La mayordomía corrió a cargo de la Comisión Popular de Festejos formada por la quita del 82
Moraleja, localidad hermanada por cultura y geografía con la comarca mirobrigense, vivió este fin de semana uno de los momentos más significativos y emotivos de su calendario festivo: la solemne procesión en honor a San Buenaventura, Patrón del municipio.
Tras varios días de celebraciones populares y encierros taurinos, en los que las calles se convirtieron en un hervidero de música, alegría y confraternidad vecinal a lo largo de las 24 horas del día, llegaba el momento reservado a la tradición religiosa y el recogimiento espiritual. Este año, además, los actos litúrgicos se adelantaron un día respecto a la fecha oficial del santoral, reforzando aún más el sentimiento comunitario de una población volcada en cuerpo y alma con sus fiestas patronales.
A las once de la mañana, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Piedad acogía la solemne Eucaristía en honor a San Buenaventura. El templo, engalanado para la ocasión, se mostró insuficiente para albergar a los centenares de fieles que, con emoción contenida, acudieron a rendir homenaje a su Santo Protector. Las naves del edificio rebosaban fervor, mientras el canto litúrgico y las oraciones llenaban el aire de espiritualidad y sentido de pertenencia.
Finalizada la misa, dio comienzo la tradicional procesión, uno de los momentos más esperados de las fiestas. Con un carácter festivo y popular que la distingue, la comitiva recorrió las principales calles de la villa al son de la charanga, que imprimía un ritmo vivaz y contagioso al paso de los participantes. La imagen del Santo, portada con orgullo y solemnidad por los mayordomos, era el centro de todas las miradas.
Este año, la responsabilidad de la mayordomía recayó en la Comisión Popular de Festejos, integrada por los miembros de la quinta del 82 —un grupo de vecinos nacidos en ese emblemático año del Mundial de Fútbol celebrado en España—. Vestidos con el atuendo tradicional de las fiestas: pantalón y camisa blancos, pañuelo y sombrero verde, símbolo inequívoco de su implicación festiva, ofrecieron una imagen vibrante de compromiso generacional y respeto a las raíces.
Tras el Santo marchaban las autoridades locales, encabezadas por el alcalde Julio César Herrero y el párroco de la localidad, seguidos por un nutrido grupo de devotos que acompañaron la imagen durante todo el itinerario, entre cánticos populares, aplausos y muestras de fe sincera.
En el momento culminante del regreso a la iglesia, como ya es tradición, sonó el himno de Extremadura, símbolo identitario que refuerza los lazos de la comunidad con su tierra y sus tradiciones más arraigadas.
Al concluir los actos litúrgicos, la Comisión de la quinta del 82 se reunió en torno a la imagen del obispo franciscano San Buenaventura para inmortalizar el momento en una fotografía colectiva. Un recuerdo imborrable que atesorarán con orgullo y emoción, conscientes de haber formado parte activa de una celebración que enlaza pasado y presente en un mismo hilo de memoria, devoción y alegría compartida.