La crisis de la Democracia española y el partido Podemos

Me parece innegable que la irrupción en política del grupo Podemos y su éxito electoral está relacionado con la profunda crisis social y política que arrastra España, consecuencia de la crisis económica y de los recortes del Estado de Bienestar, pero también del colapso de unos partidos e instituciones políticas aquejados de falta de democracia interna, de hiperliderazgo y de corrupción.

Los ciudadanos abrumados por los efectos de los recortes y el incremento del paro constatan el alejamiento de los partidos políticos de sus problemas diarios, mientras generosamente acuden presurosos a restañar la sangría financiera de unas instituciones que se hunden en medio de una escandalosa gestión, sin que nadie pague por ello. El desapego ciudadano de una manera de hacer política es la muestra evidente de la crisis que nos asola y deprime.

Ante esta crisis aparecieron unos movimientos sociales que plantearon un cambio radical de lo que con notoria injusticia se ha denominado el régimen del 78. Dichos movimientos canalizaron las protestas ciudadanas y señalaron los problemas, sin embargo, no fueron capaces de desarrollar unas alternativas. Tiempo después surge Podemos, un verbo imperativo y optimista que intenta insuflar ánimo y esperanza en la próxima revolución que acabará con "la casta" y restaurará la verdadera democracia, sin derechas, ni izquierdas, sin pobres, ni ricos.

El ilusionante programa de Podemos, lleno de eslóganes y enormemente inconcreto se convirtió en banderín de enganche de mucha gente que imagina una revolución inmediata cuando después de la toma de poder por los dirigentes de Podemos, España vuelva a la democracia perdida, al crecimiento económico y a la posición internacional que se merece esta gran nación y esta gran gente. Pero la realidad no es tan sencilla y lo más asombrosos es que una extraordinaria campaña de marqueting sea capaz de obnubilar a tanta gente con el partido Podemos.

Conviene señalar, algo que los politólogos, además de los ciudadanos saben muy bien que el pensamiento de la derecha existe y es diferente del de izquierda, de la misma manera que la mentalidad de un rico, no es igual que la de un pobre, su manera de concebir el mundo es diferente. Por lo tanto, la idea de ocupar la centralidad política, no siendo de derechas, ni de izquierdas, es simplemente una notable definición de populismo. En segundo lugar, la apelación a la gente, en vez de a los ciudadanos que son los sujetos de la soberanía, hace invisible a las personas, a los ciudadanos concretos. En tercer lugar, las propuestas inconcretas conocidas hoy del partido Podemos son una amalgama de lugares comunes: defensa de la educación pública ¿cómo?, cuál es la alternativa educativa?; defensa de la sanidad pública y los servicios sociales ¿ cómo?, ¿ con qué presupuestos?; acabar con los desahucios y convertir los pisos vacíos en pisos sociales ¿ se van a nacionalizar los pisos no alquilados o vendidos? Y cómo se pagará a los propietarios?; se aprobará una renta universal de 1000 euros para cada español, ¿ y eso quién lo pagará?, ¿ con aumento de impuestos a las clases medias como siempre?; se auditará la deuda y solo se pagará la deuda justa, pero si los acreedores internacionales nos exigen el pago completo¿ qué hacemos, no pagamos?.

Como se puede ver demasiados interrogantes para un partido que pretende acabar con los demás partidos, el nuevo Movimiento Nacional se está formando con una mezcla de populismo, unas gotas de liderazgo carismático, y un chorrito de apelación a las gentes en el marco de un nacionalismo antiguo y antieuropeo, profundamente desconfiado de la democracia y sus reglas.