OPINIóN
Actualizado 09/10/2018
Isaura Díaz Figueiredo

Los besos que ayer

llenaron mí boca

se diluyeron

en el inextinguible fuego

que emana tu aliento,

El sabor pétreo de tú palabra,

la inerte promesa de un te adoro,

son imágenes desenfocadas,

hojas plateadas,

engañando la noche del otoño.

Creíste que en mí casa no habría otra primavera,

que brumas y lluvia,

habían borrado,

la senda del anhelo.

Olvidaste que amo con la sangre

el aliento,

el pensamiento,

que nunca fui tributaria de tu vida

ni flor desesperada

¡Por mucho que lo desees,

dios de piedra!

ya no duermo en tu puño,

ni me arrullo en el plumón,

de tu cuerpo.

Vuelvo a beber la vida,

fuerte y hondo

Atrás dejé los harapos obsesos de un sueño

Isaura Díaz de Figueiredo

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