El joven pescador salmantino relata su pasión por la pesca, un legado familiar forjado en el río Tormes desde los tres años.
La historia de Mario Prieto es la de una vocación temprana, tejida a orillas del río desde los tres años. No es solo una afición, sino un legado familiar que ha moldeado su profundo respeto por la naturaleza y su destreza con la caña, convirtiéndolo en una joven promesa de la pesca en Salamanca. Su aprendizaje, lejos de manuales, se ha forjado en la experiencia directa, observando y compartiendo jornadas con quienes le precedieron en este arte.
La conexión de este joven salmantino con la pesca tiene raíces profundas, transmitidas de generación en generación. "Las personas que me inculcaron la pesca fueron mi abuelo y mi padre. Mi abuelo se la inculcó a mi padre y mi padre me la inculcó a mí, aunque bueno, más bien entre los dos, porque siempre he ido con los dos a todos los sitios de pesca y siempre aprendo cosas de ellos", relata Mario. Esta herencia es la base de su conocimiento y su amor por los ríos salmantinos.
Para Mario, la actividad va mucho más allá de la simple captura. Es un cúmulo de sensaciones que combinan la adrenalina y la calma. "Lo que a mí me gusta de la pesca, más allá de la captura, es el momento de lucha del pez contra mí", confiesa. "Me parece un momento en el que el pez se deja todo para sobrevivir, le sale su instinto de supervivencia".
Pero esta tensión se equilibra con una profunda conexión con el entorno. "Estar junto al río me transmite una paz y una tranquilidad inigualable. Es cuando el cuerpo desconecta de todos los problemas del día a día, descansa y uno disfruta como un niño pequeño", añade, describiendo una experiencia casi terapéutica.
La provincia de Salamanca ofrece un variado catálogo de escenarios para los aficionados a la pesca. "Los lugares a los que yo voy son fundamentalmente Ledesma, Pantano de Santa Teresa o la Presa de Almendra, entre otros muchos lugares", detalla Mario. Cada uno con sus particularidades y desafíos.
Menciona especialmente zonas deportivas como el Coto de Villagonzalo, un enclave que frecuenta para la pesca del lucio. Su criterio para un buen pesquil es claro: "Yo creo que un buen sitio de pesca es aquel en el cual el agua esté limpia, se mantenga el nivel del caudal y, sobre todo, en el que haya variedad de peces".
La adaptabilidad es una virtud en la pesca, y Mario la practica. "La modalidad que más suelo practicar es el spinning (consiste en el lanzado y recogido de un señuelo artificial, y necesita para su práctica de una caña de pescar de dos tramos cuya longitud variará según el escenario en el que se practique y del peso del señuelo), pero eso es como todo, para ciertas especies se puede utilizar un tipo u otro. Yo cuando voy a lucio, al salmón o a la trucha utilizo la pesca del spinning y cuando voy a la carpa o al barbo utilizo otras tácticas, otro tipo de cebos", explica.
Precisamente la carpa es una de sus compañeras más habituales. "Lo que más encuentro habitualmente es la carpa, ya que se mantiene por todas las zonas del río y muchas veces cuando estoy de pesca a lucio o al barbo, lo que más suelo ver es la carpa ya que están constantemente saltando", comenta sobre esta especie omnipresente.
Cada jornada puede convertirse en una historia, y Mario atesora varias. Una de las más intensas la vivió en Ledesma con un barbo de gran tamaño: "Lo enganché de orilla, era un barbo bastante grande y cuando lo tenía enganchado pues se me metió la corriente... entre la corriente y el barbo pues subieron sus fuerzas y la verdad que se me fue río abajo y me dejó sin sedal... tuve que estar utilizando bastantes trucos para poderlo subir para arriba y cansarlo, y la verdad que me costó. Me tiré casi 25 minutos con él".
Más recientemente, una experiencia gratificante tuvo lugar en el Coto de Villagonzalo: "Me entró un ejemplar bastante bonito de unos 7 u 8 kilos y fue el primero que capturé de ese tamaño". No todo es idílico en el mundo de la pesca. Mario señala dificultades crecientes: "Uno de los desafíos a los que me enfrento es que cuando voy de pesca casi no hay sitios adaptados, ya que nos hemos despreocupado de todas las orillas, la vegetación crece y cada vez hay menos accesos para poder tirar la caña". A esta problemática se suma la burocracia: "Cada vez sacan más normas, cada vez más exigentes, más estrictas y eso también condiciona mucho", lamenta el joven pescador sobre la presión normativa.
Frente a los desafíos, Mario reivindica el papel del pescador como guardián del medio fluvial. "Los pescadores cuidamos mucho el entorno y nos preocupamos mucho por él", afirma con convicción. Su compromiso es activo y ejemplar: "Yo siempre que voy de pesca llevo una bolsita y si encuentro alguna basura la recojo y cuando salgo la tiro a un contenedor". Curiosamente, y a pesar de debates que a veces surgen en torno a la pesca deportiva, Mario asegura: "Nunca me he encontrado con ninguna crítica por ser joven y estar en este mundillo".
Mirando al futuro, una sombra se cierne sobre los ecosistemas acuáticos: las especies invasoras. "Me gustaría que hubiese más variedad de especies autóctonas ya que por culpa de las especies invasoras que han llegado, como ha sido el lucio y como ahora se está introduciendo el siluro, cada vez las especies autóctonas que había antes aquí apenas las encontramos", explica preocupado por el impacto de estos depredadores.
Pero la preocupación convive con la ilusión. Mario tiene un objetivo claro: "Mi sueño sería ser pescador profesional, ir a campeonatos, ya que yo creo que podría estar al nivel", confiesa con humildad, reconociendo que "de los errores se aprende". Una ambición forjada en la experiencia y la dedicación.
Con la pasión que le caracteriza, este salmantino anima a las nuevas generaciones a acercarse a esta práctica. "Al final lo que yo le diría a los jóvenes es que este deporte es muy bonito, te enseña muchas cosas y que lo prueben porque no pierden nada y estoy seguro de que no se arrepentirán". Una invitación a conectar con la naturaleza y encontrar una fuente de aprendizaje y emociones.