OPINIóN
Actualizado 10/11/2023 07:57:53
Mercedes Sánchez

Era llegar a casa y oler, desde la puerta, la comida caliente y húmeda, llena de vitaminas de amor de mi madre, que dejaba, en cada alimento que preparaba, el calor de sus manos, el hervor del cariño, la pimienta y el clavo salmantinos, el tiempo y la dedicación, el cuidado.

En cada vuelta con la cuchara de palo en la sartén diseñaba círculos entre la cebolla, caramelo concéntrico rehogado, ajo picado ya despojado de sus vestidos, hojitas de laurel, verde perejil enhiesto y fresco, pizca de sal como un sabroso pellizco a las papilas gustativas, la ebullición del vino blanco tras añadirse con el fuego fuerte, y lo que no podía faltar: el tarareo de Machín en su garganta, gardenias a pares, la pieza de zarzuela, las segadoras, una morena y una rubia, canciones montañesas, el Ave María de Schubert, las Czardas, El Coro de los esclavos del Nabuco de Verdi, ballets de blancos cisnes, algún chotis… daba igual lo que surgiera ese día. Toda la música que llevaba dentro, siempre ingrediente inefable en sus comidas, formaba parte, como por arte de magia, del acto de cocinar, contagiando sus guisos de todas las corcheas y semicorcheas, fusas y semifusas, que salían cada día del alegre pentagrama de su corazón.

Después, repaso a todo, bien limpio, delantal colgado y a llenar caras de achuchones, a plagar cuerpos de arrumacos, a saber qué tal fue aquello en el colegio, qué aprendiste, a qué tuviste la suerte de jugar.

Creo que todos esos recuerdos de mi madre acompañan el olor y el sabor del laurel, forman parte de mi vida como cada plato de mi infancia, manos bien lavadas antes de sentarse a comer, aroma inconfundible a hogar; entre cuchara y cuchara, todos alrededor de la mesa, contando con alegría las anécdotas diarias, aderezadas con amenos juegos de palabras y sus significados que, sin pretenderlo, forman parte también de las comidas de mi casa y de mi propia familia.

Sin planear compartimos lo vivido y lo extendemos a generaciones, transmitimos lo que somos, como maleta de mano en mano, unos padres a unos hijos, y éstos después a unos nietos, porque todo aquello que sirve, que nos hace felices, encuentra cobijo entre los granos de arena del reloj y riega otros corazones.

La vida, hecha de detalles simples, nos recuerda que todo lo que de verdad importa se encuentra contenido en una simple, sencilla, humilde, hoja de laurel.

Mercedes Sánchez

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