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Juan del Álamo ‘pincha’ en Pamplona
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Fandiño Corta tres orejas a una buena corrida de Victoriano

Juan del Álamo ‘pincha’ en Pamplona

Actualizado 10/07/2014
Marco Antonio Hierro

Una diestra poderosa y asentada confirma su candidatura a torero importante

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El río de don Victoriano viene crecido de un tiempo a esta parte, y motivos tiene para ello. Ofrece el criador madrileño tanta clase como exigencia, y eso encierra las precauciones en la feria del toro. Hubo tres toreros en el ruedo, salió uno en volandas con tres orejas en la saca y se dejó otro la puerta grande en una espada hoy de juguete que le volvió la espalda cuando más falta le hacía. Todos navegaron en el río de Victoriano, pero sólo uno lo remontó.

Fue un tipo de Orduña que sonríe poco, tiene cara de pocas bromas y se entierra en la arena cuando se viste de luces porque ha hecho de cruzar la raya una religión. Cierto es que no siempre había acertado Fandiño con las formas en una temporada de menor fortuna, que no de menor entrega, pero tiene en las muñecas la firmeza, en las plantas el asiento y en las tripas el valor para hundirse en el secano, que no en el río. Este lo remontó a base de imponer el sitio para ganarlo con limpieza, de apostar las carnes para pasear el pelo y de tener sobrada fe para estar preparado cuando llegasen las embestidas. Entonces remontó el río.

Salió de chiqueros un Español venido de Guadalix para enseñar que el trapío no debe renir con las hechuras. El más entipado del aparatoso encierro, bajo, armónico y con medio metro de cuello para asegurar humillación. Por delante, una cuna amplia, un pitón generoso y una expresión de nobleza que auguraba su condición. La confirmó en el manojo de verónicas acompasadas y cadenciosas con las que Fandiño le echó el pecho encima, le soltó las muñecas y le metió la cadera para rematar entregado la media abelmontada. Era el momento de reventar la tarde. Lo esperó en los medios para pegarle el cambiado y largarle trapo con suavidad a la veloz carrera de Español, que se templó en las llegadas, se volvió en el remate y se entregó al torero vasco. Fandiño se enterró entonces en el tercio, donde mejor embestía el victoriano, boyante a diestras, largo en el viaje y enclasado en el embroque, pero de tendencia a pararse cuando no era bueno el muletazo. Por eso viajaron firmes los derechazos de Iván, con largura en el trazo y un giro de talón para esperar la revuelta sin perder un paso. Macizo en la figura, suelto en el compás. Hierático y abandonado en las manoletinas del final. La determinación en la estocada confirmaba el doble premio. Y ya iban tres.

Porque había remontado el río Fandiño con el colocado segundo, agresivo de pitón y estampa, revoltoso en la intención y con mejor llegada que final en los trazos. A ese se impuso Iván antes de intentar el toreo, se asentó en la cara y le trazó con poder hasta que terminó rajado, exprimido. Aún le quedaban arrestos y cuernos para prender al torero con dramática saña al enterrarle el estoque. Pero ya había comenzado a remontar el río. La entrega es lo que tiene.

Las mismas aguas navegó Juan del Álamo en Pamplona, y con las mismas armas anduvo con los dos aparatos del encierro, los más descarados, con leña ambos para pasar el invierno. Con los dos se impuso el charro dando trapo por abajo, empujando la intención, caminando hacia adelante primero para que fuese el toro después el que lo hiciese sin trampa. Y en Pamplona quedó una diestra poderosa y asentada que confirma su candidatura a torero importante. Tarda poco en cogerle el pulso a los toros, no pierde nunca la colocación y tiene valor para aguantarles las dudas. Así se lo hizo al mediotoro tercero, con el que quiso conectar con el tendido pegando rodillazos que le quedan a su toreo como un granaco en el rostro más hermoso. Al sexto le soportó con madurez la díscola embestida, el desclasado pasar, para convertirlo en embestida y ligar las tandas con largura insospechada. Pero se atragantó la espada con uno y con otro, y lo que pudo ser un triunfo de remontar el río se quedó en buen navegar a favor de la corriente.

A favor se lo hizo todo también Padilla al castaño tercero de buena estampa y mejor intención. No le puso banderillas Juan José al segundo toro de su feria, que le demandaba pulso y suavidad y a ello se puso el torero. Fue templando su embestida el buen toro, obediente a los toques, rítmico en la llegada y entregado en la humillación para que terminase también Padilla abandonado al intento de emborracharse de toreo. Así se sacaba la espina del lastimado primero, a cuyo buen son sólo pudo darle un inicio antes de lastimarse una mano. Y en el pinchazo postrero se le quedó cualquier premio para rematar el intento de remontar el río.

El río de la tarde al que Victoriano le dio el nombre. El río de tres toros de nota, uno de ellos de gran peso para los premios de la feria. Un río en el que navegó la entrega y que remontó el abandono. Fue Fandiño quien lo hizo, y quien dio el golpe de mano. El primero de una feria que hasta hoy vuelve a llevar su nombre.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Pamplona. Quinta de la Feria del Toro. Lleno en tarde soleada, agradable. Seis toros de Victoriano del Río, serios, amplios y con tremendo trapío. Se lastimó una mano el rítmico primero; desclasado y manso el rajado segundo; de corta humillación y justa calidad el tercero; de calidad y repetición el castaño cuarto; enclasado, repetidor y boyante el gran quinto; pasador y manejable sin gran clase el sexto.

Juan José Padilla (blanco y oro): silencio y silencio.

Iván Fandiño (rosa y oro): oreja y dos orejas tras aviso.

Juan del Álamo (manzana y oro): silencio y silencio.

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