SOCIEDAD
Actualizado 11/05/2024 11:19:15
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La Asociación Salamanca Memoria y Justicia ha difundido una biografía del mirobrigense homenajeado

-Nació el 15 de mayo 1898 en Ciudad Rodrigo

-Deportado en 1944 a Buchenwald, Flossenbürg y Mauthausen

-Liberado en Mauthausen el 5 de mayo de 1945

-Fallecido en febrero de 1979 en Cambo-les Bains (Bayonne, Francia)

Tomás Calleja Juanes nació un 15 de mayo de 1898 en Ciudad Rodrigo, una ciudad histórica del sudoeste de la provincia de Salamanca. Fue el tercero de ocho hermanos (de los cuales murieron tres prematuramente) del matrimonio formado por Eustaquio Calleja Galache y Francisca Juanes Giménez, naturales de Ciudad Rodrigo y Salamanca respectivamente. El padre, que en el registro civil lo inscribió con los nombres de Tomás Pedro Isidro, era relojero de profesión y había establecido la “Relojería y Platería de E. Calleja” en la Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo. Residían por entonces en la calle Cadimus, domicilio desde el que se trasladaron a la vivienda situada encima de la Relojería. Allí Tomás pudo familiarizarse muy pronto con el oficio.

Relojería y Platería del padre de Tomás Calleja en la Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo, a principios del s. XX. Fotografía facilitada por la familia

Siendo muy joven, con 13 años, en septiembre de 1911, dejó Ciudad Rodrigo trasladándose a Córdoba para trabajar allí con conocidos de su padre. Este muere poco después y la madre se hizo cargo de la joyería de Ciudad Rodrigo. Pero Tomás continuó en tierras del sur. Aunque apenas se tienen noticias suyas durante los años siguientes, debió alternar el trabajo en el taller de relojería y joyería con el de viajante de comercio. Ya en los años 1930, varias noticias le sitúan en localidades del sur como Alicante, Huelva o incluso Tetuán, con una vida un tanto azarosa y distanciándose de su familia mirobrigense, a la que consideraba muy conservadora.

No se sabe con certeza cuándo se traslada a Madrid pero, cuando estalla la Guerra Civil en julio de 1936, residía en la calle Jerónima Llorente 24 de la capital. Pertenecía a la UGT, como miembro de la Sociedad de Oficiales Relojeros de Madrid. Tenía 38 años y esta Sociedad le designa como su representante político en Madrid el 9 de octubre de 1936; poco después, es designado por la Casa del Pueblo de Madrid como Asesor Político en los Frentes; finalmente, el 25 de mayo de 1937, una orden del Comisariado General de Guerra le confirma como Comisario Delegado de Batallón, de servicio en el 1º de la 34 Brigada, que estuvo defendiendo Madrid en las sierras cercanas a El Escorial.

Tras la disolución de la 34 Brigada en marzo de 1939, pasó a Francia con los restos del ejército republicano. Una vez en el exilio francés, su profesión le permitió salir de los campos de internamiento para trabajar en Marsella en una joyería. Allí estuvo hasta que un 28 de marzo de 1943, con toda Francia ya ocupada por los alemanes, Tomás Calleja fue detenido por la Gestapo. Durante casi diez meses estuvo detenido en manos de la policía alemana hasta que el 17 de enero de 1944 salió desde el campo de Compiègne con destino al campo de concentración de Buchenwald, donde fue internado dos días después pasando a ser el número 39708. Tenía 45 años y fue registrado como óptico y etiquetado como prisionero político. Como para otros muchos republicanos españoles, Buchenwald fue un campo hacia otro destino, según las necesidades acuciantes de la industria bélica alemana o de la necesidad de “reposición” de prisioneros en distintos campos. Así, Tomás Calleja fue trasladado, un mes después de su ingreso en Buchenwald, al campo de concentración de Flossenbürg, donde ingresó con el número 6322 como mecánico. Sin embargo, no fue este el campo final, pues dos semanas después, el 13 de marzo de 1944 fue transferido al campo de concentración de Mauthausen.

Fue el último de los 19 salmantinos internados en el fatídico “campo de los españoles”, de los que 13 fueron asesinados, casi todos en 1941 y 1942, y en Gusen. Allí pasó a ser el número 56579, también como mecánico, y fue destinado a un subcampo especial, Schwechat, localidad cercana a Viena, donde se ubicaba el aeropuerto de la capital austriaca y donde los nazis suministraban mano de obra esclava para distintas industrias bélicas, entre otras la fabricación de aviones Heinkel. Allí los prisioneros tuvieron que sobrevivir no solo a las condiciones inhumanas a que eran sometidos por los SS, sino también a los bombardeos de la aviación aliada, especialmente intensos desde principios de 1945. Los ataques aliados generaron desplazamientos de prisioneros, de manera que Tomás Calleja pasó de nuevo al campo central. Probablemente su aprovechamiento como obrero especializado le facilitó la supervivencia durante los 14 meses que estuvo internado en Mauthausen, en un periodo en el que, además, los republicanos españoles que sobrevivían tenían ya redes de cooperación interna.

Tomás Calleja, un 5 de mayo de 1945, pudo vivir el día de la liberación de Mauthausen y de su propia libertad. Años después, contemplando en una revista de historia la foto de la liberación encabezada con la pancarta “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras”, aseguraba que él estaba en esa foto, aunque no fue capaz de identificarse.

Como para el resto de los supervivientes españoles de los campos de concentración nazis, el país de la libertad no fue la España de Franco. Fue Francia el país que les acogió, reconociendo su aportación en la lucha contra el nazismo. Tomás se afincó en La Que les Yvelines, una pequeña población al oeste de París, donde en 1946 pertenecía a la sección local del PSOE.

También fue Francia el país que le facilitó sobreponerse a las secuelas físicas de la deportación, que le llevaron a estar hospitalizado y a vivir buena parte de su vida con un ano artificial. Fue precisamente en un hospital donde Tomás conoció a Margarita, la enfermera que lo cuidaba y con la que se casaría el 13 de julio de 1962.

Margarita y Tomás Calleja en 1972, en Cambo-les-Bains, Francia. Fotografía facilitada por la familia

Margarita era hija de una familia donostiarra también exiliada en Francia y unos años después se trasladaron a vivir a Cambo-les-Bains, en Bayonne, Francia. Allí Tomás Calleja mantuvo su pertenencia a las secciones de UGT y PSOE de Bayonne. Y allí también pudo restablecer contacto con su familia española, algunos de cuyos miembros le visitaron en su exilio francés durante el último periodo de su vida. De esas visitas, un recuerdo imborrable: “Era digno de admiración por ser capaz de rehacer su vida, por su optimismo y buen ánimo para disfrutar de la vida…” (Maria Antonia Borragán).

Tomás Calleja falleció en Cambo-les-Bains en febrero de 1979 a los 80 años. A pesar de residir muy cerca de la frontera española, no llegó a pisar de nuevo España.

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