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Los soberbios
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Los soberbios

Actualizado 21/11/2016
Redacción

Mucha gente confunde la bondad con la idiotez y la humildad con la blandenguería, sin pararse a pensar que ser bueno o ser humilde no tiene nada que ver con ser un bobo, alguien a quien se le engaña fácilmente y se le conduce por cualquier trocha o vereda que él previamente rechace transitar. Vivimos unos tiempos turbios y tortuosos en los que la bondad no está bien vista y es considerada de un modo despectivo; al contrario de lo que sucede, por ejemplo, con la vanidad, la arrogancia, y la soberbia. Paradójicamente, la gente más buena que conozco tiene bastante poco de inocente y sí, en cambio, de inteligente e intuitiva. Por otro lado, también suele ocurrir que la gente más buena no acepta la injusticia, la corrupción, el latrocinio, el pucherazo, y no se deja embaucar de ningún modo por predicadores altivos y populistas que prometen el oro para concedernos el fango y dibujan la luz para entregarnos despacito, con los ojos cerrados, al interior de las tinieblas.

Hago esta reflexión, quizá simplista, al hilo de lo sucedido hace unos días en las elecciones estadounidenses, y la hago desconcertado y sorprendido, ya que no puedo entender que un tipo altivo, fanfarrón, engreído, xenófobo y soberbio haya podido engañar tan burdamente a millones de almas de un país que, en la teoría, siempre fue un defensor de la moderna democracia, aunque en realidad, al menos en mi opinión, paradójicamente, sea todo lo contrario: lo de Guantánamo, entre otros muchos asuntos que llevaría tiempo enumerar, a estas alturas es injustificable. Quizá porque parto de una visión moral y ética absolutamente distinta a la que tienen aquellos y aquellas que apoyaron a Donald Trump, debo reconocer que su victoria (lograda quizá de un modo democrático) no solo me ha producido una gran náusea, sino también un miedo estratosférico. Pienso que el mundo es hoy más inseguro, pues si nos atenemos al rosario impresionante de groserías y promesas demenciales que, en los últimos meses, echó al aire sin pudor el nuevo inquilino de la Casa Blanca podemos decir que, a partir de estos momentos, nos vamos a mover en una realidad muy frágil que puede ser vulnerada y quebrantada en las circunstancias más inoportunas. Alguien que nunca respeta a los más frágiles y pronuncia discursos fascistas atrabiliarios no solo da miedo, sino enorme repugnancia en cualquier ser humano que tenga una mínima conciencia de que estamos aquí, en esta turbia realidad, para abrir huecos de luz con nuestros actos e intentar que este mundo sea más habitable. Pero por desgracia, atendiendo a lo que vemos en los últimos años, y sobre todo últimos meses, el bosque del mundo es talado por el frío del poder de las élites y los mercados financieros que incendian a diario el cotidiano transcurrir de las clases sociales más oprimidas y débiles, condenadas a sufrir los zarpazos de una crisis no solo económica, sino ética y moral, que ha segado valores, otrora esenciales, como la dignidad, la empatía con el frágil, la justicia social y el afán por construir una sociedad másjusta e igualitaria.

La soberbia es un buitre con alas de betún que ennegrece el fulgor, la luz de cualquier ámbito; pero los carroñeros están bien vistos: las gentes que votan a tipos como Trump lo hacen quizá porque en la persona de éste buscan la seguridad absurda y fofa que, por desgracia, falta en sus vidas. El feliz entontecimiento, la impiedad, la estupidización bien calculada que las élites fomentan diariamente en todos los ángulos de nuestra sociedad como vemos en Europa, y aquí también sucede, consigue al final que se impongan las políticas del capitalismo más recalcitrante. Los políticos sobrios, humanos, asequibles, no interesan; se han puesto de moda los soberbios e intransigentes, los que usan el plasma de un televisor en vez del calor emotivo y esencial que concede el afecto de la cercanía. Donald Trump es un lobo vestido de cordero, aunque ha de ser uno muy bobo e inocente para no saber apreciar o percibir el fango viral que esconde en su discurso rancio revestido de un populismo de opereta. Lo más grave de todo es que en el negro resplandor, en el viscoso fulgor adulterado de los personajes soberbios como Trump buscan amparo personas desvalidas, seres desprotegidos que, después, serán devorados a diario, sin piedad, por las políticas sucias y demenciales de tipos como este cacique retrógrado y bufón.

*Escritor

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