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Ruta Teresiana 'De la cuna al sepulcro'
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EUTIMIO CUESTA

Ruta Teresiana 'De la cuna al sepulcro'

Actualizado 10/10/2014
Raúl Blázquez

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A esta Santa andariega, se le pueden abrir cientos de rutas, porque no aciguaba: recorrió España entera fundando conventos y aleccionando a sus monjas con la palabra y el ejemplo. Yo creo que ella y sus caballerías paraban solo para comer, y sus distracciones, en aquellos viajes eternos, eran la oración, la lectura, la conversación y alguna que otra cabezá, pues le gustaba darle a la palabra, escuchar poco y dormir menos; yo creo que a quien más prestaba atención era a Dios, con quien mantenía una relación muy estrecha e íntima, y con quien compartía desvelos, dificultades y flaquezas. Con esa confianza espiritual, siempre consiguió salir adelante, ser Santa, mujer sabia y capaz de enderezar, entre los monjes y monjas, los caminos del Señor, que, con tanta relajación, se volvían tortuosos e incontrolables.

Y de todas las marchas teresianas peregrinas, que se puedan trazar en el país, la que tiene mayor atractivo y contenido es ésta, que parte del lugar del nacimiento y acaba en el lugar de la muerte. Es como un símil de la vida toda del hombre y de las cosas.

Y se inauguró el 21 de agosto de 2014, con el recorrido del primer tramo, de 25 kilómetros, que arrancó de Ávila y, pasando por los pueblos de Cardeñosa y Peñalba de Ávila, culminó en Gotarrendura, donde se comió, se descansó y se compartió el pan y el vino de la Eucaristía.

La mañana del 22, amaneció fresquita con exigencia de rebeca para las mujeres y de chaleco para los hombres. Los de a pie se reunieron a la puerta de la iglesia e iniciaron la etapa del segundo día. Detrás iban los caballistas y aún más atrás, los ciclistas. Pararon a tomar un piscolabis en El Oso; un refresco, en Papatrigo y el aperitivo, en Narros de Saldueña. Cada uno, en su interior, guardaba las intenciones personales de aquella partida sobre las huellas de la Madre Fundadora. La comida, la misa y el descanso nocturno, en Fontiveros. El sábado 23, se emprende la tercera etapa. Siempre se parte de la iglesia. La satisfacción de los peregrinos se adueña, como un sarpullido en su rostro. La ilusión y la camaradería se hacen más estrechas, y se vuelven en amistad ferviente. El grupo avanza, canta, charla, bromea, evoca historia y reza, y, con este estado de ánimo, llega a Rivilla de Barajas y a Narros del Castillo, lugar de abastecimiento y siesta. Repuestos de tanto hacer ruta, se dirigen al convento de Duruelo.

En la segunda mitad del siglo XVI, reinando Felipe II, Duruelo era una finca, explotada por unos cuantos campesinos, que ocupaban unas cuantas casas. Alguien consideró que los habitantes de la zona estaban abandonados de la mano de Dios, y ofreció una vivienda arruinada a la Orden carmelitana. San Juan de la Cruz y el prior de Medina, fray Antonio de Jesús de Heredia se trasladan a Duruelo a hacerse cargo de la casa y fundar un convento. Santa Teresa, en 1568, acude a este lugar a apoyar la fundación del primer convento masculino de la Orden Reformada de los Carmelitas Descalzos. Los primeros carmelitas predicaban en los aldeas próximas; tuvieron muy buena acogida y vivían de la generosidad de la gente.

D. Luis de Toledo, III señor de las Cinco Villas, (la componían Salmoral, Narros del Castillo, Mancera de Abajo, San Miguel de Serrezuela y Gallegos de Solmirón), amigo del padre Antonio de Jesús Heredia, ofrece a los Carmelitas un lugar mejor en Mancera de Abajo, que era entonces cabeza del señorío y donde residía el noble, don Luis. El padre Antonio de Jesús acepta y don Luis les construye un convento a sus expensas en Mancera. La comunidad religiosa se traslada el 11 de junio de 1570, con gran solemnidad y gran asistencia de gentes de los lugares próximos. La procesión recorrió la legua larga que hay desde Duruelo a Mancera. Tras este prólogo. Sigue la ruta.

En Duruelo, tuvo lugar el acto inaugural con la misa y la cena.

La cuarta etapa, nos lleva a Mancera, Macotera y Tordillos, donde se come y pernocta. Según avanza el colectivo, va señalizando el camino, colocando hitos e indicadores, que marcan la senda a futuros peregrinos , que opten por hacerla.

El 25 de agosto, último trayecto. Se pasa por La Lurda y Garcihernández. Se llega a Alba de Tormes. El acto final se celebra en el "Monasterio de la Anunciación de Nuestra Señora" de las Carmelitas Descalzas, que se consuma con la comida.

Se ha trazado este itinerario, como el camino que santa Teresa utilizaba en sus traslados de Ávila a Alba, pero es una simple conjetura, pues no consta su descripción en ninguno de sus escritos. En aquella época, existía el camino de Alba - Madrid, que pasaba por Pedrosillo y Macotera (que llamamos el camino de Alba, y cruza el monte Fresnillo). Pudo ella usar esta ruta, y no la de Tordillos, La Lurda y Garcihernández. No vamos a detenernos en estas menudencias. Lo importante: que cunda.

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