OPINIóN
Actualizado 28/03/2020
Fermín González

"Los debiles no luchan. Los más fuertes quizás luchen una hora. Los que aún son más fuertes, luchan unos años. Pero los más fuertes de todos, luchan toda su vida, éstos son los los indispensables" (Bertolt Brecht)

ENTRE PUENTES

BISIESTO NEGRO

Mi suegra: una buena mujer, que en gloria esté, le tenía una tirria y una aversión a los años bisiestos, posiblemente venia la cosa desde tiempos de antaño, sin duda con influencias de leyendas o quién sabe si, con cerca de una centuria vivida, tuviese los conocimientos suficientes, de que dichos años bisiestos eran de algún modo "gafes", tenebrosos, amargos, cenizos o bien traían entre sus días, negras entrañas y por consiguiente las penalidades que habríamos de padecer durante el transcurso del bisiesto. Me ha venido a la mente sus inquietudes al respecto, y si viviera este momento por el que estamos pasando en estos primeros meses, sería del todo evidente que a la Sra. Araceli, no le faltaba razón y que los bisiestos son años llenos de penuria, tristeza y avatares como para estar escondidos.

Así está ocurriendo lamentablemente, este 2020, desde que apareció no tiene desperdicio, pues arrancamos con unas riadas impresionantes, que se llevaron por delante a numerosos pueblos y ciudades, arrasando el agua todo aquello que encontraba a su paso, entrando en viviendas, garajes y negocios, anegando las tierras de labor, y derrumbando carreteras, viviendas, coches y arbolado; o sea, toda una enorme tragedia, una enorme calamidad, que destrozo la vida y la hacienda donde algunos habían estado toda la vida, y en unos minutos, habían quedado a la intemperie. Las zonas fueron catastróficas, y hoy cuando apenas nos hemos recuperado del destrozo material y humano, cuando en unos meses, aún no se han secado las paredes, y nos hemos repuesto de la llamada - gota fría-, o eso dicen, nos encontramos de nuevo apegados al sufrimiento, ante un enemigo en este caso invisible, que está azotando gravemente, ahora con numerosos muertos, miles y miles de infectados graves, que hacen colapsar cuantos hospitales tenemos, sin darnos una tregua ni para proveernos del material necesario para asistir a la población con garantías, que incluso así tampoco ha podido evitar los contagios de médicos, y personal dedicado a paliar los efectos de este infecto traidor, llegado dicen de China, pero sabe Dios, donde broto este enemigo peligroso y mortal, que se ha ensañado brutalmente, con aquellos que tenemos los años precisos o sea, rebasamos los setenta. Después de la lucha sostenida, y de haber pasado por otras cuantas "pestes", de toda índole, nos vemos despojados, azorados, angustiados en estado de alerta y con el miedo de no poder vivir en paz, sosiego y tranquilidad, los que nos quede.

Ahora, confinados observamos perplejos, como mueren tus amigos, compañeros y conocidos, incluso sin el humano sentimiento de hacerlo rodeado y de la mano de los tuyos. Qué triste final, que desgarro y que dolor, deben sentir aquellos que están padeciendo, las familias y allegados de estos. Tanta lucha, para dejar un mundo, más justo, libre y en paz, no ha sido suficiente para terminar con dignidad. La cosa es verdaderamente penosa, triste, lamentable, e injusta.

En este encierro forzoso al que nos vemos sometidos, a nosotros los mayores, no nos da por hacer esas cosas que todos demandan y aconsejan, desde psicólogos, educadores o geriatras. ¿Cómo vamos a establecer esas rutinas que recomiendan? ¿Cómo vamos, a limpiar, ordenar clasificar nuestras estanterías y cajones? ¿Cómo reordenar y volver a aquellas cosas, que queríamos hacer con tiempo? Etcétera. Nosotros podemos colaborar en estas cosas, claro, ¡pero ya tenemos nuestras rutinas, ya tenemos casi todo en el orden y colocación que queremos, con orden o con desorden, nuestras cosas están ya situadas donde las vemos y tocamos cada día! Hoy que estamos en manos de los médicos, cobra especial significado su vocación? evocamos a la compasión que nace de la compresión y solidaridad hacia el dolor y el miedo que atenaza a sus semejantes con sentido ético y responsable, para atender y aliviar el sufrimiento y la enfermedad que nos cerca. Hoy más que nunca hemos de confiar en nuestra clase médica, en las enseñanzas de sus grandes maestros, estudios y practicantes de los valores humanos. Ellos habrán de iluminar la ruta que nos saque de este cruento y repugnante laberinto. Donde una vez resuelto: Nada será lo mismo- al tiempo-.

Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerías

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