Junto a su marido mantiene viva una tradición que sigue poblando los cuellos de los salmantinos con las famosas y milagrosas gargantillas
Cuando el mes de enero va llegando a su fin, Mercedes Gómez y su marido Vicente Peña se echan a las calles del centro de la ciudad de Salamanca para mantener viva una tradición que empezaron hace casi medio siglo: la venta de las gargantillas de San Blas. Estas vistosas cintas de tela de diferentes colores son conocidas por sus supuestas dotes milagrosas para proteger la garganta desde el día de San Blas hasta el Miércoles de Ceniza, cuando han de ser quemadas para dar inicio a la Cuaresma.
Mercedes y Vicente recorren las calles de la ciudad ofreciendo a los salmantinos estas piezas bendecidas en la iglesia de San Juan de Sahagún, con la esperanza de que sigan cumpliendo su función protectora. En un receso de su intensa actividad, Mercedes atiende a SALAMANCArtv AL DÍA para explicar de dónde procede esta tradición: "Recuerdo que de niña acompañaba a mis padres en la venta de las gargantillas de San Blas. Venía con ellos cuando aún era muy pequeña. Ahora nosotros no queremos que se pierda esta tradición que yo continué porque es una cosa que me encanta y que la llevo en el alma".
El paso del tiempo no ha desgastado el trato amable con los clientes que año tras año les buscan por la calle Zamora o la plaza del Mercado para comprar las gargantillas: "Es muy reconfortante y gratificante ver las mismas caras desde hace tanto tiempo. Hay mucha gente que la compra en recuerdo a sus abuelos o a algún familiar que se las regalaba a ellos cuando eran pequeños".
Esta tradición hace aflorar los sentimientos de Mercedes, que incluso se emociona: "Es bonito ver que la tradición continúa entre los salmantinos, que siguen poniéndose en el cuello las gargantillas de San Blas que con tanto cariño vendemos en la calle". Las ventas son "más o menos igual todos los años", según explica esta salmantina.
El futuro parece incierto, no porque los salmantinos dejen de comprar, sino porque cuando ellos dejen de ofrecer las gargantillas de San Blas perfectamente colocadas en su expositor no habrá un relevo: "Cuando nos jubilemos es posible que nadie quiera continuar con esta tradición. Nuestros hijos no quieren y los nietos parece que tampoco...", afirma Mercedes, quien añade: "Aguantaremos aquí hasta que podamos".
Más allá de la venta de las gargantillas de San Blas, esta tradición representa el amor por las costumbres, el esfuerzo de generaciones y su pasión por mantener viva la identidad de una ciudad. Mientras haya corazones dispuestos a recordar y valorar su significado, la esencia de San Blas seguirá latiendo en las calles de Salamanca, en cada familia que guarde con cariño una de estas pequeñas pero valiosas piezas de historia.