Treinta y cinco años juntos; se dice pronto. Treinta de esos años en México… Me hubiera gustado parafrasear a Waldo Leyva pero no, el 27 de abril de 1988 no fue definitivamente jueves… Cayó en miércoles, aunque el momento que recuerdo fue ya casi jueves, eso sí: el camino inició en un paseo nocturno desde Canalejas hasta el Albatros, donde trabajaba Josefo, que fue el primero en enterarse… Por eso este “charro” de hoy es un poema de entonces, que además, por azares del destino, igual que el de la semana pasada, no llegó al libro que me publicó la Diputación hace no tanto.
Treinta y cinco años; y contando…
Es tan grande el amor que, amor, nos une
y tan corto el umbral que nos separa…
Es tan firme la unión en la distancia
y tan fugaz el tiempo que se intuye…
Es tan real el sueño que descubre
un horizonte nuevo que se alcanza…
Es tan madura nuestra ingenua calma
nacida del amor que a amor acude…
Pero a veces abrazos de la noche
clavan hielo y dolor en la ternura
y parece que amor huye y se esconde.
Pero siempre amanece tras la aguda
sensación angustiada; amor, entonces
tu luz se hace tan fuerte que se escucha…
@ignacio_martins
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