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Navidad de palabras
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Navidad de palabras

Actualizado 20/12/2014
Ana G. P.

Si me hubiesen dicho hace unos años que iba a acabar escribiendo sobre la importancia de las palabras en clave de experiencia personal, a mí, persona tímida donde las haya? no les hubiese creído. Pero aquí estoy, intentando, precisamente, "ponerle palabras" a una experiencia vital especialmente intensa en los últimos meses, o mejor dicho, a cómo la historia de una herida me ha hecho darme cuenta del peso que pueden llegar a tener las palabras y la ausencia de éstas.

Las palabras son, probablemente, el rasgo más distintivamente humano (como especie animal), el instrumento valiosísimo que nos define y diferencia del resto de seres vivientes del planeta. Es cierto, hay especies de animales que se comunican por medio de ondas, sonidos? pero el hecho de articular un lenguaje mediante palabras es propia y exclusivamente humano. Y, a la vez, las hemos convertido en una de las armas más poderosas y peligrosas de nuestro tiempo. Las palabras que se dicen, cómo se pronuncian, en qué momento y a qué interlocutor; si este es uno, varios, conocido o desconocido. El contexto, el registro, el fin, el modo y la forma? son algunas de las consideraciones que tenemos en cuenta a la hora de pronunciar vocablos y de articular ideas. Por más que diga el dicho, hay palabras que no se las lleva el viento y mucho menos los silencios que marcan la ausencia de las mismas y que, en ocasiones, hieren de un modo más profundo.

La palabra se hace carne y acampa entre nosotros (Jn 1, 14). Que me perdonen los expertos si les ofende que le cambie el tiempo verbal a la frase y la ponga en presente pero para mí tiene mucho más sentido así. No tengo mucha idea, la verdad, de cómo entienden algunos y entre ellos los que saben, esta frase, de cómo esperan que esa palabra "se haga carne" en nuestro hoy, en unos pocos días y cada día. Pero sé el sentido que tiene para mí y es lo que me gustaría compartir en estas líneas.

La Palabra, con mayúscula, se hace carne en cada uno, se materializa concretamente, cada vez que nuestras palabras (gestos, silencios y actitudes) encarnan respeto, libertad, ternura, alegría, confianza, amor, preocupación? por el otro; cuando devuelven y restablecen la dignidad a los enfermos, los rotos, los olvidados; cuando son instrumento de paz y no de guerra y construyen un mundo (sea Reino o república) mejor y más humano y la Buena Noticia del Amor acampa y se extiende sin fronteras. Pero acampa, no posee ni es dueño de la tierra en la que viene a habitar, sino que se expone a la intemperie, frágil, incierta, sin saber si será acogida o arrojada y sin herir la tierra en que se apoya. Y para extenderse depende de nosotros. Depende de cada uno que la historia sea más que un cuento, es nuestra la oportunidad y responsabilidad de conjugar en presente los verbos en los que se apoya la esperanza de la humanidad, y ser la carne que haga realidad esa confianza de que es posible un mundo mejor y más justo.

Palabras, gestos, silencios, actitudes, miradas? Algunos dirán que menuda ilusión de caramelo. Sin embargo, creo que el detalle es la gota que colma un vaso que se va llenando a cuentagotas y que al final desborda inundando cuanto tiene alrededor. "Las cosas de palacio van despacio".

Se me ocurren muchos buenos deseos a las puertas de esta Navidad? rescatando uno de ellos, ojalá sea el tiempo que sirva de punto de inflexión para tomar conciencia de lo mucho que podemos hacer con nuestras palabras, gestos y actitudes? cosas pequeñas e insignificantes que pasarán desapercibidas para algunos ciegos y sordos, pero no para otros muchos a los que harán tanto bien; para creer que la Promesa del mundo depende en buena medida de nuestro cuidado y esfuerzo y de que merece la pena vivir deseando ser la carne que extienda el Amor.

A todos los que me leen, ¡muy feliz Navidad!

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