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El pregón de Semana Santa corrió a cargo de la Carmelita Paloma de la Cruz
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Semana Santa

El pregón de Semana Santa corrió a cargo de la Carmelita Paloma de la Cruz

Actualizado 23/03/2018
Pedro Zaballos

ALBA DE TORMES | El pregón fue la antesala al concierto a cargo de la Banda de Música de Alba de Tormes

Muy buenas tardes a todos los que os habéis reunido hoy aquí para este primer acto de la Semana Santa del 2018 en Alba de Tormes. Saludo y doy las gracias por vuestra presencia, a las autoridades, las diferentes familias religiosas, a mis hermanas y hermanos Carmelitas, párrocos, cofrades, familias, de la villa, a la banda de música y a todos los que hoy han venido a este templo, la casa de Teresa de Jesús. La casa de todos.

Gracias a la Cofradía de la Vera Cruz, que por medio de Gonzalo, párroco de Alba, quien le dijo a la Priora de la comunidad, Madre María Teresa de la Paz, que podríamos ser nosotras quienes hiciésemos el pregón de Semana Santa este año 2018 y fui yo designada para hacerlo y me alegré, por ser Carmelita en este Monasterio y ser este año 2018 el Jubileo Teresiano.

Como titulo de este pregón pensé en una frase de Teresa de Jesús y que en este año es el lema del jubileo. "Solo presumo de su misericordia". Para mí, personalmente, la vida es una auténtica misericordia divina; mirando lo que ha hecho Dios conmigo, y lo que hace continuamente con toda la humanidad, no podemos dejar de repetir: como dice el Salmo 135.

La misericordia de Dios cubre la gran multitud de pecados como podemos ver en muchos pasajes de Biblia, pero vamos a fijarnos en la bella parábola del Hijo pródigo, que todos conocemos: el hijo pendenciero, el libertino, que le exigió la herencia en vida, y se va a un país lejano y despilfarrar alegremente la herencia, nos cuenta la parábola. Después de mucho tiempo, cuando se ha gastado la fortuna, hay una hambruna en el país y se tiene que poner a cuidar cerdos; cuando tiene hambre y como comida solo tiene las bellotas que comen los animales; piensa "En casa de mi padre sobra la comida, me pondré en camino y le diré: He pecado contra el cielo y contra ti ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros".

Aquel amoroso padre se asomaba todos los días a ver si regresaba el hijo, amor de padre, y cuando lo ve de lejos, sale a su encuentro, lo abraza, y pide a los criados que lo vistan y lo calcen y le pongan un anillo en el dedo. No nos dice la parábola que le recrimine absolutamente nada.

Así es Dios, sale amorosamente a encontrarse con nosotros, día tras día. En cada ocasión está Dios, aunque no lo vemos, en cada suceso de la vida Dios actúa, todo es un milagro de su misericordia. Hagamos un examen de nuestras vidas y veremos cómo Dios ha estado y está presente en cada momento de ellas. Antes o después, pero siempre está él amorosamente. A veces no entendemos los acontecimientos, pero como dice San Pablo: Todas las cosas suceden para el bien de los que aman al Señor " ( Rm 8,28).

La determinada determinación

Mirando a Teresa de Jesús, creo que podemos decir lo mismo, salvando las distancias. Teresa nos cuenta su conversión en el Capítulo 9.1 del libro de su vida al que titula "De las misericordias del Señor". Porque por todos los medios ella intenta que se vea la misericordia que Dios ha tenido con ella durante toda su vida.

Era el año 1554, tiene Teresa 39 años mujer adulta, que lleva 19 años en la Encarnación, batallando con el mundo y con Dios; la doble vida, los dos contrarios como ella los llama.

Vive en una comunidad numerosa ciento ochenta monjas; ella es una buena monja, pero, "una de tantas" e incluso ella misma no está contenta con su vida y nos lo cuenta de esta forma tan dramática y real, casi tangible. El encuentro personal con Cristo, no fue un encuentro externo, fue vivido realmente en lo profundo de su ser. "Estaba ya cansada mi alma y aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía"

Teresa jugaba a dos amores; Dios y los locutorios conventuales donde se sucedían las visitas, y no podía cortar aquellas amistades que la tenían aprisionada el alma y rota la vida. "Acaeciome que, entrando un día en el oratorio vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado ya tan devota que en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que paso por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrójeme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle".

