Casi en el ecuador del Festival, hubo un primer parón, mientras que cerca del final se produjo otro que alteró el desenlace
Las procesiones del Viernes Santo de Ciudad Rodrigo se pudieron desarrollar más o menos con normalidad (en algunos casos, por los pelos), pero no corrió tanta suerte en la jornada del Sábado Santo la Fiesta de la Charrada, cuya gran archienemiga histórica, la lluvia (no hay que olvidar cuando se trasladó al mes de julio para ‘asegurar’ el buen tiempo, y llovió), hizo acto de presencia en el festival principal, que se vio notablemente afectado.
En una tarde ya de por sí desapacible, con bastante viento y una temperatura notablemente baja, este festival principal se desarrolló en la Plaza Mayor, hasta donde los participantes llegaron en pasacalles desde la Casa Municipal de la Cultura (al que se sumaron algunos involucrados en los eventos de la mañana, como los tamborileros que estuvieron de pasacalles. o integrantes de El Botón Charro).
El festival en el ágora se abrió con la bienvenida por parte de la delegada de Cultura del Ayuntamiento, Belén Barco, tras las cuales tomó la palabra el coordinador del evento, José Ramón Cid Cebrián, que se encargó de ir presentando a los 7 grupos participantes. El encargado de abrir la tarde fue el grupo de paloteos de Santibáñez de la Sierra, que guiado por su tamborilero Eduardo Hernández ofreció cuatro paloteos (típicos de sus fiestas de San Agustín).
La primera parada en la comarca mirobrigense fue en Peñaparda, con una representación de altísimo nivel, ya que formaron parte del grupo Isabel Ramos y Milagros Toribio, receptoras del galardón de La Encina Charra en 2016 y 2024, respectivamente, que no se han perdido ninguna Charrada desde 1980.
A continuación, se regresó a la Sierra de Francia, con un grupo integrado por personas de La Alberca, Cepeda, Mogarraz y Garcibuey, entre los que sobresalía otro Encina Charra (en este caso en 2010), Poldo de Mogarraz, que ya cuenta con 85 años. El Festival continuó con el pequeño grupo llegado de Tierra de Alba y La Armuña, con el dulzainero Pedro Rodríguez González, de Valdecarros (Encina Charra en 2008); el redoblante Ángel Custodio, de Pitiegua; y dos bailadores. Pedro González comentó que una de las charradas que tocó la bailó con la que ahora es su mujer en La Charrada de 1980.
El siguiente grupo en subir fue el procedente del Abadengo, de Lumbrales, pero nada más pisar el escenario empezó a llover, huyendo la gente de las sillas dispuestas en el ágora, que estaban prácticamente llenas. Este primer episodio de agua duró apenas 6 minutos, retomándose enseguida la normalidad. Así, volvió a subir al escenario este grupo de Lumbrales, con sus trajes de gitanos y sombreros de flores (José Ramón Cid bromeó con que se había puesto a llover para regar esas flores). Dentro de las piezas, ofrecieron la jota más famosa de Lumbrales, La Cierva.
El momento culminante de este festival llegó con la subida al escenario del grupo procedente de Robleda, muy numeroso, ya que parejas de Fuenteguinaldo y El Sahúgo se habían sumado al grupo El Fandangu con motivo de la entrega de la Encina Charra al tamborilero del grupo, José María Mateos Valiente, así como a título póstumo a su mujer, Catalina Sánchez Moreno, fallecida el pasado mes de febrero.
Tras un primer baile, se produjo esta entrega, dando lectura Belén Barco a los méritos de José María Mateos Valiente y Catalina Sánchez Moreno antes de que el alcalde Marcos Iglesias entregase el reconocimiento. José María Mateos Valiente tomó la palabra, apuntando que hacía extensivo el galardón a todo el grupo El Fandangu (que ya lleva 30 años de andadura), porque “cada uno ha aportado su granito de arena”.
Dando las gracias a las parejas que “han querido venir a acompañarme” sumándose al grupo (una de ellas perteneciente al grupo de teatro que tenía su mujer, Raíces del Águeda), José María Mateos Valiente expresó que era un “momento emocionante” para él, ya que “la música y la alegría salen del corazón, y el mío no está alegre ahora” por el reciente fallecimiento de su esposa. Tras unas palabras de Marcos Iglesias, continuó la actuación de este grupo de Robleda.
Justo en su último baile, apareció de nuevo la lluvia, más fina pero más intensa, lo que provocó otra vez que todo el mundo se levantase de las sillas, refugiándose la mayoría en los soportales de la Casa Consistorial o bajo los balcones de los edificios del ágora. Esta segunda visita de la lluvia fue un poco más larga (tampoco demasiado), empezando a tocar mientras tanto en esos soportales el grupo que faltaba por intervenir, procedente de Huelva (asimismo surgió otra sesión de baile en la terraza de uno de los bares del ágora).
Una vez el cielo se estabilizó (incluso se despejó ‘rápido’), la idea era retomar el festival, y así se hizo, pero no se pudo hacer sobre el escenario por motivos de seguridad, al no quererse correr riesgos al haberse mojado los equipos eléctricos. Como alternativa, se decidió que el grupo de Huelva ofreciese su intervención al lado del escenario, congregándose en torno a ellos un amplio número de personas. Dentro de esta actuación, fue destacado que enseñaron el pandero cuadrado que tienen por tierras onubenses.