En la vida del ser humano hay momentos de absoluta lucidez, y otros en los que la penumbra nos invade y nos arrebata las ganas de vivir. Ocasionalmente, somos portadores de una sabiduría que nos supera; no conocemos la fuente de donde procede, ni podemos retenerla el tiempo suficiente para analizarla. La premura con la que escapa de nuestra mente, es la prueba de que no nos pertenece. Esa sabiduría es autónoma, libre; autosuficiente y veraz. Se trata de la sabiduría dispersa en el cosmos, capaz de regularlo todo en el más absoluto silencio y con la precisión requerida. No hay nada comparable a la sabiduría de Dios.
Manuel Lamas