Cuando la construcción de la nueva Plaza estaba a punto de acabar, hacia 1750, los salmantinos se habían apropiado ya de aquel escenario borbónico para la vida cotidiana
A partir de 1729, los arquitectos españoles, primero Alberto de Churriguera y más tarde Andrés García de Quiñones, crearon una obra monumental que hoy conocemos como Plaza Mayor de Salamanca. Construida para una pequeña colectividad situada en la llanura occidental de Castilla, cuyas industrias de curtido de cueros y conservación de carnes dependían de una economía agropecuaria, que los arquitectos desarrollan en una obra pública a la usanza del barroco francés.
Sus laterales, relativamente simétricos y de medidas racionales, se vieron realzados por obeliscos como signos elegantes del orden simbólico de una Monarquía absolutista.
En la gran tradición, progresivamente refinada por los franceses durante el siglo XVII, la Plaza Mayor era una muestra de arquitectura pública que podía interpretarse como un gran montaje escenográfico traído de la antigüedad. La Plaza Mayor era en aquel tiempo un teatro con templos, estatuas públicas y arcos triunfales, diseñados para proyectar una ideología absolutista.
Cuando la construcción de la nueva Plaza estaba a punto de acabar, hacia 1750, los salmantinos se habían apropiado ya de aquel escenario borbónico para la vida cotidiana.
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