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La Virgen del Carmen venida de Oriente
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La Virgen del Carmen venida de Oriente

Actualizado 14/07/2017
Manuel Diego

Un año más la Virgen del Carmen nos convoca a su fiesta del 16 de julio que ya forma parte de la historia de la religiosidad popular en Alba de Tormes

A pesar de ser un titulo y una devoción tan extendidos por Occidente y América, se trata de una advocación mariana que surge en la misma tierra de Jesús, en el Monte Carmelo de Israel, tierra bíblica por excelencia. Y nace allí en conexión al origen histórico de la Orden Carmelita en los primeros decenios del siglo XIII. Es, por tanto, una devoción mariana muy ligada a la historia y tradición espiritual de esta familia religiosa, por lo que venerar a la Virgen del Carmen significa sencillamente venerarla como la veneraron y veneran todavía los Carmelitas.

Una devoción de familia

Al origen de todo está aquel gesto de los primeros carmelitas, el grupo inicial, que tuvieron la ocurrencia de dedicar su capilla en medio de las celdas a santa María, lo que en la mentalidad feudal significaba reconocerla como señora (domina) de aquel lugar y dedicarse de por vida a su culto y devoción. De ahí que de inmediato se les conoció, por derivación de aquella capilla, como los frailes de Santa María del Monte Carmelo; que ésta es la forma más original de conocerla y así se la invoca en la liturgia, pero que en España se transformó como la Virgen del Carmen en el sentido de la Virgen del Jardín del Carmelo (acento árabe), porque también el monte Carmelo en la tradición bíblica es el monte florido, un auténtico jardín o carmen de flores. Una bonita forma de darla a conocerla y venerarla, muy conforme con los textos bíblicos y litúrgicos de su fiesta que hablan siempre de la hermosura y la belleza del Carmelo y del Sarón; es decir, aquí las connotaciones de belleza y fertilidad de la geografía bíblica son trasladadas poéticamente a María para describir su condición de una persona del toda especial, llena de gracia según el evangelio de Lucas, toda santa e inmaculada para nosotros los cristianos.

Es lo mismo decir Santa María del Monte Carmelo que Santa María la Virgen del Carmen; sólo que con estas dos formas de invocarla se acentúan distintos aspectos de la advocación. Si decimos Santa María del Monte Carmelo, la forma más arcaica de conocerla, reconocemos el sitio bíblico donde se la venera, muy cerca de su pueblo de Nazaret y, al mismo tiempo, también porque aquel monte bíblico fue habitado por el profeta Elías; es todo un símbolo de la vida espiritual muy usado por la mística carmelitana (San Juan de la Cruz): en el monte es donde se da el encuentro con Dios (oración); y la vida espiritual es una continua escalada o subida a la cumbre del monte para contemplar la gloria de Dios. De esta manera este título mariano nos recuerda la tarea fundamental de la vida cristiana: el esfuerzo por encontrarse con Dios y vivir en comunión con él.

Mientras que si preferimos llamarla como la Virgen del Carmen, queremos acentuar su condición de una personalidad toda entregada a Dios y adornada completamente de su gracia, una mujer llena de virtudes, como la canta la liturgia carmelitana del 16 de julio: "Tiene María la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarón" (1 Vísperas). Belleza de las virtudes de María que sus hijos y devotos tratan de imitar. Es decir, se trata de hacerse en la vida ordinaria con el estilo de María.

Esto lo ha desarrollado coherentemente la tradición espiritual carmelitana en todos sus santos más famosos (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús, Edith Stein?) que ven precisamente en María el modelo más acabado de su propuesta espiritual a través de la oración y contemplación, por lo que desde muy antiguo siempre se ha dicho: Todo el Carmelo es de María (totus Carmelus marianus). La Virgen María viene a ser como el modelo más acabado del viejo ideal Carmelitano, tras las huellas del profeta Elías y de sus santos más conocidos.

Una devoción enriquecida por la historia

Cuando los Carmelitas salen de Palestina (invasión musulmana) y emigran a Occidente adaptándose a las nuevas formas de las órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos?) traen consigo su particular manera de venerar a la Virgen, y ésta se llena de nuevos contenidos de acuerdo a la mentalidad europea. En momentos particularmente difíciles para poder subsistir en medio de tantas Órdenes religiosas, los carmelitas no sólo evolucionan (se hacen mendicantes), sino que además entienden que es ella la que les protege en medio de la nueva situación. De ahí que la famosa visión de la entrega del Escapulario (el vestido de la Virgen) al general de la Orden Simón Stock, se inscribe precisamente en esta difícil circunstancia como un signo de su protección. Y desde entonces será conocida y venerada como la Virgen del Escapulario que protege en la vida y en la muerte, desarrollándose así una amplia historia que se sale de los estrictos muros conventuales y llega a toda la gente, a toda la Iglesia, que la representa ya con el escapulario en mano y que la invoca como especial protectora, sobre todo en los momentos de la muerte y garantía eficaz de salvación futura. El arte, fiel reflejo de la devoción, incluso la ve como liberadora de las almas del purgatorio que se agarran a su escapulario para escapar del castigo e introducirse en la gloria del cielo. Es una de las maneras más frecuentes de representarla, como señora del cielo y reina del purgatorio, que conduce las almas a Cristo. En el siglo XVII es ya un hecho consumado esa asociación de la Virgen del Carmen como la Virgen de Escapulario que nos salva de los peligros.

