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Estepas cerealistas, espacio y tiempo
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PASEOS Y PAISAJES DE SALAMANCA

Estepas cerealistas, espacio y tiempo

Actualizado 21/08/2014
Redacción

Una de las grandes riquezas de nuestra provincia está en su variedad de comarcas, con paisajes, gastronomía y arte que diferencian a unas de otras y que SALAMANCA rtv AL DIA recorrerá cada semana (GALERÍA FOTOGRÁFICA)

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Si hay algo que distingue a Salamanca de otras provincias es su gran variedad de comarcas, con paisajes, gastronomía y arte que la hacen única. Una riqueza al alcance de todos los salmantinos y visitantes que SALAMANCA rtv AL DIA mostrará cada semana. Propuestas turísticas que también pueden conocerse ampliamente en la web de la Diputación de Salamanca http://www.salamancaemocion.es En este paseo por la provincia, nos acercamos a la estepa cerealista de Salamanca.

Texto: Raúl Tapia, Fundación Tormes E-B, en la revista 'emociones en Salamanca', de la Diputación.

Un camino disecciona el paisaje como un libro abierto hacia el horizonte. Sobre los campos desamueblados se conjugan nutritivos barbechos y arcillas encarnadas, escabrosos rastrojos y cereales tardíos. La concentración parcelaria ordenó los cultivos cuadriculando el escenario, retirando los muros vivos y setos de las lindes. Lo que perdió en diversidad lo ganó en amplitud.

Así, la mano del hombre dinamiza mes a mes esta postal con la ayuda del agua, los calores y los fríos. No hay paisaje más tornadizo. Lo que ayer estaba desnudo hoy se engalana de tallos, lo que espigaba en verdes madura en áureos?todo fluye, nada permanece. Mudamos esta cita de Heráclito de Éfeso desde los ríos al terruño, pues el devenir también se manifiesta en La Armuña, en los Campos de Peñaranda, en Las Villas. El nordeste salmantino acoge trigos y cebadas, garbanzos y lentejas, aportando cada uno sus matices de color, sus texturas diferenciadas.

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No hay distancia más cercana que la estepa cerealista; apenas movamos un poco el automóvil o la arrinconada bicicleta estaremos allí, en cualquiera de sus momentos estacionales. El otoño se abre con la sementera, en un campo perlado de terrones que pronto será alcanzado por la lluvia de semillas. El tono bermejo de las tierras plagia a los alcornoques desvestidos del corcho; a veces unos matices blanquecidos revelan otras identidades del suelo. Las parcelas se integran como teselas en un mosaico y los colores reflejan los ritmos desacompasados del trabajo agrícola: el tiempo mide el espacio. Después el invierno acoge nieblas y heladas, velos aéreos y superficiales que escarchan cada loma y cada llano. Caminar esas mañanas tiene una magia que sólo conocen quienes la han experimentado. El viajero amante de la esencia de los lugares ha de recoger estos momentos en el disco duro de sus experiencias.

Y "entra mayo con sus flores,

sale abril con sus amores,

y los dulces amadores

...comienzan a bien servir."

Estos versos, que cantaba una pieza anónima del Cancionero de Medinacelli, reflejan la fecundidad de la primavera. Un arrebato de luz que se mece sobre las espigas, cuando estos escenarios olvidados del turista conquistan adeptos. Mares de Castilla que visibilizan el viento, es el momento en el que la clorofila se trueca en poesía. Pero ese verano precoz, que nos sobreviene cada año, reseca cada planta mediado junio. En breve, las cosechas se empaquetan en geometrías de alpacas y bolos. Un nuevo instante para contemplar arte efímero, esculturas de paja, en fin, arte de naturaleza que los agricultores improvisan sin saberlo.

Pero hora es de ponerle nombres y caminos a lo contado. Arrancar por esa invisible Ruta de las Avutardas llevará, al que gusta de viajes por carreteras de lento ir, desde los escarpes de Tarazona de Guareña a las cigüeñas de Alaraz. Buena atalaya de contemplación el primero, lugar para las coreografías ornitológicas la segunda. En el recorrido descubriremos el curioso hecho de que la finca de La Carolina, en Cantalapiedra, donó la sequoia del claustro de la Universidad. O repararemos en las altivas iglesias de Palaciosrrubios y Zorita; de Rágama no hay que perderse su arquitectura tradicional, austera y estética.

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Una parada obligada en el camino viene señalada por el perfil de los silos de Peñaranda; allí nos recibirán los tostones para volver a la carga; también es recomendable visitar el convento de las Madres Carmelitas Reposar la pitanza en Macotera ofrecerá la oportunidad de reconocer a los autores pretéritos de estos paisajes y sus ingenios. El museo de las Llanuras y Campiñas de Salamanca amalgama saberes y herencias culturales en forma de carros y manceras, liaras y carlancas.. No abandone esta villa sin contemplar su iglesia y el excepcional retablo.

Y ahora cambiemos de tercio para llegarnos hasta las villas del buen puchero. Ruta de las Legumbres que dibuja un círculo entre los pueblos de San Cristóbal, Monterrubio, La Vellés, Pedrosillo, Aldeanueva de Figueroa, Topas y Calzada de Valdunciel. Mirar desde lo alto es un lujo escaso en esta planicie, así que la ermita de la Virgen del Viso nos elevará sobre la meseta como si de la visión de una maqueta se tratara. Las casas solariegas de Monterrubio y la Vellés bien merecen un paseo, para detenerse después en Pedrosillo y adquirir la variedad de garbanzos a la que bautiza.

El Cordel de las Negras, vía pecuaria que se inicia en la villa ledesmina, une Aldeanueva con Topas. A estos caminos de pastores hay que agradecer caminatas con calidad, donde el patrimonio natural se hermana con el tradicional en forma de cultura. Y si citamos caminos, la Vía de la Plata hará presencia en Calzada con su Centro de Interpretación de los Caminos Históricos. La Armuña bien provee a los platos de cuchara, responsabilizándose de la bondadosa cocina y las gratas sobremesas.

Y cerremos este deambular en Las Villas, donde el regadío verdea los veranos gracias a los canales de Villoria y Babilafuente. Esta última localidad nos sirve de inicio, allí donde la planta de bioetanol se convierte en figura modernista de dimensiones desproporcionadas. Su agua y balneario han de ser probadas para la salud corporal y la mental. Cerca tenemos Villoruela, pueblo del mimbre que ha recogido a sus artesanos en el museo del mismo nombre. Ver a los mimbreros trabajar es un regalo para la vista.mDesde el Teso Terrubio se ofrece una buena panorámica del valle del Tormes, teniendo que acercarse hasta Aldearrubia para localizarlo. Allí nos llamará la atención el coro de la iglesia de San Miguel Arcángel, bien de interés cultural de fábrica renacentista donde encontrar un curioso reloj de sol. Para compensar la austeridad de árboles del recorrido invitaremos a transitar por las alquerías de Cantalpino, uno de los pueblos de mayor extensión en la provincia, donde el arte sacro se entrevera con una agradable naturaleza.

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Para ser justo, hay que excusarse ante otros muchos pueblos no citados, pero de semejante provecho en cuanto a las virtudes de la estepa se refiere. No queda más que un último desafío: todos los caminos contados adquieren otra dimensión las noches de luna llena o de bóveda estrellada. Será toda una experiencia para quien no haya invertido dos horas de su tiempo en observar un firmamento, como el que acontece en cada uno de estos lugares. Elija usted el viaje y sus paradas: un paisaje para viajeros con sensibilidad.

Fotografías: Francisco Martín

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