Observo con sorpresa la repentina proliferación de Residencias Universitarias, sin que autoridad alguna parezca prestar atención al fenómeno más allá de facilitarlo. Según parece en poco tiempo se ha pasado de 3.992 plazas a 5.570, y no va a parar ahí. En tierras charras damos por supuestos los beneficios de cualquier inversión, sin entrar en muchas disquisiciones. Eso incentiva que aquello que otros no quieren intente recalar por aquí, con cierta fijación en el oeste provincial. Ahora empresas (con fondo de inversión internacional detrás) domiciliadas en la gran tierra de la libertad, el amago de paraíso fiscal de Madrid, nos redescubren de nuevo como tierra de promisión, para ellos.
Con el renacimiento de nuestra insigne Universidad desde mediados del siglo XX, su impulso de la enseñanza del idioma, y la recuperación de estudios vinculados a la Iglesia, se ha consolidado una amplia economía específica relacionada con la educación. Sin ella seguramente tendríamos un tamaño similar al de Zamora. Por contra, se ha distorsionado durante décadas el mercado del alquiler de vivienda por la demanda de estudiantes foráneos. Aunque seguramente no tanto como la reciente intromisión del “anarquista”, en lenguaje mileniano, sector turístico. Mucha gente todavía vive de facilitar la residencia a quienes en buen número acuden a nuestras “centenarias” aulas.
El modelo se basa en un nuevo tipo de empresas de una forma u otra extranjera, si bien no levantan tanta preocupación como los inmigrantes. A pesar de la curiosa y extensa colección de arbitrariedades acumuladas en demasiados sectores económicos. Se suelan caracterizar por su transitoria búsqueda de la captación de riqueza sin apenas retorno por donde pasan, desdeñando lo que haga falta si es preciso. Al menos muestran confianza en el futuro de nuestra Universidad. Pero a cambio probablemente desarticulen parte de la economía local, aparte de afectar a las residencias de siempre, bien de las propias universidades o de entidades y empresas locales.
Tampoco es difícil entender la aparición de algún impacto a las numerosas familias que alquilan pisos o habitaciones. No sé si la posible ampliación del mercado de alquiler para los indígenas puede compensarlo. Hemos de sumar su influencia en el gasto estudiantil en sectores como la alimentación, servicios como gimnasios, hostelería u otros. El nuevo modelo es de mega-residencias con todo tipo de servicios, básicamente periféricas y tal vez poco inclinadas a contribuir al enriquecimiento de la vida de barrio. Según parece estas cosas no merecen la pena estudiarlas, viendo volar sin pestañear los beneficios acumulados por este tipo de empresas tan de moda. Nuestro flamante Plan General de Ordenación Urbana admite de todo sin apenas consideraciones.