Teresa no quiere seguir ofendiendo a Dios, quiere unificarse de una vez, para ser toda de Él, una sola con El y ser merecedora de sus misericordias, aunque nunca lo seamos del todo, porque todo es gracia y gratuidad divina, y ella misma ha experimentado que sin el convencimiento de la misericordia de Dios y dejada nuestra voluntad en la suya no se puede mantener el ánimo ni "la determinada determinación" para seguir a Jesús.

Según ha algunos años que ?a lo que puedo entender? me tenéis de vuestra mano y me veo con deseos y determinaciones, de no hacer cosa contra vuestra voluntad, por pequeña que sea, aunque debo hacer hartas ofensas a vuestra Majestad, sin entenderlo. El amor a Cristo le da el valor necesario para luchar con fuerza, con determinación a seguir el camino del amor incondicional al que dio la vida por nosotros.

"No se me ofrecerá cosa por vuestro amor, que con gran determinación me deje de poner a ella".

El perdón de las ofensas

Acogiendo y perdonando de corazón como se siente amada y perdonada (Cf. 1M1, 3, cf. 5 M 4,10). Jesús perdona, en el lecho de la Cruz, a los que le estaban quitando la vida, Amor sacrificado, como el de Jesús, verdadero "capitán del amor" (C 6,9),

"Padre perdónalos porque no saben los que hacen". Lc 23, 34. Esa debe ser nuestra oración, nuestra forma de vida con los que nos rodean, es cierto que a veces escuecen las ofensas, pero más le pudieron doler a El que es el espejo donde debemos mirarnos. Él no tuvo pecado. Si él pudo aceptarlo, nosotros también podremos, porque no nos va a falta su gracia, su fuerza y su misericordia.

Con Él lo podemos todo. "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiado que yo os aliviaré". "No puedo yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia, adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad " (CV 36, 12).

La experiencia de verse inundada por la excesiva misericordia del Señor la lleva a estar al lado del prójimo, con amor desinteresado, sin egoísmo, practicado con obras y no sólo con sentimientos: "obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma".

Este torrente de gracias es fortalecer en la imitación del crucificado (7 M 7,4,4-5) en la fortaleza del sufrimiento. "Hacerse esclavos de Dios, a quien señalados con su hierro que es el de la cruz, porque ellos le han dado su libertad, los pueda vender como esclavos del mundo como él lo fue" ( 7 M 4,8).

"Por donde fuereis tengo que ir, por donde pasareis tengo de pasar" (C 25). Dios es misericordia con los peores ofensores, los transgresores de la ley, los violentos; aunque El conoce nuestra culpabilidad, porque conoce nuestro barro.

"Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios siendo justificados gratuitamente, por su gracia, mediante la redención que es Cristo Jesús", nos dice el apóstol Pablo. (Rm 3,23-24)". Esto es lo que hace Dios, nunca se cansa de darnos lo que necesitemos, lo que es bueno para nosotros que, no es a veces lo que le pedimos; y al final, nos dio a su Hijo y nos adoptó como Hijos suyos. Y el Hijo, el Amado, el predilecto, el sin pecado, llegó a sufrir el mayor suplicio que puede padecer un ser humano, la muerte ignominiosa de la cruz.

Jesús el Hijo de Dios, el primogénito pasó por todos los sufrimientos "El que no conoció pecado ni encontraron engaño en su boca, el que, cuando le insultaban no devolvía el insulto" ( Filipenses 2,6-11).

Cristo ha muerto por nosotros, por nuestro amor, nos ha amado dar su vida en una cruz; ahí se revela el misterio del Hijo de Dios como supremos acto de amor y fuente de vida para la salvación de la humanidad (Papa Francisco. Cuaresma 2018). No olvidemos que la muerte de Cristo también tiene una Resurrección.

Desearía que, todos los que estamos aquí nos convirtamos con nuestras vidas en pregoneros de su misericordia, en pregoneros de una fe viva; que la Pasión el Señor no se quede solo en unos días de la cuaresma los pasos de las procesiones de la Semana Santa, por importantes que sean, sino que, lo hagamos vida en nuestra vidas definitivamente, que lo interioricemos de modo que haya una auténtica transformación en nosotros, para que podemos decir como Teresa.

¡Solo puedo presumir de su misericordia!

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