Un comienzo de invierno más, el gran Madeiro de Penamacor iluminó la noche del 23 de diciembre
Los minutos previos a la medianoche del 23 de diciembre, los espacios que circundan la Iglesia de São Tiago concentran numeroso público de todas las edades, afortunados los que reservaron sitio en la trasera del templo, donde está apilado el gran Madero de Navidad.
La gente va llegando, se saluda, se encuentra y esperan juntos con expectación el momento en que el Madeiro sea prendido, un minuto antes de que el reloj dé las doce campanadas. Primero se ve una pequeña humareda surgiendo desde el interior de la montaña de leña, luego el humo se extiende hasta que una pequeña llama desata el júbilo de todos los allí presentes.
En poco tiempo, la leña menuda prende con fuerza, incendiando los robustos troncos de ejemplares viejos, dando lugar a una enorme fogata, que supera la altura del tejado del templo.
Esta hoguera ofrece mucho calor a los animados penamacorenses y a los visitantes de los pueblos vecinos, algunos españoles, pues poblaciones cacereñas como Valverde del Fresno, Eljas o San Martín de Trevejo están muy cerca; pero también los pueblos salmantinos más suroccidentales, como Navasfrías o El Payo.
La luz que producen las llamas puede verse desde lo alto de la villa, en la parte vieja, donde se sitúan la Torre del Homenaje y la Torre del Reloj, pero también desde otros puntos de Penamacor, como la explanada de Convento de Santo António. Prácticamente puede verse, olerse y oírse desde cualquier rincón de la localidad, por su resplandor, por el humo y por el bullicio generado en esta parte baja de la villa, que es el epicentro de la fiesta vivida en la calle que es ‘Penamacor Vila Madeiro’.
Aunque las temperaturas son bastante más amables que en Salamanca, pues Penamacor está situado al suroeste de la línea salmantina de frontera, el frío de una noche de finales de diciembre es más llevadero con las llamas de este megamadero, que alcanzan muchos metros de altura, lo que le hizo ganar fama de ser el más grande de Portugal.
La música es la otra gran protagonista de esta fiesta arraigadísima en esta comarca de la Raya portuguesa, y acompaña en todo momento la celebración. Desde las charangas callejeras tradicionales, con bombos, acordeones o trompetas; hasta los grupos de góspel; las canciones típicas navideñas; alguna de las numerosas bandas filarmónicas existentes en la Beira, región portuguesa muy musical; o, incluso, coros rocieros de los que por aquí gustan tanto. Una vez alcanzada la madrugada, los DJ toman los mandos.
Y así, ardiendo a fuego lento, el Madeiro siguió durante ayer y sigue hoy, día de Navidad, y continuará hasta que se extinga por sí solo el día de San Esteban o hasta donde aguante. Varios días en llamas o en rescoldos, de forma ininterrumpida, que para eso está formado por toneladas de leña, recogida por jóvenes de todo el concejo a primeros de diciembre, particularmente implicados los que este 2025 han cumplido los 20 años.
Formando parte de la programación festiva, durante una jornada senderista se han plantado alcornoques por los bosques del concejo, una manera de compensar la matriz de donde surge toda la celebración. El alcornoque es el árbol autóctono de Penamacor.
Una tradición que se replica cada año, donde el mes de diciembre, el mes del solsticio de invierno, es el más luminoso, el más alegre y el de mayor convivencia en este territorio beirão.
La animación sigue en la ‘Tenda Vila Madeiro’, junto al Museo Municipal, donde se han desarrollado demostraciones culinarias de recetas de Navidad y ha habido puestos de joyería artesanal o productos alimenticios locales. La noche del 31 de diciembre será el escenario de la animación de Nochevieja, con un concierto de Vergílio Faleiro a partir de las 23.00 horas.
Las campanadas de medianoche sonarán desde la Torre del Reloj, y desde este monumento situado en la parte alta de la villa, se iniciará un espectáculo de fuegos artificiales, tras el cual continuará la animación con el DJ Morety hasta la madrugada en la Carpa Vila Madeiro.
Un año más, las ‘Terras do Lince’ brillan en las noches largas de principios de invierno, al son de la música y al abrigo de la luz del mayor Madeiro de Portugal.