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Torear contra las cuerdas
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LA CRÓNICA DE MARCO ANTONIO HIERRO

Torear contra las cuerdas

Actualizado 14/09/2014
Marco Antonio Hierro

Gallo y Castaño salen en hombros y toros importantes en el desafío charro

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Dos corridas de toros lleva Eduardo Gallo en España en este 2014 de exilio impuesto en tierras americanas. Y pisa La Glorieta en la segunda, contra las cuerdas del sistema establecido, fuera de quinielas y apuestas, para mostrarse a Salamanca y al mundo con dimensión de figura del toreo. Él, su tela templada, su plomo en el talón y su pluma en la muñeca, fue lo más relevante de un desafío ganadero donde hubo tres toros de triunfo claro y no todos fueron los que dejaron las orejas en el ruedo.

Torea Gallo contra las cuerdas, sintiendo en el alma el olvido y la indiferencia de una industria que repite las mismas cantinelas en cada feria pero no perdona un tropezón al que quiere llegar a la cima, al que está contra las cuerdas teniendo condiciones para codearse con los que mandan. Varias veces ha estado ya el rubio torero llamando a las puertas del sistema, pero parece necesitar él también la adrenalina que produce vivir contra las cuerdas. Porque es entonces cuando saca lo mejor de sí. Como hoy.

Cuando abrió los vuelos dejando por delante siete metros entre el de El Puerto y el percal, en el quite al segundo, sabía que el ajuste, la exposición y el riesgo iban a estar disparados, pero es que, además, le templó los trazos para que murieran en una larga larguísima, eterna, que saboreó tanto que poco le importó que se fuera el buen toro detrás de los vuelos para encontrarlo a él, que saboreaba el olé barriguero de una Glorieta entregada. Y estaba contra las cuerdas.

Lo estaba porque tiene esta plaza la manía de matar toreros sin que pisen este albero, y luego se sorprende de que no sea la aptitud, sino la actitud la que borra su nombre de la conciencia popular. Hoy la de Gallo no fue la de navegar en esto, sino la de asaltar los tronos. Por eso se entregó al disparo geniudo del sexto para echársela como si tuviera clase, dejarle muerto el trapo y darle a elegir entre tela o carne con la fe en sí mismo de quien se sabe superior. Y de quien no le importa, llegados a este punto, que le peguen una cornada hundido y abandonado. Así estaba Gallo cuando le repitió el de Adelaida en la muleta que podía, que gobernaba, que consentía y que mataba violencias para rascar los fondos. Hasta que salió el del negro toro, que transformó su brusquedad en emotiva arrancada, que lo era más aún por el asiento entregado que tenía delante. Largo con la diestra poderosa, poderosa de verdad para embarcar disparos, para llevar al fin del mundo y por delante de los redaños la voluntad de batalla. Hasta que se quedó el animal vencido y convencido por un tío contra las cuerdas que fue capaz de poner La Glorieta en pie cuando muñequeó los circulares con un tranco más hasta hacerlos redondos y macizos, le escondió la muleta y le dejó la talega en el morro. Estaba contra las cuerdas el que tal hizo, para dejar dimensión de figura del toreo.

Al contrario que Gallo, no está Castaño contra las cuerdas en contratos y presencias, pero no es el suyo el ajuste ni el asiento mencionados hasta estas líneas. Sí lo es el pulseo templado, el torero ralentí de regusto y hasta de poso como no se le había visto a Javier en esta plaza. Así toreó al buen toro de El Puerto que saltó en segundo lugar, enclasado, fijo, franco y con celo para embestir trapos a miles, para colocar la cara igual de bien en la llegada que en los finales y para seguir haciéndolo después de mil muletazos. Gran toro el de Lorenzo Fraile, que se fue sin una oreja entre la ovación cerrada.

Espectacular fue el de Pedraza de Yeltes que salió quinto, imponente y largo, con presencia para Madrid. Los dos compartieron el premio en el desafío y los dos los enlotó Castaño, que tiene sentido del espectáculo y una cuadrilla que lo fomenta para que disfrute el tendido. Y lo hizo La Glorieta cuando se fue tres veces al penco sin importarle que lo hiciese siempre buscando su sitio antes de probar el hierro de Tito Sandoval. Luego tuvo nobleza y boyantía para embestirle a un Castaño gozalón poco acostumbrado al almíbar, que lo toreo tan suave y acoplado como marcado por fuera, aunque le perdonasen el defecto con las dos orejas.

A Ferrera, el extranjero en el cartel de los charros, no le consintieron ni una. Anduvo profesional y solvente un torero veterano que ha pasado tantas fatigas que el agua ya no le pasa de los pies. Tal vez le faltó morirse entre la clase profunda que derrochó el de El Pilar, el primero de los toros importantes que salió en el desafío. Tal vez se acordaban de aquello los que le pitaron el trasteo cuando el deslucido castaño de Carlos Charro se empeñó en no embestir. Una diferencia hubo entre los dos pasajes; dejó Ferrera una tanda de poderosa mano diestra como final de faena al bueno, pero no se la quiso tomar el que hizo cuarto en la función.

Una función que conquistaba el que llegó contra las cuerdas, que no está hoy mucho mejor, pero sí un paso más cerca de recibir el perdón. Indulto por una tarde en Madrid, donde no estuvo peor que otros que están en las ferias. La diferencia está en que muchos de esos que siguen no serán capaces jamás de torear como Gallo. Y no están contra las cuerdas.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de La Glorieta, Salamanca. Feria de la Virgen de la Vega, tercera de abono. Media entrada en los tendidos. Toros de El Pilar -enclasado y con entrega el primero, aplaudido-, El Puerto de San Lorenzo -enclasado, repetidor y profundo el segundo, ovacionado-, Carmen Lorenzo -deslucido y sin raza el tercero-, Carlos Charro -blando, desrazado y sin entrega el cuarto-, enclasado, boyante y profundo el bravo quinto, de Pedraza de Yeltes, de vuelta al ruedo- y Adelaida Rodríguez -genuino, boyante y emotivo-.

Antonio Ferrera (azul pavo y plata): división de opiniones en ambos.

Javier Castaño (blanco y oro): oreja tras aviso y dos orejas.

Eduardo Gallo (verde oliva y oro): ovación tras aviso y dos orejas.

Saludó la cuadrilla de Castaño en el segundo y el quinto.

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