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Abducido
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Abducido

Actualizado 25/07/2014
Luis Miguel Santos Unamuno

Como soy muy leído aprendí pronto de los clásicos que todo viaje es también un viaje interior. Y estoy pudiendo comprobarlo en carne propia, en corazón propio más bien, pues mi recorrido veraniego por el Levante español me ha traído hasta las Islas Baleares. A ese viaje interior contribuye el que por estos pagos, sin darte cuenta, te ves inmerso en una especie de líquido amniótico identitario que te afecta de manera subliminal.

A ver si me explico: cuando hablo de inmersión no me refiero sólo a la lingüística, que también, sino a la informativa que te coge por sorpresa en tu periódico habitual ya desde la publicidad y que además de la consabida visibilidad impenitente sobre el tema catalán que también se vive en provincias, además de las firmas y opiniones y humoristas y dobladores y masterchefes y reportajes con protagonismo catalán en el día a día de periódicos y televisiones, además, sí sí sí, hay una parte "local" de los diarios que viene en una separata de la edición necional y que trata exclusivamente de ellos. ¡Uy! Dije ellos, ya me equivoqué, quise decir "nosotros" porque el objetivo este artículo es manifestar mi intención de unirme al catalanismo. Hasta el punto de que aclaro que está escrito en mallorquín y espero que en la casa de salamancartvaldía hayan encontrado algún traductor (el Senado es un buen sitio para buscar) que les permita a ustedes leerlo en castellano, digo en salmantino, no se me vaya a enfadar algún riojano o murciano. El hecho de que se reciba en Baleares el encarte de la edición de Cataluña, así, con eñe ?y sin mayor relación con estas islas que incluir la cartelera de cines de Palma- se me escapa, salvo que vaya con intenciones aviesas e imperialistas que tienen muy mosqueados a algunos independentistas de por aquí.

Porque lo que me está pasando es que de tanta contaminación ambiental me está brotando, realmente está muy extendido ya, un sentimiento de catalanidad intenso, profundo. No quiero ser malpensado pero quizá todo se desencadenó cuando en uno de los múltiples artículos sobre lo que somos o dejamos de ser que llenan los periódicos me topé con las informaciones sobre la consulta (de niño la consulta era una habitación de mi casa donde mi padre pasaba la ídem) y en concreto con la noticia de que se está perfilando el censo ?uno de los problemas más difíciles de resolver y que va sibilinamente encaminado a superponer la parte con el todo- y de que se pretende que puedan votar los catalanes que residen en el extanjero. ¿Cómo se define entonces ser catalán?, ¿por qué no ser uno de ellos?. Sobre los catalanes que residen en el resto de España ?aquí se complica la cosa si se defiende que Catalunya ya no es España- se dice que hay problemas técnicos que no les permitirá votar. Qué lío.

En resumen, que me siento catalán, y como eso, el sentimiento, ha sido la base de la construcción del país pues quiero votar en el referéndum cuando lo haya y quiero fer país. Porque por aquí la utilización de la palabra país es omnímoda. Partidarios o no del independentismo y favorables o no a la consulta de la doble pregunta y resultado previsible todos parecen compartir la idea de un todo geográficamente delimitado que acoge a un cuerpo identitario, otro todo, que configura un país. Ahí está el meollo: si existe ya un pueblo unitario que configura un país unitario (conceptos ambos que se manejan ya con toda normalidad y en cuyo uso todos caemos) pues entonces ¿cómo no dejarle ser libre?. Pobritos. He leído tantos argumentos a favor de que somos diferentes que he sido abducido y ahora me siento catalán. He tenido, eso sí, que negociar con una parte de mí mismo que se empeñaba en recordarme que mi contaminación cultural se produjo, años ha, en las Baleares pero lo he superado y sobre todo desde que he oído a mis amigos mallorquines comentar que ellos no tienen nada en común los de otras islas y que no van con los de Menorca o Ibiza ni a la vuelta de la esquina, más o menos como nosotros, digo ustedes, con los de Valladolid. Y yo para independentismos de pueblo no estoy así que ahora propugno els Països catalans.

Y en eso ando, en configurar mi currículum de catalán que me permita demostrarlo pues yo puedo decir que mi sentimiento es profundo y que mi adhesión al régimen será inquebrantable pero eso no se mide con un fonendo. Para ello he rebuscado ese fondo de cultura catalana que se revolvía dentro de mí y que empezó a impregnarme desde que compartiera semiclandestinamente el vinilo de Serrat cantando Ara que tinc vint anys en tiempos franquistas. Luego lo compré en CD (presento factura). Está ahí mi admiración por Tapies (espero que se me perdone no poseer obra suya pero mi peculio no da para tanto), y la fidelidad televisiva por sus humoristas: primero La Trinca, luego el Tricicle -¡cultura catalana sin palabras! Qué gran paradoja que debería bastar para desmontar la cohartada de que sólo es cultura catalana cuando se desarrolla en idioma catalán. Y ¿qué decir de la adoración por el poeta Jaime Gil de Biedma?. También puedo prometer y prometeré que disfruté de lo lindo con las sátiras divertidas e envenenadas del precursor Miki Moto en el Oh, Bongónia de los albores de la TV3. Hasta seguro que puedo recordar algún chiste fácil de Buenafuente si me pongo a ello. Y si me aprietan firmo que nunca fui a los toros, que no comulgo con Boadella, ese martillo de herejes, ni me gustó su Ubú, president. Más catalán no se puede ser, digo yo. Me merezco ser reconocido como tal y entrar a formar parte del censo, estoy seguro. Y si no me cambio otra vez de barretina, me empollo las obras de Ramón Llull ?un fuera de serie por otra parte- y cuando se plantee la independencia de Mallorca ahí seguro que pillo cacho. Que en realidad yo soy más de pa´amb oli que de Pa amb tumaca.

Y las próximas semanas las paso en Polonia, la de verdad. A ver si me voy a convertir también al catolicismo. Yo es que me tiemblo. Pero no, ahí sí que seré un simple extranjero, no tengo suficiente currículum cultural.

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