El notable poeta lusitano Miguel Torga
Dejo conocer tres poemas, de los varios que en estos años he traducido de Miguel Torga (seudónimo de Adolfo Correia da Rocha), poeta portugués nacido en 1907 en S. Martinho de Anta -Trás-os-Montes-, y fallecido el año 1995 en Coimbra. De joven emigró a Brasil, volviendo en 1925 para estudiar medicina. Fue Premio Camões y se le nominó en varias oportunidades para el Premio Nobel de Literatura. Publicó poesía, cuento, novela y 16 volúmenes de sus diarios (entre 1941 y 1995). Entre sus poemarios están: Ansiedade (1928), Abismo (1932), O outro Livro de Job (1936), Lamentações (1943), Nihil Sibi (1948), Cântico do Homem (1950), Penas do Purgatório (1954), Orfeu Rebelde (1958), Câmara Ardente (1962) o Poemas Ibéricos (1965).
Foto de José Amador Martín
UNAMUNO
D. Miguel...
Hacía palomas blancas de papel
Que volaban desde Iberia al fin del mundo...
¡Unamuno Tercero!
(Fue el Cid el primero,
D. Quijote el segundo).
Amante de una Dulcinea,
Ilusoria, también
(Patria, madre,
Idea
Y enamorada),
¡Era su defensor cuando nadie
Le defendía su honra amenazada!
Llamado por el resplandor de la ilusión,
Dejaba el Escorial donde vivía,
Y subía, subía,
A recostar en la hondura del paisaje,
El alma que, celoso, protegía.
Después, correspondido,
Volvía a la celda de ese nuestro hogar
Construido por Felipe Segundo
Con granito de la fe peninsular.
Y hablaba con Dios en castellano.
Le contaba la conmovedora agonía
De un espíritu católico, romano,
Dentro de un cuerpo hirviendo de herejía.
Hasta que la madrugada lo despertaba
De la noche sepulcral.
Y allá iba de nuevo el caballero andante
Desafiando
A cada gigante iracundo
Que impidiera pasar a su delirio.
¡Unamuno Tercero!
Murió loco.
Y su amor, aun siendo inmenso, fue poco
Para ensanchar el vientre de la Doncella.
D. Miguel...
Hacía palomas blancas de papel,
Y guardaba la más pura en la solapa.
Foto de José Amador Martín
SAN JUAN DE LA CRUZ
¡Un santo y un poeta cogidos de la mano!
Uno negando al otro, y siempre unidos...
Uno en el cielo de las vivencias sublimadas,
El otro penando en el infierno de los sentidos...
¡Ah, Castilla, Castilla, madre de tierra y luz!
¡Qué extraordinaria jornada
A la sombra de una cruz
Tan leve y tan pesada!
El alma ya liberada por el éxtasis;
El cuerpo todavía apresado a cada verso;
Y el deseo de ser hombre, mantenido
En esa totalidad
Contradictoria.
El Carmelo subido y recordado...
La paz de la eternidad
Sin sosiego posible en la memoria.
Foto de José Amador Martín
IBERIA
Tierra.
Cuanto la palabra diera, y nada más.
Sólo así la resume
Quien la contempla desde lo más alto de la cumbre,
Cargada de sol y de pinares.
Tierra-tumor-de-angustia de saber
Si el mar es profundo y al fin deja pasar...
Una antena de Europa para recibir
La voz lejana que le quiere hablar...
Tierra de pan y vino
(El hambre y la sed sólo vendrán después,
cuando la espuma salada fuere camino
donde uno camina desdoblado en dos).
Tierra desnuda e inmensa
Que en ella caben el Viejo Mundo y el Nuevo...
Que en ella caben Portugal y España
Y la locura con alas de su pueblo.
García Lorca, hermano:
Soy yo, una vez más...
Vengo a negar a la condición humana
La humana pequeñez
De la ingratitud.
Vengo y vendré mientras exista poesía,
Pueblo y ensueño en Iberia.
Vengo y vendré y a tu romería
para ofrecerte la miseria
De una oración lusiada y sombría.