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No había maldad en su corazón
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No había maldad en su corazón

Actualizado 10/12/2016
Redacción

La Virgen María fue "dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo saludar a María como "llena de gracia" porque ella estaba totalmente llena de la gracia de Dios. Dios la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". (LG, n. 53)

El día 8 de diciembre celebramos la fiesta de la Inmaculada. La devoción a la Inmaculada Concepción es uno de los aspectos más difundidos de la devoción mariana, tanto en Europa como en América la Inmaculada Concepción es patrona de muchos lugares.

En la fe cristiana se ha combinado siempre las creencias del pueblo fiel con la reflexión de los teólogos y el magisterio de los pastores. Lo mismo ha ocurrido respecto a la Inmaculada Concepción de María.

La creencia de que María de Nazaret estuvo exenta del pecado de Adán desde el primer instante de su concepción no aparece explícitamente formulada ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, como en los primeros siglos del cristianismo. Es cierto que ya, en el siglo II, hablaba ya San Ireneo del contraste Eva-María.

En el siglo V el gran obispo San Agustín proclamaba su "renacimiento" por la gracia, a partir de su nacimiento natural. Esto mismo lo mantienen en los siglos siguientes los teólogos, que aclaman con entusiasmo a Santa María como "pura, limpia y sin mancha", como "Santuario de la impecabilidad", mas no desde el seno materno, sino desde su nacimiento.

La declaración dogmática de la Inmaculada se produciría el 8 de Diciembre de 1854 por obra del Papa Pío IX, tras la previa consulta al Episcopado universal, con resultado favorable y plebiscitario (546 entre 603).

Teilhard de Chardin saluda a María como "perla del cosmos" y la Inmaculada es para él: "la fiesta de la acción inmóvil, quiero decir, la que se ejercita con la simple transmisión de la energía divina a través de nosotros...". Con María todo lo torcido se endereza, las llagas se cicatrizan; donde ella pisa florece la primavera.

Es la voz hecha canción, el grito más femenino (que no feminista) de todos los tiempos que cruza el universo de un extremo a otro. Es el canto de triunfo de una mujer feliz, plena, endiosada.

A Ella, Jesús le dedicó una bienaventuranza, hecha a su medida: ¡Dichosa la que tiene el corazón limpio, porque Ella ve a Dios! Y ciertamente, María, la sencilla aldeana de Nazaret, vio a Dios con la mirada penetrante de su mente. Veía porque amaba, con toda su mente, su corazón y sus fuerzas. Y este amor, y este conocimiento del misterio insondable de Dios, fueron tales, que la carne de María traslucía a Dios, como las nubes el agua o la tierra da sus frutos.

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