagrada Familia. B

28 de diciembre de 2014

"El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros". No deberíamos dejar de leer el texto del libro bíblico del Sirácida, que se proclama en la primera lectura de la celebración eucarística de hoy (Eclo 3, 2-6.12-14). En una primera parte contiene reflexiones como estas, llenas de sabiduría.

Despues, las reflexiones se convierten en consejos, que siguen teniendo valor en una sociedad en la que los hijos desprecian la sabiduría de los padres, calificándola de anticuada: "Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre; no lo abandones mientras viva. Aunque flaquee su mente, ten indulgencia. No lo abochornes mientras seas fuerte".

Como si conociera el sentido de culpa que afecta siempre a todos los que han despreciado o abandonado a sus padres, el autor termina formulando una promesa no exenta de poesía: "La piedad para con el padre no se olvidará..., el día del peligro Dios se acordará de ti y deshará tus pecados como el calor deshace la escarcha".

DOS PROFETAS

En el evangelio que se proclama en esta fiesta de la Sagrada Familia (Lc 12, 22-40) se recuerda la purificación de María y la presentación de Jesús en el templo. Lo primero que llama la atención es la triple alusión a la Ley de Moisés. Aquella familia de Nazaret cumple con fidelidad lo prescrito a su pueblo: presentar su hijo al Señor, de quien lo ha recibido.

Es verdad que inmediatamente se alude por otras tres veces al Espíritu Santo. Moraba en Simeón, le había prometido que no moriría sin ver al Mesías del Señor y, llegado el momento, lo guió oportunamente hasta el templo. Así pues, la llegada de Jesús es como el gozne sobre el cual giran las dos alianzas: una centrada en la Ley y la otra movida por el Espíritu.

Simeón y Ana son dos profetas. Representan la piedad de los creyentes. Viven de cara a Dios y prestan atención a sus señales. Reconocen al Mesías en un niño que no lleva señales de su dignidad. Dan gracias a Dios por Él y anuncian su presencia a quien les puede escuchar. De paso, la familia de Jesús es "evangelizada" por ellos.

Y TRES PLANOS

Pero el evangelio de hoy no se detiene ahí. Nos dice que, después de cumplir lo prescrito por la Ley del Señor, la familia regresa a Nazaret. Del ámbito sagrado pasan con normalidad al ámbito "profano" de la vida diaria. Dan gracias a Dios por la vida y tratan de vivirla en su integridad y con sencillez , como sugiere el texto con tres pinceladas.

? "El niño iba creciéndo y robusteciéndose". He ahí el plano de la naturaleza. El paso del tiempo y el crecimiento de una vida humana, que es preciso aceptar y agradecer.

? "Jesús se llenaba de sabiduría". Es este el plano de la cultura y de la socialización. Gracias a José y a María el niño aprende el "saber "humano y el "sabor" de las cosas de Dios.

? "La gracia de Dios lo acompañaba". En este plano, Dios tiene todo el protagonismo. El amor y el proyecto de Dios van guiando el desarrollo de Jesús.

- Padre de los cielos, tú sabes que nos preocupan mucho las familias de hoy. Te rogamos por todas ellas. Que la luz de tu evangelio las ayude a valorar la vida, a educar a sus hijos en valores auténticos y a contar siempre con tu providencia y tu gracia. Amén.

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