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Maniquíes
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Maniquíes

Actualizado 22/11/2016
José Javier Muñoz

Supongo que los lectores saben en qué consiste la nueva moda conocida como Mannequin Challenge. De la prensa de la semana pasada: Tras los éxitos del 'Harlem Shake' o el 'Ice Bucket Challenge', un nuevo desafío viral ha vuelto a revolucionar por

Maniquíes | Imagen 1 Desde que se formaron las más primitivas células de organización social ha habido individuos y grupos pretendiendo controlar o dominar a los demás, unas veces con propósitos benéficos, otras de mera megalomanía y otras de explotación espuria. La Historia recoge un catálogo muy completo de líderes, guías, caudillos o jefes que han mandado sobre el prójimo mediante jerarquías muy diversas: tiranos y caciques impuestos por la fuerza; césares, emperadores, monarcas, dictadores o príncipes de supuesta legitimación divina o de autoridad hereditaria; regentes y gobernantes amparados por normas políticas democráticas... Regiones enteras del planeta sufren hoy todavía el intento de imposición de ciertas minorías recurriendo a la fuerza bruta y el terrorismo. Se ha escrito mucho también acerca de los factores de dominio sobre pueblos y masas mediante la ideología. Las iglesias tanto orientales como occidentales dictaron normas civiles de forzoso cumplimiento que subyugaron durante siglos a naciones enteras. La Ilustración, la Revolución Francesa, la separación Iglesia / Estado y el nacimiento de la Era Industrial no liberaron en realidad de la esclavitud a los pueblos sino que los dividieron en colectivos explotados en mayor o menor medida según su vinculación o adhesión a los dominantes. Si los peores totalitarismos del siglo veinte ?nazismo y comunismo? llegaron a convertir a millones de personas en autómatas, privarlas del más mínimo grado de conciencia o empatía y encauzarlas a una fidelidad ciega a sus líderes, es porque utilizaron eficaces mecanismos de control de las masas, vigentes desde que la Humanidad se organizó en grupos sociales. Por ejemplo, los ejércitos siguen recurriendo a la exaltación de símbolos, la disciplina férrea, los signos externos de uniformes y estandartes, el refuerzo psicosomático de las arengas, los himnos, los tambores, las marchas militares y la reiteración de actos o ritos, como la instrucción y los desfiles. Las manifestaciones y concentraciones de protesta masivas, los piquetes sindicales y los escraches rara vez son espontáneos. Con frecuencia se trata de acciones organizadas metódicamente siguiendo un manual perfeccionado por los comunistas. Los grandes éxitos de ventas de objetos, servicios, productos artísticos o acontecimientos deportivos obedecen a campañas psicosociales cuidadosamente trazadas.

Maniquíes | Imagen 2 De lo que se escribe menos es de que para influir en las masas continúan funcionando los mismos procedimientos de la antigüedad, pero con una diferencia: que ahora se pueden realizar experimentos a gran escala basados en la neurociencia y la ingeniería social, de forma prácticamente gratuita y sin que los conejillos de Indias sometidos a prueba nos enteremos de qué va la cosa.

Una parte considerable de la población contemporánea baila ?o se queda quieta, literalmente? al compás que dictan líderes desconocidos, sin cargos ni galones, que tienen en sus manos la dirección de laboratorios científicos y el diseño de las tecnologías más avanzadas. No estoy hablando de una conspiración universal sino del aprovechamiento de estas fórmulas de influencia colectiva por parte de grandes organizaciones comerciales, grupos mediáticos y partidos políticos. Los experimentos se suceden a un ritmo muy rápido desde el comienzo de este siglo. Primero, citas colectivas de desconocidos en lugares públicos para bailar o compartir disfraces. Luego el Road Movie, vídeos de estudiantes, compañeros de trabajo, familias o pandillas de amigos desfilando y gesticulando al son de una música pegadiza. No hace mucho, la caza del Pokemon y ahora mismo el Manequin Challenge, cuyo nombre ni disimula el intento de probar si personas dotadas de uso de razón pueden convertirse aunque sea fugazmente en maniquís. Una vez más, seguir o no seguir la corriente depende del conocimiento y la decisión de cada uno, o sea de la libertad individual.

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