Carl Larsson, el esplendor y la belleza de lo cotidiano

Se tiene la tendencia a considerar el norte de Europa como un espacio geográfico en el que la dureza de su clima influye negativamente en el carácter y la sicología de sus habitantes. Tristeza, depresión o angustia, nos parecen las características habituales de nórdicos, suecos o finlandeses. Probablemente se trate de un tópico más. Quizá por ese motivo, cuando un artista de esas latitudes nos sorprende con creaciones luminosas y alegres, llenas de color y cercanía, nos resulta, cuando menos, chocante. ¡Cómo es posible!

Carl Larssen (1853-1919) es un claro ejemplo de expresividad vital y lúcido cromatismo. ¿De dónde viene tal actitud ante la vida? ¿Nacería en una familia rica y acomodada, con un estatus social culto y opulento, capaz de dar a sus hijos la mejor de las seguridades educativas y económicas?

Todo lo contrario.

El padre de Carl fue un trabajador sin cualificación, marinero en un barco mercante que arrendaría un molino para arruinarse y realizar después esporádicamente portes de grano. Carl describe a su padre como un triste desarraigado, inmerso frecuentemente en pérdidas de auto control. Bebía, desvariaba y arremetía frecuentemente contra sus hijos: "¡Maldigo el día en que nacisteis!". Contrariamente a este comportamiento, su madre aportaba a la familia precarios ingresos como lavandera. Tan desdichado era el ambiente, que madre e hijos tuvieron que escapar de aquel infierno, en un largo peregrinar de pobres viviendas y desahucios, para acabar en casas de vecinos en los que cada habitación podía estar ocupada hasta por tres familias. "Penuria, suciedad y vicio prosperaban allí; tranquilamente hervían y ardían sin llama, roían y devoraban los cuerpos y las almas. Ese ambiente era el natural campo de cría del cólera". Escribía el propio artista en su novela "Jag" ("Yo")

A pesar de todo, su talento artístico se hizo notar muy tempranamente cuando tenía 13 años. Su maestro, en la escuela para pobres a la que asistía, advirtió en él cualidades para el dibujo fuera de lo normal, y le convenció para solicitar el ingreso en la Principskolan, el departamento preparatorio de la Real Academia Sueca de Artes, donde fue admitido. En sus primeros años en la institución, Larsson se sentía acomplejado socialmente, desorientado y tímido. Pero a los 16 años, al ascender de grado, comenzó a sentirse más seguro de sí mismo, e incluso alcanzó una cierta popularidad entre sus compañeros, llegando a ser galardonado con la primera medalla en dibujo de desnudo.

Su precariedad económica le llevó a trabajar fuera de horas como caricaturista en el periódico humorístico Kasper y como artista gráfico en el Ny Illustrerad Tidning. Con estos ingresos tuvo suficiente para pagarse sus estudios y ayudar económicamente a la familia.

Su labor como ilustrador de libros, revistas y periódicos nos puede llevar a una reflexión en relación a lo que en España sucede con la valoración de esta actividad. Es curioso cómo se minusvalora al artista cuando desarrolla gráficamente el acompañamiento de un texto mediante dibujos o pinturas. Se piensa en una creatividad escasa o de segunda clase. Sin embargo en los países nórdicos es frecuente la versatilidad en el trabajo de los artistas: pintura, ilustración, dibujo, grabado o diseño? Nadie resta méritos a un creador por el hecho de dedicar una parcela de su actividad a ilustrar las narraciones literarias de otros autores.

La atracción que ejercía París a todo artista de finales del S.XIX y principios del XX, contagia también a Larsson y marcha a la Ciudad Luz en 1877 con la esperanza de lograr el aprecio y la fama que creía merecer.

Allí gastó unos años de frustración sin éxito alguno. El Impresionismo reinante no daba cabida a ningún otro modo creativo, de modo que Larsson cortó por lo sano y decidió seguir su modo peculiar de representar la realidad: su propio camino.

En 1882 se unió a una colonia de pintores suecos asentada cerca de París. Allí conoce a la artista Karin Bergöö que pronto sería su mujer. Este acontecimiento daría un vuelco a su vida. Allí pintó algunas de sus mas importantes obras, decidiéndose por la acuarela, técnica que hasta entonces no había utilizado.

De nuevo en Suecia, el matrimonio tuvo ocho hijos. En 1888, el padre de Karin les regaló una pequeña casa en Sundborn a la que llamaron Little Hyttnäs, que decoraron y amueblaron según su particular gusto artístico. Karin demostró ser una original y excelente diseñadora de interiores. Al ser representados los diferentes espacios de la casa en cuadros e ilustraciones, ha llegado a ser una de las casas de artistas mas famosas, hasta el punto de marcar una popular línea de diseño en los hogares suecos. Hoy en día es una atracción popular para visitantes y turistas en los meses de verano.

El desarrollo de las técnicas de impresión en color en la última década del S.XIX, fue determinante para la difusión de ola obra de Larsson. El punto clave de la difusión de la obra del artista fuera de las fronteras suecas, fue la edición en 1909 por parte del editor alemán Langewiesche de un álbum con acuarelas, dibujos y texto del propio Carl , Das Haus in der Sonne (La casa del sol), que vendió 40.000 ejemplares en tres meses, álbum que hasta el momento lleva publicadas más de 50 ediciones.

Es patente que la personalidad artística de Carl Larsson marcó un antes y un después en el arte sueco. Los ambientes humanos, paisajísticos y la descripción plástica de interiores y del trabajo de artesanos tradicionales, nos llegan con una frescura, amabilidad y ternura, que captan nuestra adhesión al ser humano y a la alegría de vivir.