La historia reciente de Salamanca a la luz de la familia de Carlos e Inés Luna

A uno de nuestros personajes más atractivos, novelescos y desconocidos de nuestra historia reciente, Inés Luna Terrero, le salieron "rana" los novios y mal los amores, sin embargo, el interés actual por su persona y su vida le ha devuelto la gloria modernista y siempre transgresora y particular que tuvo su increíble persona. Porque los profesores e investigadores Eladio Sanz y Alfredo García Vicente son algo más que los estudiosos de Inés Luna, su entorno familiar e histórico y su papel de arquetipo de la modernidad salmantina, son entusiastas buscadores de una verdad olvidada en los archivos y en la memoria de la provincia donde La Dama Luna era Luna era un recuerdo incómodo en las tierras de Vitigudino.

Al profesor de la facultad de ciencias Eladio Sanz, experto en electrotecnia, el nombre de Carlos Luna Beovide le salió al paso estudiando la implantación de la primera empresa eléctrica en Salamanca. Fascinado por este personaje precursor que trajo la luz a la ciudad provinciana, se convirtió en el gran conocedor de este hombre particular que sería el padre de Inés Luna, la dueña de la finca colindante con la de los padres del también profesor Alfredo García Vicente. Ambos, perfectos conocedores de los documentos familiares ya en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca, e impulsados por el entusiasmo de su director, se han convertido en las voces más autorizadas para hablar de los ancestros y la historia de este personaje singular con el cual analizar los primeros años de una Salamanca que asiste a la modernidad de la mano de hombres como Carlos Luna, Filiberto Villalobos, los Moneo, los Mirat o el propio Unamuno, conscientes todos de las limitaciones de la provincia y dispuestos a dejarse la vida en el empeño de hacer de su progreso un camino sin retorno.

Escuchar una conferencia de ambos estudiosos es un ejercicio de evocación de nuestra propia historia, pero también de entrega y de generosidad. A la llamada de la Asociación cultural Tierno Galván, cuya dedicación a la cultura en Santa Marta es ya proverbial y constante, Eladio y Alfredo desgranan para un público fascinado, la historia de Carlos Luna y de su fascinante hija, y oyéndolos y viendo las fotografías de Gombau y las imágenes del álbum familiar de Inés Luna, una mujer fascinada con su propia imagen ante la cámara, con las que ilustraron sus magníficas conferencias, se asiste a la historia de esta ciudad letrada que siempre ha dado la espalda a su propia imagen en el tiempo.

Vivimos tiempos de recuperación de la memoria, y eso debe congratularnos. El Museo del Comercio, el Museo del Automóvil ?donde descansa el carrito de mimbre con el que paseaban a Inés niña- el museo de la Casa Lis, por poner algunos de los más destacados ejemplos, trata de recuperar el fascinante tiempo perdido de nuestra más reciente historia. Una historia llena de incógnitas que, gracias a estudiosos como los profesores Eladio Sanz y Alfredo García Vicente, se hace cercana, propia y, sobre todo, enormemente atractiva. De ahí ese necesario deseo de ambos investigadores por dar a conocer sus descubrimientos, de ahí esa necesidad de oírles, ambos magníficos comunicadores. Por ello solo podemos felicitar a la Asociación Tierno Galván, siempre activa, siempre dispuesta, y recuperar la fascinación por lo que nos es nuestro y cercano, lo que nos es propio y fascinante? iluminando los rincones oscuros de nuestra más reciente historia, ya sea con el hilo de luz que trajo a comienzos de siglo el Carlos Luna de Eladio Sanz, ya sea con la vida arrebatada de una mujer dispuesta a vivir el cosmopolitismo propio de su condición de heredera y su amor por la tierra en la que levantó una casa fascinante, ahí donde trabajaban los abuelos del profesor Alfredo García Vicente. Inés Luna tuvo mala suerte con los hombres, cierto? pero que bien querida es por sus estudiosos, por estos expertos dispuestos a retratarla desde el rigor documental, el apasionamiento y el amor. El amor, sí, el amor compartido por un tiempo perdido y recuperado, el nuestro, el de Salamanca, el de la tierra, el de la ciudad iluminada, el de aquellos que quieren saber. El de todos, el de Inés Luna.

Charo Alonso

Fotografías: Fernando Sánchez Gómez