En busca de la Excelencia perdida. “La Heidi”

Estimados señores asesores, sirvan estas palabras como muestra de gratitud y reconocimiento a su encomiable labor. Les oí comentar con varios profesores en el pasillo el otro día, que en España la cordura y el sentido común presiden los procesos educativos, y no puedo estar más de acuerdo. En nuestro país los alumnos, los padres y los profesores seguimos teniendo los pies en la tierra y la cabeza en lo alto. Somos superhéroes que, aun sabiéndonos parte de la hostil tierra europea, mantenemos un principio de autoridad, nos postulamos como modelos y educamos a nuestros hijos (y alumnos) en el trabajo, en el esfuerzo y en la filosofía del deseo?

Como ustedes ya saben, aquí se despeja la necedad con la luz de la razón. Suspiro satisfecha por el trabajo que realizamos. Ya lo recogerán ustedes en su Informe, y si lo consideran necesario nosotros se lo redactamos y coloreamos en un power-point, tenemos práctica. ¡A manta de Dios los hacemos todos los cursos!

Al principio nos costaba redactarlos; no estábamos acostumbrados a escribir lo mismo una y otra vez, día tras día, año tras año, pero nos insistieron desde las jefaturas; "¡Venga! ¡Animaos! ¡Sacudíos la pereza! ¡Qué esto es como todo y cuando le cojáis el gustillo os gustará!"

-¡Cuánta razón tenían! ¡Son una bendición! De la noche a la mañana, sin saber cómo ni cuándo, la mayoría nos hemos enganchado como posesos a la cosa de la notificación.

Menos mal que cuando los alumnos se matriculan en nuestro Instituto llegan con una carretada de informes debajo del brazo; de los últimos tutores, del equipo multidisciplinar, del psicólogo, del logopeda, del asistente social, del orientador, del equipo directivo?, del sursum corda. Sin ellos estaríamos perdidos. Y por supuesto, en cualquiera de las reuniones que tenemos, por simple que sea, el inevitable resumen escrito es incuestionable, así que tomamos papel y pluma, y ponemos negro sobre blanco lo que allí se habló para hacérselo saber a la tierra, al cielo y a los agujeros negros del espacio. Y lo mejor de todo es que lo hacemos con entusiasmo, como si supiésemos que alguien los fuera a leer.

Ése es el origen de nuestra dependencia, porque a fuerza de redactar dictámenes de lo posible y de lo imposible, de instruir juicios y avisos, de requerir antecedentes o de emitir comunicaciones, le hemos cogido tanta afición a ese sinvivir, que en nuestros ratos libres seguimos escribiendo partes e informes en un no parar sin circunstancias atenuantes.

Repito, me ofrezco con algunos compañeros para redactarles el susodicho Informe. No tengan cuidado, las reclamaciones, si las hubiera, las dirigiremos al limbo de los informes, que es por donde deben andar esos inocentes.