Al cumplirse un año de la devastadora DANA que afectó al levante español en octubre de 2024, recordamos la masiva respuesta solidaria de Salamanca. Unidades militares, bomberos, policías y cientos de ciudadanos se movilizaron para enviar ayuda material y personal a las zonas afectadas, convirtiendo a la provincia en un referente de compromiso nacional.
Se cumple un año de la devastadora DANA que a finales de octubre de 2024 golpeó con una virulencia sin precedentes amplias zonas del levante español. La memoria de aquellos días de angustia y destrucción permanece intacta, pero junto a ella pervive el recuerdo de una respuesta solidaria que demostró la capacidad de la sociedad para unirse ante la adversidad. Salamanca, a cientos de kilómetros del epicentro de la catástrofe, se convirtió en un ejemplo de ese compromiso, movilizando a todos sus estamentos en una operación de ayuda masiva y coordinada.
Las imágenes de las catastróficas inundaciones, con miles de damnificados que lo habían perdido todo en cuestión de horas, actuaron como un resorte inmediato en la provincia. Desde las instituciones públicas hasta el último vecino, la respuesta fue unánime: había que ayudar. Esta reacción no solo se tradujo en gestos simbólicos, sino en el despliegue efectivo de personal especializado y en la organización de una logística ciudadana que canalizó toneladas de ayuda humanitaria hacia las áreas más necesitadas.
A lo largo de las semanas que siguieron a la tragedia, Salamanca no fue un mero espectador. La provincia se erigió como un punto clave en el mapa de la solidaridad nacional, aportando recursos humanos y materiales que resultaron fundamentales en las primeras y críticas fases de la emergencia. Un esfuerzo que, un año después, merece ser recordado como el reflejo del carácter de una tierra comprometida.
Una de las primeras y más visibles respuestas partió de las unidades militares con base en la provincia. Efectivos del Regimiento de Ingenieros nº11, acuartelado en Arroquia, y personal de la Base Aérea de Matacán se integraron rápidamente en el dispositivo nacional de emergencia. Su labor fue crucial en tareas de rescate, desescombro y restablecimiento de infraestructuras básicas.
Aunque la Unidad Militar de Emergencias (UME) lideró el grueso de las operaciones, el apoyo logístico y técnico de las unidades salmantinas fue indispensable. Se encargaron de la instalación de puentes provisionales, la limpieza de vías de comunicación anegadas y el apoyo a la población civil, trabajando en condiciones extremadamente difíciles durante jornadas maratonianas. Su preparación y capacidad de despliegue rápido pusieron de manifiesto, una vez más, el papel esencial de las Fuerzas Armadas en situaciones de catástrofe nacional.
El Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento de la Diputación de Salamanca también respondió a la llamada de auxilio. Varias dotaciones compuestas por bomberos profesionales de los parques comarcales se desplazaron a las zonas inundadas con vehículos especializados y material de rescate acuático. Su experiencia en este tipo de intervenciones fue vital durante los primeros días.
Los equipos salmantinos se centraron en el rescate de personas atrapadas en sus viviendas, el achique de agua en edificios públicos y garajes, y la evaluación de daños en estructuras para garantizar la seguridad de los equipos de emergencia y de los residentes que comenzaban a regresar a sus hogares. Su trabajo, codo con codo con otros servicios de bomberos del país, fue un pilar fundamental en la gestión de la emergencia sobre el terreno.
La solidaridad institucional también tuvo su reflejo en la Policía Local de Salamanca. Aunque su ámbito de actuación es municipal, varios agentes se ofrecieron voluntarios para colaborar en las tareas de coordinación y seguridad en los municipios afectados. Su misión se centró en apoyar a las policías locales, regular el tráfico de los convoys de ayuda y garantizar la seguridad en los albergues provisionales.
Si la respuesta institucional fue ejemplar, la movilización ciudadana fue simplemente abrumadora. En apenas unas horas, ayuntamientos, asociaciones de vecinos, clubes deportivos y centros cívicos de toda la provincia se convirtieron en puntos de recogida de material. Cientos de voluntarios salmantinos clasificaron y empaquetaron donaciones que llenaron decenas de camiones.
La generosidad de los vecinos permitió enviar a las zonas afectadas:
Más allá de la ayuda material, numerosos salmantinos se organizaron en grupos y viajaron como voluntarios a las zonas cero para colaborar directamente en las tareas de limpieza de casas y calles llenas de lodo. Un gesto anónimo y desinteresado que ofreció un apoyo moral incalculable a las familias damnificadas.
Un año después, las cicatrices de la DANA siguen siendo visibles en muchas localidades. La reconstrucción es un proceso lento y complejo. Sin embargo, el aniversario de la tragedia es también una oportunidad para recordar la extraordinaria capacidad de respuesta de la sociedad. Salamanca demostró que la distancia no es un impedimento para la solidaridad y que, ante la desolación, el compromiso colectivo es la herramienta más poderosa. El esfuerzo de sus militares, bomberos, policías y, sobre todo, de sus ciudadanos, forma ya parte de la memoria de aquella catástrofe.