Pero todavía habrá otra asociación que perdura hoy en la mentalidad colectiva: la Virgen del Carmen es también la Patrona del mar, que salva de los peligros a cuantos viajan a través del oleaje con el riesgo de la vida. Y de hecho, incluso oficialmente, todos los ejércitos de marina la tienen como especial patrona, como también los lugares marítimos y ciudades portuarias. ¿De dónde viene esta vinculación de la Virgen del Carmen con el mar?

El Monte Carmelo de Palestina se alza sobre el mar Mediterráneo en un promontorio, y allí surge el primer santuario mariano del Carmen, como si fuera un faro que guía y que conduce a buen puerto a quienes la invocan. También en las más antiguas representaciones de la Virgen del Carmen (La Virgen Bruna de Nápoles), su imagen lleva grabada en los hombros una estrella que quiere sugerir es una guía, un faro seguro en medio de los peligros de la tierra y del mar. Trasladado a nivel espiritual el papel primordial que ejercen las constelaciones de estrellas y los faros en la ciencia de la navegación no es difícil el trasladarlo a la Virgen del Carmen con esta misión protectora en los peligros del mar que, a su vez, son símbolo del mar de la vida (faro y guía, estrella del mar, así se la invoca). En una oración moderna se la invoca precisamente así: "Estrella del mar, conduce nuestra barquilla en la noche oscura del destierro hasta las playas luminosas de la Patria".

Una devoción antigua y actual para Alba de Tormes y su entorno

Seguramente que a la Virgen del Carmen se la veneró en Alba de Tormes y su entorno mucho antes de que llegaran las monjas (1571) y los frailes Carmelitas Descalzos (1676), puesto que había ya conventos carmelitas cercanos (auténticos focos de devoción mariana) en Salamanca, Ávila, Piedrahita, Fontiveros? Y así se la conoció mucho antes de que nacieran santa Teresa y san Juan de la Cruz. Pero lo que sí es cierto y seguro es que cuando llega esa presencia carmelitana específica de frailes y monjas a la villa albense, la devoción hacia la Virgen del Carmen no sólo crece, sino que se fortalece e ilustra mucho más, sobre todo a través de la predicación y de las cofradías carmelitas, hasta el punto de que en esta zona castellana todavía hoy sigue siendo la devoción mariana más fuerte y universal. Nunca falta la imagen de la Virgen del Carmen en las iglesias, incluso en aquellas parroquias de los pueblos más pequeños. Es una constatación muy gozosa. Pero además es que hubo, y en parte subsiste todavía la costumbre de, igual que en las fiestas teresianas de octubre, exactamente igual, venir en su día a Alba para unirse a la fiesta solemne mariana de julio de los Carmelitas.

La cofradía de la Virgen del Carmen establecida en el convento de los frailes carmelitas tiene su libro de registro que comienza en el año 1650. Mientras que la Orden Tercera del Carmen (hoy se llama el Carmelo seglar), el primer libro se abre en el 1892 con la profesión de los esposos vascos que estaban de caseros en la finca de la Maza, los cuales posteriormente y una vez situados los hijos, de mutuo acuerdo, disolvieron su matrimonio y entraron en la Orden (ella en el Carmelo de Toro y él en los Carmelitas Descalzos de Salamanca). Pedro de Aizpuru se llamaba él (en el convento Pedro de san Ignacio), y Joaquina de Elícegui (en el convento Joaquina del Sagrado Corazón). Una historia digna de ser contada con más detalle.

En ambos conventos carmelitas de Alba de Tormes además tenemos dignas y valiosas pinturas y esculturas de la Virgen del Carmen. Entre todas, me quedo con la más antigua y que sirve de referencia a los orígenes de la devoción mariana: esa Virgen de Trapani, en alabastro, que se exhibe en el CARMUS y que es una copia fiel de la imagen existente en aquel convento siciliano que, según la tradición, es la que trajeron los carmelitas cuando abandonaron el Monte Carmelo y se vinieron a Europa. Pero también en el crucero de la iglesia del sepulcro teresiano (las Madres) existe un cuadro de grandes proporciones debido al pincel de Diego González de la Vega y que representa a la Virgen con la capa blanca abierta y protegiendo bajo ella a toda la familia carmelitana: frailes, monjas y seglares.

En la Iglesia de los Padres Carmelitas preside el retablo mayor, debajo de san Juan de la Cruz, una esbelta imagen de la Virgen del Carmen del siglo XVII (seguramente la misma que siempre se veneró en este templo ya antes de la exclaustración), una talla que imita claramente modelos de la escuela castellana que se remonta a las obras de Gregorio Fernández. Mientras que los pescadores sacan en procesión otra hermosa talla de menores proporciones del siglo XVIII (antes estaba en la sacristía del convento y ahora en el museo), y que tiene una gracia especial por el aire de caminar y movimiento que la distingue. Y no menos valiosa es la talla que se encuentra en la capilla lateral de la Orden Tercera, o también llamada ahora capilla de invierno, que se debe adscribir igualmente a la escuela castellana de escultura barroca.

Alba de Tormes ostenta un triple motivo que se conjuga en la devoción hacia la Virgen del Carmen: (1) el de la presencia del sepulcro teresiano que da contenido espiritual y tradición a esta advocación mariana, queriéndonos indicar que aquí se la venera muy especialmente, como la veneró santa Teresa; (2) la de contar aquí con una presencia completa de toda la familia carmelitana: monjas, frailes, laicos carmelitas que viven de esta rica y antigua espiritualidad; (3) y, por último, su situación estratégica de estar atravesada por el río Tormes, que nos recuerda emocional y simbólicamente (y no sólo a pescadores y bañistas!) y también nos traslada al mar en el que María es faro seguro en las dificultades de la vida y así nos protege de caer en el abismo de las aguas.

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