Admiré la calidad profesional del periodista Jesús Fonseca, entrañable amigo desde hace varias décadas. Ahora, ya jubilado, voy admirando la discreta y loable labor que viene haciendo en algunos países de África. Unos mínimos aportes que hacen grande sus esfuerzos y su deseo de homrar el nombre de su amada Esther, fallecida hace ya largos años.
Me permito reproducir una carta suya, enviada días atrás. Así lo difundo, pues deseo que se sepa de su labor por la infancia. Su discreción es proverbial, cuando se trata de lo suyo.
Aquí el texto:
"Alfredo mío querido: te saludo desde estos países del África negra donde me encuentro en un viaje humanitario. He venido, como sabes, a inaugurar la escuela que lleva el nombre de Esther en la isla de Idjwi y a traer también lo necesario para montar un quirófano y un pequeño hospital en Rubare. Lo hacemos con nuestra ONG de este nombre. Ha costado mucho esfuerzo. Llevamos dos años trabajando en ello. Llamando a muchas puertas. Finalmente, aquí está el resultado. Está siendo agotador, pero feliz. Es también un viaje hacia los adentros, no sólo hacia fuera, en el que te llevo en el corazón a ti y a Jacqueline y también a nuestro doncel del Tormes. Sabes cuanto os quiero. Te mando algunas fotos, a la espera de vernos pronto. Jesús Fonseca Escartín".